La deflación nos amenaza

El fantasma de la deflación empieza a hacer apariciones en lugares que no ha solido frecuentar, al menos en esta era.

El fantasma de la deflación empieza a hacer apariciones en lugares que no ha solido frecuentar, al menos en esta era. En Estados Unidos, en Europa, y en economías emergentes latinoamericanas, el terror se ha representado con su antítesis, el espectro de la inflación.

Economías poco desarrolladas y, por ello con mecanismos de ajustes de precio a través del mercado menos eficientes, como las emergentes o, sin ir más lejos, la nuestra, que ha sufrido de manera secular un proceso elevado de inflación de costes, por la falta de productividad y la dependencia energética, han luchado siempre por protegerse de los procesos, en los que los precios crecían de manera continuada a tasas por encima de lo soportable en términos de poder adquisitivo y de competencia externa.

Bien es conocido, la época conocida como la de la hiperinflación alemana de entreguerras, motivada por el deterioro de su economía y la falta de suministros que provocaron los acuerdos, excesivamente rigurosos, a los que sometieron los vencedores de la primera guerra mundial a Alemania. Entonces se llegaban a emitir billetes de cientos de millones de marcos alemanes, que quedaban sin valor de un día para otro, y que sumergieron al país en un proceso de locura económica, del que todavía no se han olvidado totalmente.

Conocemos también la hiperinflación argentina, que obligaba a cerrar tiendas durante el día, para cambiar los precios que se duplicaban en cuestión de horas. Efectivamente, conocemos el otro lado, pero la deflación, visto lo visto, nos puede llegar a parecer casi una bendición.

Pero, no es así, un proceso continuado en el tiempo de descenso de los niveles de precios de los artículos que se producen y se consumen, llega a producir un estancamiento en la economía, de tal calibre, que por sí solo podría provocar una depresión económica, con la consiguiente falta de actividad y paro generalizado.

Las empresas no tienen ningún incentivo en comenzar procesos productivos de bienes, que costarán menos, una vez sean manufacturados y, a medida que pase el tiempo, tendrán un valor inferior. Sencillamente, es un negocio ruinoso. Los consumidores, por otro lado, retrasarán indefinidamente sus decisiones de compras, a sabiendas de que sí pueden hacerlo más adelante, y lo conseguirán más barato.
Perversa situación que lleva a la economía a estancarse permanentemente, y que solo podría sobrevivir, como ha sido el caso de Japón, en modelos netamente exportadores y que mantienen una demanda de calidad.

Los últimos datos de la eurozona se acercan a la zona que el propio Banco Central ha calificado, zona de peligro. Los precios de la zona euro suben a un escaso 0.8% interanual, cuando el objetivo marcado por el regulador monetario está en el 2%. El Banco Central Europeo tienen el mandato, único, de mantener la estabilidad y el equilibrio en los precios, fijando un nivel objetivo del 2%, y todo lo que se aleje de él supone una desviación de sus metas y, como explicaba anteriormente, lo preocupante no es tan sólo que los precios suban, como parece pensar el señor Weidmann presidente del Bundesbank, sino también que caigan de manera continuada.

Muy posiblemente, y dado que el proceso tendente a la deflación es globalizado, lo estamos viendo en China y en Estados Unidos, también, el Banco Central Europeo, por ser el banco central con política más restrictiva de todos los centrales de países desarrollados del mundo, se va a ver en la obligada situación de tener que relajar su política monetaria. Pero de nada sirve bajar el tipo de referencia, ni tampoco resultado demasiado útil, las operaciones de liquidez LTROs (aunque es cierto que, con menor tensión en los bonos periféricos, ahora podría ser más efectivo).

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La tendencia, por mucho que le pese a los ortodoxos autodenominados liberales y, por supuesto al sancta sanctorum de todos ellos, el Bundesbank, será la de compra de valores de renta fija, en un programa de Quantative Easing europeo que, muy probablemente, veremos en este año. Al final se darán cuenta de que el exceso de liquidez en el sistema, no tiene que ser inexorablemente inflacionista.

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