Los directivos empresariales y el Rey
Dos motivos otorgan un marcado relieve al XVI Congreso de la Confederación Española de Directivos y Ejecutivos (FEDE) que se[…]
Dos motivos otorgan un marcado relieve al XVI Congreso de la Confederación Española de Directivos y Ejecutivos (FEDE) que se celebró la semana pasada en Alicante. Ambos merecen retenerse.
Por una parte, lo que testimonia de afirmación y continuidad de una apuesta que ahora ha cumplido veinte años: agrupar a distintas asociaciones de directivos, con objeto de dotarlas de una representación en consonancia con la función económica y social que realizan los responsables de la gestión empresarial. Iniciativa plausible, propia de la sociedad civil de una democracia asentada y de una economía con músculo empresarial: los 1.300 ejecutivos reunidos en esta ocasión, representando a algo más de cuarenta entidades y 150.000 directivos, da prueba de ello.
La proyección de la imagen social que así se potencia de tal colectivo profesional tiene una enorme importancia. Una sociedad abierta y avanzada, política y económicamente, ha de poner en valor la función directiva. Es un deber imperioso entre nosotros, que durante tanto tiempo hemos convivido con el lugar común de una innata incapacidad para la aptitud directiva, como si de una variante empresarial de «la leyenda negra» se tratara. Infundado lugar común siempre, ahora desmentido con especial contundencia: ¿cómo explicar, si no, la asombrosa internacionalización de la empresa española en los dos últimos decenios y, hoy mismo, el cambio de modelo productivo que está conociendo nuestra economía al conseguir crecer con superávit por cuenta corriente y situarse España entre los países con mayor propensión a exportar en relación con el producto interior bruto, por delante, en Europa, de Reino Unido, Francia e Italia? Sin directivos altamente cualificados, sin talentosos y profesionalizados ejecutivos, no hubiera sido factible. Importa mucho lo repetiré trasmitir esta evidencia, pues nada ayuda tanto, en el medio y largo plazo, al despliegue de la creatividad empresarial como un clima de opinión que aprecie el emprendimiento y la gestión directiva. Es a lo que contribuye eficazmente la CEDE, impulsando con renovado empeño la actuación ética profesional y la formación permanente de los directivos.
El ofrecimiento al Rey de la presidencia de honor de la organización es la segunda razón aludida. Gesto pleno de sentido y también oportuno. Obvio es lo primero: la Corona ha sido en la democracia española soporte básico de la estabilidad institucional, ese inmejorable aliciente para la inversión y los proyectos empresariales; a su vez, el tejido empresarial contribuye a vertebrar el país. Y es obvia igualmente la oportunidad: si la oferta se hizo con palabras de especial resonancia tras el crucial discurso de Felipe VI el pasado 3 de octubre («Majestad, usted es, sin duda, el primer directivo del país y lo demuestra día a día en el ejercicio de su responsabilidad, con determinación y compromiso...»), el Rey empleó para aceptarla términos inequívocos en el contexto del escenario político de Cataluña: «El desarrollo y el progreso en las sociedades actuales claramente alcanzan cotas de mayor éxito cuando aplican fórmulas de colaboración...». Meridiano mensaje final de la reunión alicantina.