Irracionalismo financiero

El pánico, muchas más veces de las que creemos infundido, se traslada de un parqué a otro a velocidad supersónica

Desde hace ya varios años, recuerdo con claridad una anécdota mencionada en una conferencia universitaria y que con el paso de los años va cobrando cada vez más sentido para mí. El hecho en cuestión, ocurría en la plaza de un pueblo español a la que sólo se podía acceder mediante dos entradas, ambas repletas de gente ya que el pueblo se encontraba en fiestas. En medio del tumulto, un grupo de jóvenes tuvo la idea de "animar" la situación iniciando un bulo al grito de "se ha escapado un toro". Pese a que los más cercanos al grupo de jóvenes veían claramente sus intenciones y se mantenían tranquilos, aquellos que estaban más lejos ayudaron inconscientemente a trasladar el anuncio a viva voz y generaron la estampida de cientos de personas, dejando la plaza vacía en pocos minutos sin que existiese un astado en varios kilómetros a la redonda.

Este ejemplo de irracionalidad sirve perfectamente para ejemplificar lo que muchas veces ocurre en los mercados financieros. El pánico, muchas más veces de las que creemos infundido, se traslada de un parqué a otro a velocidad supersónica, consecuencia de un mundo globalizado, y genera movimientos extremos en cuestión de minutos. Comúnmente se dice que la bolsa sube en escaleras y baja en ascensor, señal de que es mucho más sencillo controlar los sentimientos de codicia que reinan en los máximos, que el de pánico generalizado que provoca las tan abruptas caídas.

Estos movimientos son inherentes al mercado en sí de igual forma que lo son para los intervinientes en dicho mercado ya que no debemos olvidar que el comportamiento de los mercados es precisamente un agregado del comportamiento humano. A simple vista parece pues, que mantener la cabeza fría e invertir en base a la realidad conocida nos puede salvar de ello pero la verdad es bien distinta. La realidad es que si tratamos de entrar a la plaza conscientes de que no existe peligro alguno nos veremos arrollados por la masa de gente deseosa de huir del mismo y resultará imposible llevar la contraria, es por ello que en bolsa muchas veces, llevar la razón sobre un hecho no implica que vayamos a ganar dinero por ello. Que se lo digan sino a aquellos inversores que detectaron correctamente la burbuja tecnológica norteamericana antes del 2000 o aquellos que trataron de posicionarse vendidos en constructoras españolas antes de que estallase la crisis. En ambas situaciones el resultado hubiese sido el mismo, una gran dosis de moral para su ego, pero ni un euro en el bolsillo.

Aceptando pues esta premisa, nos damos cuenta de que en muchas ocasiones el mercado no es perfectamente racional como describen muchos manuales de economía y que por tanto, del análisis de esa irracionalidad deriva en gran parte nuestras probabilidades de éxito. Decía el inversor más famoso de todos los tiempos, el estadounidense Warren Buffet que "si los mercados fueran eficientes, yo estaría pidiendo caridad en la calle".

Por tanto conviene aceptar, que los mercados en sí no son buenos o malos por naturaleza, son tan sólo un reflejo de nosotros mismos. El mercado que hoy nos pide 130 puntos básicos de diferencial con la deuda alemana es exactamente el mismo que hace dos años nos pedía 600 puntos, por tanto no debemos caer en el error mayúsculo de personalizar nuestra ira contra un ente intangible cuando seguramente la realidad es que estamos nosotros mismos contribuyendo a ello, ni antes nos merecíamos esos diferenciales tan anchos ni seguramente ahora estos tan estrechos con los que estamos cotizando.

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