Las otras tres grandes crisis que Europa superó

Repasamos el fracaso de la serpiente monetaria europea, la crisis de Maastricht y el referéndum griego

La provocada por el resultado del referéndum británico a favor de la salida de la Unión Europea no ha sido la única crisis a la que se ha enfrentado este club, primero comercial, después monetario y sólo al final precariamente político. 

Si nos ceñimos únicamente a la historia del sistema monetario europeo y a sus crisis, éste se inicia propiamente a principios de los años setenta: en 1972, los países pertenecientes a la Comunidad Económica Europea, conscientes de los problemas que generaban en un mercado común los tipos de cambio totalmente flexibles, crearon la llamada Serpiente Monetaria Europea, para mantener la estabilidad en las cotizaciones cruzadas en sus monedas, tal y como explica el Banco de España en una breve historia sobre el euro. Los resultados no fueron alentadores: "Los desequilibrios en las economías europeas causaron numerosas devaluaciones y revaluaciones, así como diversas salidas y entradas del mecanismo de estabilidad cambiaria". El germen del Sistema Monetario Europeo tuvo lugar, como explica Yanis Varoufakis, ex ministro de Finanzas de Grecia, en su último libro '¿Y los pobres sufren lo que deben?', después de que en 1971 Europa fuera expulsada de la zona dólar y las tasas de cambio entre las monedas europeas empezaran a subir y a bajar alocadamente. La Unión Europea, en esta situación, se encontró con graves problemas para gestionar "tanto el cártel de la industria pesada como la política agraria común que conformaban su base" por lo que se necesitaba construir un anclaje de los tipos de cambio. Y continúa Varoufakis: "Para describir el sistema de tasa de cambio casi fija se utilizó la desafortunada metáfora de la serpiente, para transmitir la idea de que a cada tasa de cambio se le permitiría 'reptar' arriba y abajo por dentro de un túnel muy corto. Su cuerpo principal eran las economías excedentarias centradas en Alemania; su cola la formaban las deficitarias como Francia, Italia, Gran Bretaña e Irlanda. Desgraciadamente, cuando el precio en dólares del petróleo explotó en 1973, a la serpiente se le cayó la cola"

Los países deficitarios no fueron capaces de soportar una tasa de cambio fija con el resto, sobre todo en tiempos de crisis. El plan, el primer experimento monetario, por lo tanto, se abandonó con rapidez. Después de 1974, como apunta Loukas Tsoukalis en el libro "Qué Europa queremos?" sólo quedaba del ambicioso plan de la Unión Económica y Monetaria un acuerdo limitado sobre el tipo de cambio en el que no estaban la mayoría de las divisas de la Comunidad Europea. 

Después de la serpiente de tipos de cambio, el Sistema Monetario Europeo

Pero la construcción europea no se frenó. Sino que avanzó y apenas cinco años después, en 1979, se creaba el Sistema Monetario Europeo: "Se trataba de un intento renovado de establecer entre divisas de la Comunidad Europea un sistema de tipos de cambio fijos, pero ajustables periódicamente (...) La estabilidad del tipo de cambio debía basarse en la convergencia creciente entre las economías nacionales, y el énfasis de estas últimas debía ser puesto en el control de la inflación", explica Tsoukalis. 

Este sistema vivió dos décadas enteras de esplendor: "El periodo comprendido entre 1972 y 1992 se caracterizó por una estabilidad creciente en los tipos de cambio hasta que se desencadenó la tormenta en los mercados financieros", la segunda gran crisis de la construcción monetaria europea.
Tipos de interés y precios fueron convergiendo y al sistema se fueron incorporando poco a poco la libra, la peseta y el escudo, aunque su participación fue corta en el tiempo, por la crisis de 1992. 

La asimetría fue una de las razones de su fracaso. ¿Qué asimetría? La definida porque el marco alemán funcionaba como ancla del sistema y era el Bundesbank, el banco central alemán, el que fijaba el estándar monetario para los demás. Si bien ese desequilibrio en la correlación de fuerzas tuvo consecuencias positivas en el sentido de que países con menor estabilidad, como Italia, tomaban prestada la credibilidad que les proporcionaba su ligazón al marco alemán, como señala Tsoukalis, que recientemente ha estado en España, pronunciando una conferencia en la Fundación Rafael del Pino, también las tuvo negativas: la pérdida de aceptación en momentos de crisis y crecimiento del desempleo, especialmente cuando las prioridades políticas de Alemania divergían de las de otros socios. Especialmente, coincidiendo con la reunificación alemana, en los primeros compases de los años noventa, que disparó el déficit del país y forzó al banco central germano a mantener los tipos de interés altos, mientras la recesión se extendía por el resto de Europa. "Ésta fue una de las principales razones de la crisis cambiaria de 1992-1993; la otra fue la sobrevaluación de algunas monedas después de un periodo sin realineamientos. Los mercados ya no creían en la sostenibilidad de los tipos de cambio bilaterales y finalmente acabaron imponiendo sus inercias al forzar a los gobiernos europeos a sucumbir a las presiones especulativas", explica Tsoukalis. De hecho, Italia y el Reino Unido salieron temporalmente del sistema. 

