La inflación
La opinión más generalizada respecto a la inflación es que si no estamos en deflación nos aproximamos a ella y[…]
La opinión más generalizada respecto a la inflación es que si no estamos en deflación nos aproximamos a ella y que sus tasas negativas son necesariamente nocivas para la economía.
La evidencia empírica muestra que la inflación negativa no es necesariamente nociva para la economía. Todo depende de cuáles sean su causas. El siglo XIX, caracterizado por incrementos espectaculares de la productividad, como consecuencia de la introducción en los procesos productivos de los avances de la primera Revolución Industrial, y la estabilidad monetaria, derivada del predominio del patrón oro, simultaneó períodos de importantes crecimientos económicos con caídas de precios. No siempre han estado unidas las caídas de precios con contracciones económicas como ocurrió en Norteamérica durante los periodos deflacionistas de los años treinta o en Japón en los noventa.
La reciente evolución de los precios a la baja, sobre todo en los países desarrollados, pese a la decidida actuación de los bancos centrales, tiene muchas explicaciones.
En primer lugar, existen fuerzas desinflacionistas tales como la globalización, el avance tecnológico, la mayor longevidad de la población y el desapalancamiento financiero. En segundo lugar, los elevados niveles de desempleo también han presionado a la baja la inflación.
Por otra parte, las abultadas correcciones del precio del petróleo que hemos observado en los últimos años han tenido un efecto nada despreciable sobre el índice general de precios. Pese a que en el análisis económico utilicemos el concepto de inflación subyacente, que es la que resulta de sustraer a la tasa general los elementos más volátiles de la misma, tales como los alimentos frescos y los carburantes, lo cierto es que no conseguimos aislarla de los mismos. En la inflación subyacente quedan todos los efectos que la inflación de esos componentes tienen sobre el resto, al no ser independientes de ellos. Por ejemplo. la inflación subyacente suprime el efecto directo de la bajada de los carburantes, pero no las consecuencias subsiguientes de la misma, como podría ser el abaratamiento del transporte.
Nuestras previsiones del precio del petróleo es que este tiene un límite superior, situado en el entorno de los 60 dólares, como consecuencia de que es a partir de este nivel cuando entran en rentabilidad numerosos proyectos de shale, y como límite inferior precios por debajo de 45 dólares no permiten reponer en el largo plazo la capacidad productiva. Prevemos, por lo tanto, una estabilidad de precios dentro de este rango de 45-60 dólares.
Si se verifica nuestra hipótesis respecto del petróleo, la inflación ya no estará contagiada por las perturbaciones del precio del crudo, sino que además estará expuesta a las consecuencias de los efectos de segunda ronda. Si a la desaparición de este efecto base del precio del petróleo unimos que el desempleo se ha corregido en EE.UU. y va camino de ello en la UEM, la dinámica esperada de la inflación es la de una recuperación gradual hacia los objetivos de los bancos centrales.
Puesto en cifras, esto significa que, de persistir la estabilidad de precios del oro negro, la inflación europea estaría en el entorno del 1- 1,5 por ciento y la norteamericana en el 2- 2,5 por ciento en algún momento del primer semestre de 2017, y persistirá en esos niveles hasta la aparición de nuevos factores.
Nuestra idea (Servicio de Estudios BBVA) es que la inflación se sitúe en promedio en 2017 en el 1,7 por ciento en España, en el 1,4 por ciento en la Eurozona y en el 2 por ciento en Estados Unidos.
A la vista de estas previsiones, se hace difícil entender que las rentabilidades del bono alemán a 10 años permanezca en el entorno del 0 por ciento, cuando un bono a un vencimiento a tan largo plazo debería pagarnos no solo la capacidad adquisitiva del dinero que prestamos (inflación), sino también un tipo de interés real que nos compense por la renuncia al consumo actual por otro a futuro. La explicación está en el QE del BCE, esto es, en las compras de bonos por parte de instituto monetario europeo. Lo más probable es que este efecto persista en 2017, de modo que si hubiera caídas en el precio de los bonos, estas serían moderadas.