Llamativo contraste
Bloqueo político pero no económico. Interinidad gubernamental y parálisis legislativa frente al buen tono empresarial y al dinamismo de la actividad productiva
Bloqueo político pero no económico. Interinidad gubernamental y parálisis legislativa frente al buen tono empresarial y al dinamismo de la actividad productiva. La proyección exterior de ambos planos el político y el económico realza esa contraposición. Entre los mayores costes del primero si seguimos dejando a un lado la amenaza de quiebra institucional y democrática en Cataluña a manos del independentismo, al que le da alas precisamente la debilidad de un Gabinete en funciones hay que contar el desdibujamiento de España en el escenario internacional. Cierta capacidad de interlocución conseguida con esfuerzo a lo largo de bastantes años corre ahora riesgo de diluirse, de perderse duraderamente. Dentro y fuera de Europa. Tres hechos hablan por sí solos. Por una parte, la cancelación de viajes del Rey desde finales de 2015, y a destinos no poco relevantes: Reino Unido, Corea del Sur, Japón y varias capitales de América Latina. Por otra, el prolongado retraso, que dura ya todo un año, en el obligado relevo según lo reglado o por circunstancias sobrevenidas de nuestros embajadores en casi medio centenar de países, con Estados Unidos, Alemania, India o Rusia encabezando la relación. Tercero, la muy mermada cuando no ausente representación española en los grandes debates que están diseñando la agenda política europea y en foros globales decisorios: desde la Cumbre de Seguridad Nuclear de Washington en la primavera pasada, hasta el encuentro de líderes europeos en la ciudad de Bratislava la próxima semana.
Es, sin embargo, el flanco exterior de la economía española el que simultáneamente nos está deparando mejores noticias. En los dilatados meses de interinidad gubernamental, España alcanza cifras récord en las exportaciones, mantiene un admirable nivel de presencia inversora empresarial en los cinco continentes y, no en último lugar, se apresta a concluir un año histórico en turismo extranjero. Excelentes registros todos. Y todos expresando muy notorias capacidades empresariales. Por lo que concierne a las exportaciones, el balance del primer semestre, hecho público en el paréntesis agosteño, merece resaltarse: las exportaciones españolas de mercancías han logrado un nuevo máximo, con un alza (2,3 por ciento) que, si bien es algo menos de la mitad que el incremento del mismo período del año anterior (4,9), tiene el mérito de conseguirse pese a una coyuntura internacional nada boyante y a pesar de que tanto el conjunto de la UE como la eurozona han conocido retrocesos (0,8 y 0,2 por ciento, respectivamente). Empresas grandes, empresas medianas y empresas pequeñas multiplican su presencia en los mercados exteriores, obteniendo ahí una porción sustantiva de su facturación a despecho de la reactivación del consumo interno. Magnífico. A su vez, la inversión en el exterior sigue trazando con firmeza una senda no poco admirable, corroborando la conclusión de Rafael Myro en su excelente monografía «España en la economía global»: «para sorpresa de muchos, las empresas españolas, que partían del marco protegido que brindaba el mercado interior, han sido capaces de modernizarse e internacionalizarse a un ritmo relativamente rápido...». La guinda, en fin, la pone el turismo, con incrementos sobresalientes en número de viajeros y en ingresos. Por fortuna, también hay cosas elogiables.