Yellen se despide de la Fed y le deja mucho trabajo adelantado a Powell

Janet Yellen da el relevo esta semana a Jerome Powell al frente de la Reserva Federal. Le deja a su sucesor casi todo encarrilado, tanto las próximas subidas de tipos que tendrá que acometer como la reducción del balance. También, el ejemplo del buen tino y el buen cálculo en sus decisiones, que no han provocado en ningún momento turbulencias en los mercados. 

La Reserva Federal norteamericana es, seguramente, la institución más poderosa del mundo: es la que fabrica dólares y les pone precio. Durante los últimos cuatro años, una mujer, Janet Yellen, ha estado al frente. Esta semana dice adiós y le da el relevo a Jerome Powell, un multimillonario que, a diferencia de ella, no tiene formación económica.

Janet Yellen tiene una sólida trayectoria académica (se graduó en Brown, se doctoró en Yale y enseñó en Harvard y en Berkeley) y de servicio público (en la propia Reserva Federal y en el equipo económico de Bill Clinton).

Especialmente la primera, sobre todo su dedicación al estudio del mercado de trabajo, marcó su mandato en la autoridad monetaria estadounidense y también sus discursos. Porque puso el foco, más al principio que al final de su andadura al frente de la Fed, en el alto nivel de subempleo pese al paulatino descenso de la tasa de paro; en la caída de la participación de la población en el mercado laboral; en la infrautilización del factor trabajo en la economía; y en la pobre evolución de los salarios. Yellen, pues, iba más allá de la sola y casi siempre insuficiente cifra de desempleo para justificar la necesidad de una política monetaria más acomodaticia de la que hubieran deseado quienes han criticado a los bancos centrales por someter a los inversores, con sus políticas de apoyo a la recuperación económica, a la que llaman "represión financiera", puesto que las medidas expansivas han empujado a la baja los rendimientos de los activos libres de riesgo.

Si la Fed tiene un doble mandato, el empleo y la inflación, Yellen puso como prioridad el mercado de trabajo, sin dejarse llevar por las voces que alertaban de un cercano y fuerte repunte de los precios, algo que aún no se ha producido. Como experta en las dinámicas del empleo, sabe que la famosa Curva de Phillips, aquélla que dice que a menos desempleo, salarios más altos, ya no funciona como antes porque se ha alterado la relación de fuerzas entre el capital y el trabajo y porque han entrado en juego potentes fuerzas deflacionistas, como las nuevas tecnologías. 

En los cuatro años que ha estado Janet Yellen al frente de la Fed, entre enero de 2014 y enero de este año, la tasa de paro ha bajado desde niveles algo superiores al 6,5% hasta el 4,1% actual. La tasa de subempleo, que mide el porcentaje de los trabajadores que trabajan a tiempo parcial cuando les gustaría trabajar a tiempo completo, ha pasado de cerca del 13% hasta poco más del 8%.

Su legítima y necesaria obsesión con el mercado de trabajo no ha impedido que haya sido ella quien haya consolidado el proceso de normalización de la política monetaria. Y ello, además, sin traumas en los mercados financieros. Todo lo contrario: la Bolsa americana ha continuado subiendo sin descanso desde que ella accedió al primer despacho de la sede de la Fed en Washington. El Dow Jones, desde enero de 2014 sube un 60%. En este periodo el indicador ha pasado de los poco más de 16.000 puntos hasta rebasar ampliamente los 26.000 con ligeras correcciones en 2015 y 2016; la primera, por China y la segunda, por la caída del petróleo. Ninguna las caídas, pues, se debió a su gestión de la política monetaria. De hecho, su gestión se ha caracterizado también porque ha querido garantizar la estabilidad financiera, la estabilidad de los mercados, y los eventos anteriores llevaron a la Fed a retrasar la toma de medidas restrictivas.

Fue bajo el mandato de Yellen que la Fed puso fin a las compras de bonos, a finales de 2014, y, con ello, al aumento de su balance, que alcanzó los 4,3 billones de dólares. También fue con ella que comenzó a subir los tipos de interés. La primera vez, en diciembre de 2015; para a continuación, en 2016, subirlos una vez más, también en diciembre. Y en el año 2017 han sido tres incrementos del precio del dinero, hasta situarlo en el 1,5%. Para el ejercicio actual, también ha dejado la senda marcada: serán, en principio, tres las subidas de los tipos oficiales en 2018. Powell ya sabe, al llegar a su despacho esta misma semana, que el mercado está preparado para un nuevo incremento del precio del dinero. No sólo está preparado, sino que lo espera.  

Por si fuera poco con esto, a finales del año pasado, Yellen también dejó escrito y en marcha el modo en que se irá reduciendo el balance de la institución, dejando de reinvertir paulatinamente los vencimientos de los títulos atesorados.

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Si con estas decisiones Yellen no provocó un terremoto en la Bolsa, tampoco lo ocasionó en el mercado de renta fija. Cuando llegó a la presidencia de la Fed, el interés del diez años americano rondaba el 2,70%; bajó hasta el 1,40% a mediados de 2016; y ha repuntado desde entonces hasta ese mismo 2,70%, quizás más por las expectativas derivadas de la elección de Donald Trump en cuanto a bajadas de impuestos e incremento del gasto público que por la gestión de Yellen.

Y eso que, con el progresivo endurecimiento monetario, la ya casi expresidenta de la Fed ha querido dejar herramientas de política monetaria a su sucesor, por si en un futuro próximo vienen mal dadas en la economía. Sería un gran problema que llegara una nueva recesión y los tipos de interés estuvieran aún en mínimos históricos, o cerca. De momento, los analistas no ven riesgo de recesión ni este año ni en 2019, quizás sí a partir de 2020.

El tándem formado por Ben Bernanke, un republicano pragmático y muñidor de la política expansiva de la Fed que ayudó a que Estados Unidos saliera de la recesión de manera fulgurante, y Janet Yellen, una demócrata fiel a sus principios que fue desmontando poco a poco la maquinaria puesta en marcha, ha resultado ser perfecto.

No exageramos: las críticas que las mentes más progresistas o igualitaristas podrían hacer (y hacen) a la política monetaria expansiva ya las ha hecho el propio Ben Bernanke. Sí, él ya ha realizado el diagnóstico de que las políticas adoptadas por las autoridades monetarias tanto de Estados Unidos como del resto del mundo afectan a la distribución de la renta y la riqueza.

El hecho de que Donald Trump no propusiera a Yellen para un segundo mandato también deja claro que el suyo no es un perfil manipulable, sino independiente. También, que a Donald Trump no le ha gustado su gestión. De hecho, el presidente insistió en ello durante toda la campaña electoral. Trump, en principio, se mostraba partidario de una política monetaria más restrictiva, con tipos de interés más altos que reforzaran al dólar. La semana pasada en Davos, de hecho, el presidente defendió un billete verde más apreciado, en contraposición de los deseos de su secretario del Tesoro. Veremos lo que ocurre cuando el hombre de Trump, Powell, esté al mando de la maquinaria monetaria estadounidense, veremos si opta por una política más restrictiva de verdad aún a riesgo de frenar el crecimiento o se deja llevar por la tentación de seguir sosteniéndolo, porque de ello puede depender su reelección en menos de tres años. 

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