«No es ninguna herejía que los robots contribuyan a la seguridad social»
El mundo está viviendo una revolución laboral. Es un hecho inevitable. Pero en manos de los Gobiernos está diseñar un modelo que se adapte a la nueva realidad
¿Está en juego su puesto de trabajo? Pues sí, probablemente. Al menos, tal y como lo tiene concebido a día de hoy. La cuarta revolución industrial ya está aquí y tanto las empresas como los Gobiernos, y la sociedad deben adaptarse, afirma Jonas Prising, presidente y CEO de Manpower Group, una de las mayores empresas de gestión de talento. El atractivo de España no deberá ser la mano de obra barata, sino la puntera en las cualidades que van a demandar los puestos de trabajo del futuro, asegura.
Para 2020 se habrá destruido 5 millones de puestos de trabajo, según cifras del World Economic Forum (Foro Económico Mundial). ¿Es la nueva realidad a la que nos debemos acostumbrar?
Ciertamente creemos que hay puestos de trabajo que se van a suprimir con el avance tecnológico, pero que, al final, se habrá creado más empleo del que se habrá destruido. Es difícil de predecir. ¿Serán 5 millones de empleos? ¿Serán 10 millones? Nadie lo sabe. Son conjeturas. Lo que sí sabemos es que la tecnología va a tener un impacto en la mayoría de industrias. Y las empresas van a buscar trabajadores que tengan la destreza para aprovecharse de ello. El mundo pertenecerá a una mano de obra cualificada. Aquellos puestos que no requieran cualificaciones, especialmente en países desarrollados, van a ver mucho menos crecimiento. Esta polarización entre los que tienen esas habilidades y los que no ya se está notando hoy en día. Lo vemos en las cifras del paro, pero también en los resultados electorales.
¿No cree que el futuro laboral vaya a ser tan negro como se pinta?
No, no lo creo, en el sentido de que no veo que vaya a desaparecer el 50 por ciento de los puestos de trabajo. Pero, a la vez, creo que para tener éxito y un alto grado de «empleabilidad» será necesario tener las habilidades adecuadas para que pueda contribuir productivamente a las organizaciones para las que trabaja. La eliminación del trabajo no va a ser el gran riesgo, pero la necesidad de una mano de obra cualificada es un reto mayor tanto para las empresas como la sociedad.
¿Qué le hace pensar que las empresas vayan a ser proactivas en la creación de empleo? ¿Lo harán a la suficiente velocidad como para compensar la destrucción de empleo?
La verdad es que no sabemos. Al final, siempre se ha creado más empleo del destruido, pero, al principio, pasa un tiempo antes de que se encuentren nuevas vías para aplicar esa tecnología y la creación de nuevas profesiones.
¿Serán capaces las compañías de encontrar perfiles de trabajadores para esos nuevos puestos de trabajo?
Incluso ahora mismo no encuentran trabajadores cualificados suficientes. Es lo que percibimos de las encuestas que realizamos a 45.000 directivos de 55 países distintos. En España, el 23 por ciento de los empleadores afirma que tiene dificultades para encontrar gente con las habilidades necesarias. Puede sonar como una cifra alta, pero la media global es del 40 por ciento, con Japón en cabeza. Claramente se sigue percibiendo las consecuencias de la recesión en las altas cifras de desempleo, pero sigue siendo difícil encontrar los perfiles necesarios.
¿Cuál es la solución a esta paradoja de alto desempleo y falta de personal cualificado para los puestos que ya existen?
Hace falta un enfoque completamente nuevo al desarrollo de habilidades. Hace falta una revolución. Que haya esfuerzos sistémicos por mejorar las cualificaciones de quienes no están participando en el mercado laboral actual, especialmente de las mujeres. Debe ser también una responsabilidad del individuo.
¿Qué pasará con esa clase media que depende del trabajo manual? ¿Qué futuro pueden esperar?
Claramente siempre va a haber necesidad de cierta mano de obra manual. Pero no tanto como antes. Estos trabajadores necesitan buscar áreas donde poder incentivar sus habilidades. Aunque reconozco que es improbable que alguien que lleva toda su vida dedicada a una profesión, de repente quiera ser programador informático. Probablemente tenga las capacidades para hacerlo, pero no querrá. Querrá dedicarse a aquello por lo que siente pasión. Así que parte de esta revolución será mover el trabajo a donde están las personas. Con la ayuda de la tecnología, uno puede pensar en mover ciertas actividades hacia áreas donde hay un nicho de talento infrautilizado. Es decir, que sea más barato, que estén disponibles inmediatamente y que se pueda invertir en su desarrollo para adecuarles a las necesidades del trabajo.
Hablando de «barato», gran parte de empresas disruptivas de los últimos años están triunfando con modelos de servicios 'low cost', pero también lo hacen con puestos de trabajo 'low cost'.
Lo que está claro es que son nuevas maneras de hacer las cosas. Todas estas compañías, en cierto modo, han facilitado el trabajo, con lo que un mayor número de personas ha tenido acceso a él, pero en realidad es un servicio que ya existía, solo que no era visible. Han creado una nueva categoría de trabajo. Para nosotros, lo que va a importar realmente en esta revolución laboral es que se cambie el enfoque, de la seguridad laboral a una perspectiva que asuma que el individuo trabajará de muchas y distintas maneras y que la carrera profesional será más larga. Y por ello, los Gobiernos deberán centrarse en generar esa estabilidad en las distintas fases.
¿Habrá un impacto temporal en las arcas de la seguridad social?
Por supuesto que habrá menos trabajadores contribuyendo al fondo de pensiones porque la demografía es muy pobre. Cómo expandimos las vías para la contribución a la seguridad social probablemente llegará con la expansión de la vida laboral. La edad de jubilación se ha incrementado, de media, un año en las últimas décadas; la esperanza media de vida ha subido 19 años en ese mismo periodo. Está claro que la población europea está envejeciendo con rapidez. No hace falta ser un genio de las matemáticas para darse cuenta de que las cifras no dan. Los Gobiernos deberán tener el valor, y los ciudadanos la capacidad de entender, para asumir que el sistema actual no funcionará para las futuras generaciones.
Se habla de la idea de que los robots que sustituirán a los trabajadores contribuyan al sistema de pensiones vía impuestos. ¿Puede ser una solución?
Por supuesto. Al menos, es un concepto del que hay que hablar. Hay que pensar en nuevas vías para generar fondos para la seguridad social a medida que surgen nuevos modelos de empleo. Así que no creo que sea una herejía tener algún tipo de contribución por parte de la automatización, siempre y cuando no frene la inversión en ella. Porque si no, sería dispararse en el pie.