¿Por qué es más fácil que suban los precios de los combustibles y no que bajen?

Las variaciones en el precio del petróleo y sus derivados afectan no solo en el momento en que se producen sino también a futuro, por su impacto sobre la inflación y el efecto contagio al resto de mercados

Desde la invasión de Ucrania por Rusia, los precios del petróleo han caído mientras que los de la gasolina y el diésel se han mantenido al alza. ¿Son las condiciones de mercado las causantes de esta escalada permanente o responde a otros factores?

¿Qué es el poder de mercado?

Cuando hablamos de “poder de mercado” nos referimos a la capacidad de uno o varios actores de un mercado determinado para influir en el precio y la producción de un determinado bien.

Una empresa con gran poder de mercado puede fijar precios más altos que los costes de producción y, así, aumentar sus beneficios.

En el sector petrolero, un claro ejemplo de poder de mercado es el que ha ejercido desde su creación, en 1960, la Organización de Países Exportadores de Petróleo, OPEP –y la posterior OPEP+– con su política de recortes y aumentos en la producción para alterar los precios del petróleo.

Las incertidumbres de la industria petrolera

La aparición de fuentes de energía sustitutivas del petróleo, así como su progresiva ganancia de cuota de mercado, ha alterado las expectativas de la industria petrolera, que avizora un descenso en la demanda de hidrocarburos. Sin embargo, esta se mantiene (aunque con un crecimiento paulatinamente más débil).

Adicionalmente, las presiones para la introducción de vehículos eléctricos y la expansión del transporte público –tanto urbano como de medias y largas distancias– ponen incertidumbre sobre los beneficios futuros de las grandes compañías, que, sin embargo, siguen cosechando beneficios récord.

Esto hace que, ante cualquier shock negativo de oferta (problemas de suministro, recortes en la producción, incertidumbre geopolítica), los principales productores aprovechen para tomar medidas que encarecen los precios. Entre ellos los países de la OPEP, que no en balde acaparan casi el 60 por ciento de la producción mundial.

Sin embargo, los shocks positivos en la oferta –el hallazgo de nuevos yacimientos, el abaratamiento del proceso de refino o la moderación en el crecimiento de la demanda por la contracción económica china– no afectan los precios a la baja en la misma medida.

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Fuerte dependencia de los combustibles fósiles

¿Por qué los shocks negativos son más eficaces que los shocks positivos en la variación de los precios de los combustibles? La razón principal es la baja elasticidad de su demanda: hay una fuerte dependencia de estos productos y es muy difícil alterar a la baja su consumo, a la vez que se acepta casi cualquier precio al alza.

Además, al ser un insumo muy presente en el sistema productivo, las alteraciones de precios afectan al mercado y la economía no solo en el momento en que se producen sino también a futuro, por sus efectos sobre la inflación y el efecto contagio al resto de mercados.

En estas condiciones, soportar un excesivo poder de mercado, que no refleja los verdaderos precios del producto, lastra la capacidad de gasto de las familias y hace que los costes de las empresas se disparen, perjudicando la estabilidad general de precios y estimulando la inflación.

Impuestos y margen de ganancia

Como ya he apuntado previamente, aunque los shocks negativos se reflejan al instante en los precios finales no ocurre lo mismo con los positivos, que hacen crecer la oferta y deberían impulsar los precios a la baja.

Por tanto, se establece un suelo en los precios de los combustibles que, por mucho que baje la cotización del petróleo, no llega a romperse.

El esquema impositivo español para los carburantes no ha variado mucho en las últimas dos décadas. Los consumidores finales pagan un IVA del 21 por ciento y un impuesto especial de hidrocarburos, que es una cantidad fija por litro con dos componentes: uno estatal y otro autonómico (declarado ilegal tanto por el Tribunal Supremo español como por el Tribunal de Justicia de la UE). Estos impuestos sobre la gasolina y el diésel son causantes de entorno al 50 por ciento de su precio final.

Así, en un mercado en el que el precio del petróleo y su refino y transporte deberían tener una capacidad relativamente pequeña de afectar al precio de los combustibles, el esquema impositivo no ha variado especialmente y el cambio dólar euro está fluctuando relativamente poco (el petróleo se paga en dólares), la resistencia a la baja de los precios de los carburantes es, en su mayor medida, poder de mercado.

Lo que ha ocurrido con los precios

Comparemos el precio medio en España de la gasolina de 95 octanos y el diésel a 1 de septiembre de 2014, 2020 (por el impacto de la pandemia en los mercados) y 2024. Consideramos también la cotización del barril Brent y el tipo de cambio dólar euro, admitiendo un nivel impositivo constante.

Cotización del barril Brent, tipo de cambio dólar-euro, precios de los carburantes y porcentaje de variación en septiembre de 2014, 2020 y 2024. Fuente: elaboración propia con datos de Expansión, Statista e Investing

Mientras los precios de los carburantes tienen una clara resistencia a la baja, el margen de ganancia se ha incrementado.

Entre el 1 de septiembre de 2014 y el 1 de septiembre de 2024 la cotización del barril de Brent se ha abaratado un 21,33 por ciento. Ya que durante ese mismo periodo el euro se ha devaluado, el barril se compra relativamente más caro. Sin embargo, el precio del carburante de 95 octanos se ha incrementado de media un 9,15 por ciento y el del gasóleo un 7,5 por ciento.

Además, en septiembre de 2020 –justo después del confinamiento y con cotizaciones de hasta cero dólares del futuro del barril de Brent– el descenso en los precios de los carburantes fue menor de lo que se ha encarecido desde entonces hasta ahora.

Se pueden tomar como referencia otros días o intervalos en torno a las tres fechas analizadas y comprobar que, en términos reales, los precios han subido más de lo que pudieron bajar cuando las condiciones de mercado lo propiciaban.

Por último, las estaciones de servicio low cost ofrecen precios significativamente más bajos que las grandes compañías pese a que obtienen la materia prima del mismo mercado mayorista.

La diferencia de precio entre estas gasolineras de marca blanca y las grandes estaciones de servicio de bandera o franquiciadas de grandes petroleras es un indicio más del poder de mercado que éstas ejercen.

Mirando al futuro

Las políticas energéticas de los Estados deben incentivar claramente las energías limpias y la transición hacia fuentes energéticas respetuosas con el medioambiente.

Pero, además, es necesario que tengan una posición clara respecto a la regulación del sector y una continua vigilancia a las grandes corporaciones energéticas.

Al fin y al cabo, sus estrategias de mercado pueden influir notablemente en la evolución de la economía y, por tanto, en el bienestar de la población.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

The Conversation

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