BCE, la integración bancaria y la gobernanza europea
No hubo muchas novedades en la presentación ayer del presidente del BCE ante el Parlamento.
No hubo muchas novedades en la presentación ayer del presidente del BCE ante el Parlamento. Lo que no significa que no fueran interesantes sus palabras: crecimiento limitado, no burbujas aún de precios de activos financieros, necesidad de más reformas nacionales con integración, vigilando el riesgo derivado de la geopolítica/apreciación de la moneda. En definitiva, esperar y ver acontecimientos. Pero, predispuesto a tomar nuevas medidas expansivas, que ahora pasarían por la compra de activos, si fuera preciso en el futuro.
Pero la realidad es que el próximo reto que tiene por delante el BCE es asumir el papel de supervisor único. Tampoco en esta faceta ha quedado fuera la polémica, con algunos consejeros cuestionando la posibilidad de que se pueda asumir este nuevo papel, con el actual de gestor de la política monetaria. ¿Hay factores políticos que deben considerarse? Mejor, la posibilidad de que parte de sus decisiones en política monetaria estén condicionadas por su nuevo papel de supervisor.
Aunque otros lo verían algo diferente: el BCE habría tomado decisiones al límite de su mandato como el OMT o el TLRO, incluso en el futuro la posibilidad de QE, como contrapartida de la integración europea que ha supuesto la Unión Bancaria. ¿No están de acuerdo? Bueno, les reitero que todo lo que rodea a la autoridad monetaria europea es objeto de polémica. Pero, de facto, hoy por hoy, el BCE ha asumido el papel no sólo de garantía de la supervivencia del euro, como en teoría de prestamista de última instancia en la zona.
En cada discurso, el presidente del BCE también reitera la necesidad de que la banca siga con sus ajustes (de balance) y su fortalecimiento (de capital). Y simultanea estas peticiones con otras en las que pide una mayor expansión del crédito. Todo es posible, si le damos tiempo. La realidad es que la banca europea ha reducido activos por 4.3 billones en los últimos dos años y medio, han crecido capital por 45 mil millones, sólo en el último año y se han aprobado medidas a nivel nacional para ayudar en el refuerzo del balance (pensemos en los DTAs en España o la revaluación de los activos del Banco de Italia).
Todo lo que sea necesario para enfrentarse, en la mejor forma posible, ante el "Comprehensive Assessment" del BCE de noviembre: tanto test de estrés como las pruebas de solidez. Naturalmente, el BCE es el primer interesado de que estas pruebas sean exitosas, considerando el riesgo de credibilidad que asumiría si esto no fuera así.
El objetivo de la integración bancaria, al menos los objetivos a medio y largo plazo en términos de estabilidad financiera, mejorar el acceso al crédito y reducir la fragmentación financiera (incluyendo en este punto la ruptura de la relación entre riesgo soberano y financiero), son prioritarios para que la Unión Monetaria se haga más sostenible a medio y largo plazo, más allá del apoyo que pueda dar el BCE a corto y medio. Naturalmente, el resto de las medidas aprobadas desde el SRM al SSM suponen, sin duda, un necesario marco institucional para resolver las potenciales crisis que puedan surgir, tanto en este momento, al valorar la situación del Sistema, o en el futuro. Por cierto, el mercado valora los potenciales problemas de capital del sector entre 50/600 billones. Sí, todos estamos un tanto despistados sobre los resultados del análisis del BCE. Pero, eso sí: las autoridades nacionales repiten sin cesar que no habrá grandes sorpresas negativas, al menos en las entidades que supervisan.
¿Y el BES? ¿una excepción? Sin duda, hay mucho que hacer aún para lograr que la Unión Monetaria sea una zona óptima. Pero, mientras se consigue (si se hace en un tiempo razonable) las autoridades deben reforzar el entramado institucional que evitará nuevos conatos de tensión en un potencial futuro económico menos esperanzador que el actual. Todos nos debemos preparar para ello.