La Alemania triunfante e insolidaria como modelo a exportar
Estados Unidos se queja del excesivo superávit comercial de China, como consecuencia de su divisa artificialmente barata y de los[…]
Estados Unidos se queja del excesivo superávit comercial de China, como consecuencia de su divisa artificialmente barata y de los salarios de miseria que cobran sus trabajadores. En Europa el desequilibrio comercial fundamental se produce entre Alemania y la mayoría del resto de sus socios. Según publica el "Financial Times Deutschland", la Comisión Europea podría comenzar a plantearse seriamente pedir cuentas a Alemania por su excesivo superávit por cuenta corriente, que alcanzará este año un nivel récord, por encima del que disfrutan China, Japón y los países exportadores de petróleo. Incluso en estos tiempos tan oscuros para Europa y para el mundo, el gigante alemán es capaz de vender sus productos sin parar.
La apuesta de Alemania por la exportación y la competitividad parece congénita. Pero no. Es fruto de decisiones políticas. Como todo. Los políticos alemanes, desde hace mucho tiempo, decidieron que su país viviría de sus exportaciones, es decir, a costa del consumo de sus clientes, algunos de ellos socios, y no con la colaboración de su demanda interna, completamente deprimida.
El último que renovó este compromiso fue el canciller socialista Gerhard Schroeder a principios de la década pasada con un programa de reformas conocido como Agenda 2010. Sus principales puntos eran reducción del gasto público, de las garantías del Estado del Bienestar y la liberalización del mercado de trabajo que llevó consigo reducciones de salarios. El objetivo: ganar competitividad en el mundo. El efecto colateral: reducción de la capacidad de consumo de los alemanes. Alemania volvía a apostar por las exportaciones para crecer. Un poco egoísta. Y rompía, además, con la tradición cooperativa entre trabajadores y patrones.
La historia pudo haber sido diferente
Al SPD le costó muy caro el hachazo que propinó a los alemanes. El SPD no sólo sufrió un gran desastre electoral del que se benefició Angela Merkel. También perdió miles de militantes. Y sufrió una escisión liderada por el carismático Oskar Lafontaine, que fundo Die Linke (La Izquierda). Hay analistas que aseguran que si el SPD, en lugar de liderado por Schroeder, hubiera sido capitaneado por Lafontaine, la Alemania de hoy no sería tan dependiente de las exportaciones, se apoyaría más en su consumo interno y, por tanto, Europa no sufriría los desequilibrios actuales. Es posible, incluso, que no hubiera habido burbuja inmobiliaria en España. O ésta no habría sido tan gorda.
Nos explicamos: si los bancos alemanes hubieran tenido consumo y actividades que financiar en Alemania, posiblemente no se habrían embarcado en la financiación de la banca española y el "engorde" de los precios de nuestro "ladrillo". Es historia-ficción, pero tiene su lógica.
Además, Lafontaine, en su día, a principios de la década pasada, era partidario de la unión fiscal en Europa. ¿Se imaginan un canciller alemán partidario de tal cosa?
Ahora el Gobierno del PP defiende la Agenda 2000 del que en buena lógica debería ser su rival político. Las reformas que acometió un socialdemócrata alemán se han convertido en el modelo para elevar la competitividad de un país. Alemania lo pasó mal mientras se ponían en marcha (subió el paro y la conflictividad social), pero ahora presume de que fue por una buena causa y las cifras, por el momento, parecen avalarla. Sacrificios a cambio de un bien superior. Pero hay muchos analistas bastante escépticos sobre el éxito que puedan tener estas medidas ahora. Pueden ser esfuerzos en vano. Además, en el caso de Alemania, hay que mirar las pequeñas cifras, como el nivel de precariedad en el empleo, los mini-jobs y los salarios.
El BCE y el plan alemán
El Banco Central Europeo es partidario de seguir ese camino. No es casualidad que una semana prometa comprar bonos de los países periféricos y a la siguiente diga que lo hará a cambio de grandes sacrificios por parte de los beneficiarios, que no pasan sólo por la reducción del gasto público, sino también por la reducción de salarios. No es que el señor Mario Draghi sea un malvado o un incompetente. También él forma parte de un plan muy bien diseñado para reducir el espacio del sector público que será poco a poco ocupado por el privado, que quiere ser más rentable rebajando costes laborales. Pero, ¿quién comprará los productos que fabriquen?
Desde los setenta se vieron muy claros los límites del crecimiento del sector privado, por eso creció la dependencia de la economía financiera. Esta crisis ha mostrado los inconvenientes que tiene estar en exceso ligado a la financiación bancaria. El único margen de crecimiento parece residir ahora en lo que deje de hacer el sector público para que comiencen a hacerlo las empresas. La gestión del dinero de los planes de pensiones, la sanidad, la educación...
Este modo de pensamiento, sin duda, verá un crecimiento espectacular en el caso de que en noviembre gane las elecciones Mitt Romney y su recién nombrado número dos, Paul Ryan, adalid anti-Estado.