Europa: una recuperación poco sólida
Un desempleo record, que supera los niveles de todos los países y zonas del mundo, que ha sufrido la peor crisis financiera y de deuda de toda su historia moderna.
Un desempleo record, que supera los niveles de todos los países y zonas del mundo, que ha sufrido la peor crisis financiera y de deuda de toda su historia moderna, riesgo de deflación generalizado y, por si fuera poco, una amenaza de guerra se cierne sobre un país vecino, al que se le ha manifestado, explícitamente, un compromiso de apoyo. Sin embargo, los mercados de la Eurozona, tanto de renta fija como de bolsas, e incluso, en los de tipos de cambio, han mostrado una recuperación formidable en los últimos meses ¿Qué es lo que ven los inversores para actuar con tanto optimismo?
La mayor parte de los flujos de inversión ha ido a parar a la renta variable y a la deuda de países periféricos, entre ellos el nuestro. El euro, por su parte, ha subido un sorprendente 15% desde mitad del 2012 hasta niveles tan problemáticos, que ha provocado la reacción unánime de los miembros del Banco Central Europeo.
Una explicación a este fenómeno podría ser el que las economías emergentes, que anteriormente constituían un objetivo apetitoso de inversión, han comenzado a decaer por la política de retirada de estímulos de los Estados Unidos, y gran parte de este flujo de inversión se desvía o se repatria hacia Europa. Por otro lado, la bolsa norteamericana empieza a percibirse como sobrevalorada, y el temor a que los tipos de interés comiencen a subir hace que, de momento, sea menos atractiva.
También es cierto que Europa viene de momentos de crisis absoluta. Recordemos que apenas hace algo más de un año se hablaba de un colapso generalizado y de ruptura de la Unión Europa. Es, por tanto, comprensible que en una normalización, el mero hecho de ajustarse a niveles más normales produzca una recuperación sensible.
Pero detrás de todos los datos de falta de crecimiento y de desempleo existe otro que no ha pasado inadvertido a los mercados y que explica, aunque no justifica de manera sólida, la recuperación de la divisa y la mejora de la percepción del riesgo Europa de los inversores internacionales, ya que este es el superávit por cuenta corriente.
Europa viene experimentando un excedente en el flujo neto de capitales que, en su mayor parte, proviene de una balanza comercial positiva y que se ha visto reforzado en los últimos meses por transferencias netas de capital (inversiones directas) y en algunos países periféricos como Portugal del incremento, en las transferencias de nacionales residentes en el exterior.
Este dato se toma en los mercados de manera positiva, por considerarse un signo de estabilidad financiera. En tiempos pretéritos, el déficit por cuenta corriente de los países periféricos se ignoró, aunque estaba ya siendo uno de los síntomas graves de una crisis que se mostró de manera virulenta. Este superávit por cuenta corriente puede explicar por sí solo que la moneda única esté sobrevalorada, y se acerque a una cotización de 1.40 contra el dólar, que pone en peligro la debilísima recuperación económica y que propicia una no deseada caída en los niveles de precios.
En realidad, el superávit por cuenta corriente, en sí mismo, no es una señal de mejora sólida y sostenida de la economía. Lo es de un ajuste interno que, efectivamente, hace que la percepción de riesgo disminuya, pero poniendo como ejemplo la balanza comercial, vemos que el dato positivo proviene más de una caída de las importaciones que de un incremento de las ventas al exterior. Esta caída de las compras que se realizan a otros países no es más que un resultado de la brutal caída de la demanda doméstica, de la capacidad de compra de los europeos y, en definitiva, de un deterioro de las condiciones económicas de la eurozona.
Hemos oído, con sorpresa, en los últimos días, como hasta el presidente del Bundesbank hacía un comentario, en otros momentos absolutamente imposible, en los que no descartaba un QE, estilo Reserva Federal. Esto es una señal inequívoca de que no va a ser suficiente con un superávit de balanza por cuenta corriente para recuperar a Europa. Aún más, en el caso de Alemania, la necesidad es de reducirlo, de fomentar el consumo interno y con ello de incrementar sus importaciones. El euro, con estas políticas, debería volver a niveles más sensatos, por debajo de 1.30, dejando de presionar, a la baja, a los precios y ayudando a exportar a los países periféricos.º