Draghi nos engaña

El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, ha dicho que la institución se sentirá cómoda actuando el mes que[…]

El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, ha dicho que la institución se sentirá cómoda actuando el mes que viene. Ha añadido, además que le preocupa que el euro esté tan alto, porque incrementa las tensiones deflacionistas. Los mercados se han fiado y han subido. Mucho, además. Sobre todo el Ftse Mib de Milán y el Ibex-35, dado que España e Italia serían los principales beneficiarios dentro de la zona euro. 

Pero nos conocemos el historial de la institución. Sobre todo su historia capitaneada por Mario Draghi. Por eso, nos preguntamos: ¿Y si Draghi envía estos mensajes sólo para ganar tiempo, para conseguir que la inflación se estabilice sin tener que hacer nada? Él pone su granito de arena frenando la apreciación del euro. Sabe que las palabras le funcionaron una vez (¡y cómo!) con la deuda pública. Acabó con los problemas de financiación de España e Italia, en parte, con una declaración de intenciones que jamás se llevó a efecto. 

En esta línea habla, por ejemplo, Daniel Pingarrón, de IG. Ganar tiempo tiene sentido porque, como recuerda este experto, la inflación en la eurozona tuvo un fuerte incremento en abril. Y, además, la cercanía del verano invita a pensar que será muy difícil que los precios se comporten tan mal como en febrero o en marzo. Y el resto de variables de la economía europea evoluciona en su mayoría a un ritmo superior al que se atisbaba hace seis meses. Aunque algunos flaquean, como hemos visto esta semana, fundamentalmente los industriales, tanto en Alemania, como en Francia o en España. 

Pero, en general, a tenor de los datos objetivos, dice Pingarrón, no deberíamos estar más cerca de que se emprendiese un programa de expansión cuantitativa en Europa que hace un par de meses. 

Draghi nos engaña. Un poco. Sobre todo a los mercados. Aunque los inversores, soñando con un programa de compra de bonos el mes que viene, verán hinchados los precios de sus activos, descontando el 10% que se podrían anotar de subida las acciones si Draghi, finalmente, se lanza de cabeza a las políticas heterodoxas. Luego puede llegar la decepción si el Eurobanco no hace nada. O no, si es que la inflación se normaliza sin necesidad de la agresividad del banco central. 

Lo que ocurre es que estas expectativas no crean empleo. Pero parece que las instituciones europeas no están preocupadas por crear puestos de trabajo. Estamos leyendo a Carlos Ochando sobre el Estado de Bienestar y dice que una de sus características era el intervencionismo de los organismos públicos para garantizar una demanda agregada adecuada apostando por el pleno empleo, salarios adecuados y la seguridad social, para evitar a los ciudadanos las incertidumbres inherentes a los ciclos del capitalismo. Ahora podemos decir que el Estado de Bienestar ha muerto porque estas cosas ya no les importan a nadie. 

O sí. La gran excepción es una persona que, afortunadamente, tiene un poder extraordinario. Hablamos de Janet Yellen, la presidenta de la Reserva Federal norteamericana. Esta semana, en su comparecencia ante las Cámaras de EE.UU., ha afirmado que le preocupan el paro de larga duración, la contención salarial y el crecimiento del empleo a tiempo parcial. 

En España aplaudimos con las orejas y apenas un 9,6% de los contratos firmados en abril son indefinidos.

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Seamos optimistas, podemos decir que el espíritu del Estado de Bienestar renace en EE.UU., con sucedió en los años treinta. Y que en unos años puede hacerlo también en Europa. Ochando dice también en su libro que los periodos de profunda y amplia incertidumbre contribuyen a establecer las bases motivacionales del comportamiento moral que fundamenta el Estado de Bienestar. Quizás lo tengamos que volver a pasar muy, muy mal, para darnos cuenta de que por este camino vamos al desastre. Quizás tengamos que sentir todos y cada uno de nosotros que el mal destino de cualquiera puede ser el propio y, de esta manera, comencemos a reflexionar sobre los intereses de todos. 

El Estado de Bienestar, recoge Ochando, fue una feliz consecuencia de una experiencia desesperadamente infeliz que hace a la gente más moral, al menos durante algún tiempo. "La incertidumbre del tiempo de guerra y el compartir el riesgo nos parece que proporcionan una explicación particularmente poderosa, no sólo de los orígenes, sino de la persistencia y ahora de la decadencia del Estado de Bienestar de posguerra". Igual necesitamos el shock que sufrimos para volver a ser humanos. 

Hemos empezado por Draghi, hemos continuado con Yellen y llegamos al Estado de Bienestar. Y todo cuadra. 

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