Hablemos un poco del Reino Unido: "El 26 de agosto de 1992, las presiones sobre la libra provocaron que la City de Londres y todos los operadores del mercado esperaran de Lamont (ministro de Finanzas) una subida de los tipos de interés que mantendría a la libra esterlina por encima de su 'suelo' del SME. Lamont entendió que no había ningún nivel de tipos de interés capaz de mantener a Gran Bretaña dentro del SME sin ahogar su economía real (...) Simplemente no existía ningún tipo de interés, por debajo de niveles estratosféricos, capaz de resolver el problema. El 16 de septiembre de 1992, en una reunión del gabinete de gobierno en el 10 de Downing Street, (Lamont) le recomendó a Major que abandonara el SME inmediatamente", cuenta Varoufakis. Aún se resistió Major, que ordenó a su ministro una subida de los tipos de interés al 15%. Pero fue un fracaso y no evitó que Reino Unido se saliera del SME tras el ataque de los mercados un Miércoles Negro en el que George Soros fue protagonista. ¿Es éste el trauma que explica parte del euroescepticismo británico? A Londres le siguió Roma. 

Publicidad

Maastricht y el "no" de Dinamarca

Antes de que las dudas económicas y sobre los tipos de cambio estallaran sobre Europa, la construcción europea continuaba: el 7 de febrero de 1992 se firmaba el Tratado de Maastricht, que sentaba las bases de la creación de la Unión Monetaria con una verdadera moneda única, a la que los países accederían de cumplir criterios de convergencia en cuanto a inflación, déficits presupuestarios y deuda pública, con objeto de que no se repitieran los errores de la serpiente monetaria y del Sistema Monetario Europeo. ¿Nacía muerto el gran proyecto, el más ambicioso plan de unión monetaria europea?

Uno de los golpes políticos que sufrió el proyecto monetario europeo y que dio más fuerza a los especuladores contra las monedas del Viejo Continente fue el 'no' de Dinamarca a Maastricht en el referéndum del 2 de junio de 1992. Después Francia convocó una consulta el 20 de septiembre en la que ganó el "sí" a Maastricht con tan estrecho margen que no sirvió para calmar los ánimos. 

Sólo se resolvió la crisis cuando los daneses volvieron a las urnas por segunda vez, en mayo de 2013 y, esta vez, sí, con margen y altísima participación, aprobaron Maastricht. 

En la celebración de esta segunda consulta y en su resultado parece residir la fe de quienes creen que finalmente el Reino Unido no saldrá de la Unión Europea, porque podría suceder algo parecido a lo que ocurrió en Dinamarca hace casi un cuarto de siglo: cambio de condiciones de pertenencia a la Unión, segundo referéndum y voto mayoritaria a favor de Europa. ¿Qué consiguió Dinamarca? Decidir ya en 1992 que no se incorporaría al euro, ni a la defensa común, ni a la política policial o judicial. A continuación, John Major, el premier británico, cumplía su promesa y ratificaba Maastricht, prácticamente en las mismas condiciones que Dinamarca. 

Además de estas decisiones políticas, para que la Unión Monetaria sobreviviera, en agosto de 1993, se tuvieron que ampliar las horquillas de fluctuación de las divisas de cada país de la UE desde el -2,5% hasta el -15%. 

La Unión Monetaria también se sobrepuso al referéndum griego que hace alrededor de un año tuvo un resultado cuyo cumplimiento pudo haber roto el euro por su flanco más débil. Las condiciones impuestas por las autoridades europeas a Grecia para poder acceder al rescate fueron rechazadas por el pueblo griego. El gobierno del país, contradiciendo a su pueblo, las acabó asumiendo dado que, de lo contrario, quizás, el ahogo financiero hubiera llegado a tal punto que la única salida para el país hubiera sido salir de la Unión Monetaria. En este caso, hubo poco lugar a la negociación. La presión de Bruselas no cesó. Y Grecia tuvo que capitular. 

Hasta ahora se han encontrado vías para resolver las crisis de la Unión Europea. ¿Por qué ahora tendría que ser diferente?, ¿es ésta una UE más autoritaria que la de principios de los años noventa, como puede mostrar el caso griego?, ¿es menos voluntarista?, ¿ha perdido la ilusión? De ser cierto esto último, ¿quién lo ha hecho más, las autoridades o los ciudadanos?

En portada

Noticias de