¿Anticiparse al mercado o seguir una estrategia de inversión?
Cada decisión supone tomar un riesgo. Como en muchos otros terrenos, las decisiones que tomamos respecto a las inversiones financieras[…]
Cada decisión supone tomar un riesgo. Como en muchos otros terrenos, las decisiones que tomamos respecto a las inversiones financieras no siempre son racionales y lógicas. Este hecho se ha constatado a través de varios estudios que explican nuestro comportamiento en un campo de la investigación que se ha venido en llamar finanzas conductuales, a partir del término inglés behavioral finance.
Aunque una gran parte de la teoría económica se basa en la creencia de que los individuos se comportan de manera racional y que el mercado es por tanto eficiente, lo cierto es que ha podido comprobarse que el comportamiento racional no es tan predominante como creemos. Las finanzas conductuales tratan de entender y explicar cómo influyen las emociones humanas en el proceso de decisión de los inversores.
Según un estudio llevado a cabo por una firma de servicios financieros en 2001, tomando como muestra el periodo de los 17 años anteriores a diciembre del año 2000, el índice S&P 500 generó un retorno medio de 16,29 por ciento anual, mientras que el inversor típico en fondos de renta variable obtuvo un 5,32 por ciento en el mismo periodo, una diferencia de 10,97 puntos. En renta fija, esta diferencia se hacía notar también, con el inversor en fondos de este tipo de activo obteniendo un 4,18 por ciento menos que el mercado de bonos. El estudio concluía que la media de los inversores no conseguía igualar los retornos alcanzados por los índices de mercado.
Esta gran discrepancia de resultados ha dado lugar a varias teorías que tratan de dar una respuesta a este comportamiento. Una de ellas es la teoría del remordimiento que trata sobre la reacción emocional que experimentamos cuando cometemos un error de juicio al tomar una decisión. Aplicado a un inversor en renta variable, en el momento de vender una acción, su decisión se vería afectada por el precio al que la adquirió, tratando de evitar el remordimiento de haber hecho una mala inversión. Como consecuencia y, ante el temor de cometer un error, decide no venderla.
En este caso, lo más conveniente sería preguntarse ¿cuáles serían las consecuencias de repetir la misma compra si considerara invertir en ella nuevamente? Si la respuesta es que no la adquiriríamos, deberíamos venderla. Porque si no lo hacemos, estaríamos cayendo en un circulo vicioso en el que el miedo a perder nos haría perder aún más de lo que supondría venderla en este momento. Nos conviene aceptar habernos equivocado. Errare humanum est.......
Otra teoría es la de la Contabilidad Mental. Se ha observado que los seres humanos tienen una tendencia a situar determinados eventos en compartimentos mentales diferentes, lo que afecta en gran medida a nuestro proceso de toma de decisiones. Por ejemplo, si se ha comprado una entrada para asistir a un concierto, que le ha costado 20 euros, y cuando llega a la sala de conciertos descubre que se lo ha olvidado en casa, ¿compraría otra entrada? Parecida situación, desde el punto de vista contable, supondría llegar a la sala de conciertos sin tique de entrada, tras haber perdido un billete de 20 euros. ¿Compraría un tique con otros 20 euros? Las investigaciones demuestran que un 88 por ciento compraría el tique en el segundo caso, frente a sólo un 40 por ciento en el segundo. Igual pérdida económica, pero contabilidad mental diferente.
Una tercera trata de explicar la irracionalidad en la toma de decisiones es la teoría de las perspectivas o de aversión a las pérdidas. Según esta teoría, las personas experimentamos una emoción mucho más intensa ante una pérdida que ante una ganancia, una pérdida se percibe siempre como mucho mayor que una ganancia del mismo valor. Esta teoría nos sirve para explicar por qué los inversores toman a menudo más riesgos para evitar una pérdida que para obtener una ganancia; razón por la cual son muchos los inversores que mantienen su posición en un valor de riesgo, con la esperanza de que su cotización se recupere.
Y es que tendemos a valorar algo que ya poseemos por encima del precio que estaríamos dispuestos a pagar por ello si no lo tuviéramos. También explicaría por qué muchos inversores tienden a mantener las acciones que están generando pérdidas y a vender las que están ganando, basándose en la idea de que los perdedores de hoy serán los ganadores de mañana. Se puede aplicar también a la tendencia de los inversores en fondos a seguir al mercado, con el resultado de que la inversión fluye más rápidamente hacia los fondos que atraen mayor atención y sale con mayor lentitud de los fondos que están teniendo un comportamiento inferior al del mercado.
Otro efecto que influye también en el mercado es el del Anclaje, según el cual los inversores con frecuencia asumen que, en ausencia de nueva o mejor información, el precio del mercado es correcto. Se tiende a otorgar demasiado crédito a opiniones y eventos de mercado recientes y erróneamente extrapolar tendencias recientes que difieren de probabilidades históricas medias a largo plazo. En mercados alcistas, las decisiones de información están frecuentemente basadas en precios anclados, considerados significativos por su cercanía a precios recientes,
En muchas ocasiones los inversores sobrerreaccionan. En mercados alcistas el optimismo es más alto de lo que correspondería a la valoración del mercado y, viceversa, en mercados bajistas el pesimismo es también más pronunciado. Y los inversores también pueden pecar de un exceso de confianza, ya que cada persona tiende a considerar que posee habilidades superiores a la media y a sobrestimar su conocimiento respecto a otros. Basándose en este exceso de confianza, muchos inversores creen que pueden batir consistentemente al mercado, pero la realidad es que existe una gran cantidad de evidencias que prueban lo contrario. Además, esta sobreconfianza lleva también a un exceso de operaciones, que con su coste merman los beneficios de la inversión.
Las finanzas conductuales ciertamente reflejan algunas de las actitudes presentes entre los inversores. Evidentemente los inversores se comportan con frecuencia de forma irracional, generando ineficiencias en los mercados y valoraciones erróneas, que suponen oportunidades de inversión. Otra cuestión sería, hasta qué punto estas teorías pueden utilizarse para gestionar una inversión eficientemente y con buenos resultados económicos.
Lo que sí puede concluirse es que los inversores son sus peores enemigos. Tratar de adivinar la tendencia del mercado, a la larga no compensa. De hecho, suele tener como resultado un comportamiento irracional y extravagante, además de mermar el capital. Por el contrario, aplicar una estrategia bien pensada y seguirla con disciplina puede ayudar a evitar muchos de los errores comunes al invertir.
El proceso de toma de decisiones no es exactamente un proceso analítico. Por el contrario, nuestras emociones juegan un papel crítico para ayudarnos a filtrar varias posibilidades de forma rápida, incluso cuando nuestra mente no sea consciente de ello. De esta forma, nuestros sentimientos intuitivos guían nuestro proceso de toma de decisiones hasta el punto de que nuestra mente consciente pueda hacer una buena elección. Por lo que, de la misma forma que las emociones pueden llevarnos a tomar decisiones inadecuadas, su escasa implicación en el proceso podría tener las mismas consecuencias.
Pero dejarnos llevar solo por las emociones no es lo más aconsejable. Al gestionar nuestras inversiones, tener un plan a largo plazo puede ser de gran ayuda.
Paula Mercado
Directora de Análisis
VDOS Stochastics y quefondos.com