La unión bancaria es muy necesaria
Los miembros del Ecofin se reúnen en estos días para intentar sacar a la luz un documento en el que se plasme el acuerdo de base sobre la Unión Bancaria Europea.
Los miembros del Ecofin se reúnen en estos días para intentar sacar a la luz un documento en el que se plasme el acuerdo de base sobre la Unión Bancaria Europea. Hasta ahora, los progresos han sido escasos y los acuerdos son mínimos, en realidad no se ha avanzado nada en este asunto.
Sin embargo, la unión bancaria debería ser abordada desde una perspectiva de más compromiso, dado que representa la misma base del funcionamiento de algo que pretendemos tener y que, por errores de constitución, todavía no tenemos, esto es la Unión Monetaria.
Mario Draghi insiste cada vez que la ocasión se lo permite en la importancia de lograr crear una auténtica Unión Bancaria y no un débil remedo de ella. Y no es para menos. La prolongación de la situación de estancamiento, sobre todo en países como el nuestro, se debe en gran medida a la fragmentación de los mercados de créditos que, a su vez, se nutre de la separación de los sistemas financieros por países. Los bancos en este caso se contagian de los riesgos soberanos y viceversa, quedando imposibilitados para actuar de canalizadores de los flujos de capitales hacia la inversión, mediante la concesión de créditos al sector privado.
De nada sirve la política monetaria del Banco Central si no se puede transmitir a la economía real a través del sistema financiero. Con una verdadera Unión Bancaria no existiría mayor problema para que los efectos de las políticas del regulador monetario se sintieran en el día a día.
Los primeros intentos de restablecer la confianza en las entidades financieras europeas, todavía lejos del intento de unificación, comenzaron con los stress test realizados por la Asociación Bancaria Europea. Lejos de solucionar el problema, estas pruebas lo que consiguieron es que la incertidumbre se acentuara. Solo tenemos que recordar que bancos como el belga Dexia, el chipriota Laiki o nuestra Bankia pasaron el examen sin problemas, como si de bancos robustos se trataran. Los tres quebraron poco después.
Ahora sabemos que los criterios de evaluación se fueron relajando cada vez más ante las presiones políticas, y no tan políticas, que con el argumento de no crear situación de alarma pidieron que las pruebas no fueran tan exhaustivas. Evidentemente, y lo podemos decir con conocimiento de causa, esta actitud es la menos apropiada.
El Banco Central Europeo se enfrenta el año que viene al enorme reto de realizar un stress test de las 130 entidades de crédito más importantes de Europa, paso previo a su toma de posesión como supervisor único de todos ellos. En este caso, la credibilidad del banco central dependerá de la rigurosidad con que lleve a cabo este trabajo, y todos sabemos que la credibilidad en un banco, y aún más si es el central, lo es todo.
Tendrá que evaluar situaciones de tensión con la deuda soberana, de la que la mayoría de ellos son los principales tenedores de cada uno de sus países y, posiblemente, las necesidades de capital de todos ellos puedan llegar a ascender a la cifra de 75 mil millones de euros. Son, sobre todo, los bancos italianos los que está en el punto de mira, pero también algunos franceses.
El problema es que se necesitará casi un año completo para completar esta ingente tareas y, mientras tanto, los inversores no tendrán la paciencia suficiente como para esperar los resultados. Con seguridad se producirán filtraciones que afectarán al mercado y serán los propios bancos quienes se retraerán ante las turbulencias, disminuyendo su balance, reduciendo activos y, posiblemente, provocando una contracción del crédito.
Peor el remedio que la enfermedad. Todo ello se evitaría si, como indica el Banco Central, se hubiesen llegado ya a acuerdos a nivel europeo para crear organismos únicos a cargo del rescate bancario, con dotación propia y a la liquidación de algunos si llegara el caso.
De momento, en caso de surgir problemas o sorpresas negativas, nos veríamos de nuevo envueltos en discusiones entre los países y las comisiones pertinentes para dilucidar quien se hace cargo de qué y, mientras tanto, la casa sin barrer.