Está bien ganar, pero lo mejor es no perder
A la chita callando y entre los desafectos de diputados conservadores y laboristas a sus partidos por la mala gestión[…]
A la chita callando y entre los desafectos de diputados conservadores y laboristas a sus partidos por la mala gestión del Brexit y el encuentro chino-norteamericano para tratar sus problemas comerciales, los mercados bursátiles se recomponen. Ya están a niveles de finales de noviembre, poco antes de que se produjera la gran caída de las cotizaciones, que dejó tocadas las carteras de los inversores. Es ahora, al recuperar dos tercios de lo perdido en el último trimestre del pasado año, cuando muchos ahorradores/inversores parecen dispuestos a aplicar las enseñanzas que conlleva toda crisis. En febrero, salieron de los fondos de Bolsa comercializados en España casi 300 millones de euros y pueden ser pocos, pese a la recuperación producida en las últimas semanas.
Los ahorradores han comprendido durante esta crisis el sentido de una teoría desarrollada en 1979 por dos economistas, uno de los cuales (Daniel Kahneman) lograría en el año 2000 el Premio Nobel de Economía. La Teoria de la Prospectiva señala que a la hora de colocar nuestro dinero tenemos una mayor aversión a la pérdida que al riesgo. Nos cuesta más asumir la posibilidad de perder una parte del patrimonio con el que ya contamos, que darnos la oportunidad de incrementarlo a partir de un cierto riesgo. Y ello con las mismas posibilidades de ganar que de perder. Muchos de los ahorradores e inversores que abandonarán sus fondos de Bolsa en las próximas semanas habrán llegado a la conclusión de que obtener algunas ganancias con la evolución de la Bolsa no compensa asumir pérdidas como las registradas en octubre y diciembre pasados. Claro que deberán afrontar otro problema no menor: ¿Dónde colocar el dinero que saquen de los fondos de Bolsa?. Lo puede dejar a la intemperie de la inflación a través de una cuenta corriente con sus correspondientes gastos anuales de gestión y administración o puede comprar un bono de renta fija de un banco de primera fila con vencimiento en el 2025 con un uno por ciento de rentabilidad anual. O un bono con un 1,5 por ciento de rentabilidad, también a seis años, de un fabricante de automóviles que ha hecho propósito de no volver a mentir con los niveles de contaminación de sus productos.