Dicen los que han mantenido relaciones en los últimos tiempos con el Banco de España que ejercía de padre consentidor en lugar de hacer de auténtico gendarme del sector financiero. Dedicaba más tiempo a buscar fórmulas para justificar comportamientos y situaciones no muy prudentes que a poner orden en algunas entidades que habían traspasado la línea roja. Por eso la canciller alemana se atrevió esta semana a decir que los "stress test" realizados por el Banco de España eran poco objetivos. Lo que no sabemos es si Angela Merkel sabía que la evaluación realizada por las dos auditoras extranjeras se han basado en los datos reservados del Banco de España con motivo de su actividad supervisora.
La ventaja que tiene lo de los datos reservados es que no han sido sometidos a un mínimo debate público y, por tanto, nadie los puede ni los va a cuestionar. Sólo podemos criticar los dos millones de euros que ha costado el tal informe.
Ahora, lo previsible es que las cuatro compañías auditoras, que deben analizar banco por banco sus carteras y medir el riesgo que contienen, utilicen unos criterios tales que el riesgo final no les lleve a unas necesidades financieras superiores a los 62.000 millones de euros. Las cuatro auditoras han celebrado en las últimas semanas varias reuniones en las que han participado el Banco de España, ministerio de Economía, Autoridad Bancaria Europea y
Fondo Monetario Internacional. Han sido reuniones de intercambio de opiniones en las que no fue posible siquiera retrasar hasta el mes de septiembre la presentación de sus trabajos. A estas alturas la fecha de finalización de los trabajos parece ya no tener importancia si, efectivamente, en la primera semana de julio quedan formalizadas las condiciones en las que España recibirá el rescate para su sector financiero.
Cuando hace unos días le pregunte a una de las auditoras qué criterios iban a utilizar para analizar el riesgo de las carteras de los bancos, su respuesta fue muy clara: "El criterio que nos digan". Es obvio que sería un escándalo y provocaría muchos problemas -su mal efecto negativo en la prima de riesgo- que las cuatro auditoras concluyeran que la banca española, a la vista del estudio pormenorizado de sus riesgos, tuviera una necesidad de capital superior a los 62.000 millones de euros. Pero, no hay que pensar cosas extrañas porque, simplemente, ello no se producirá. El informe de las auditoras se atendrá a un guión perfectamente escrito en el que las consultoras Oliver Wyman y Roland Berger han aportado la independencia y una imagen que debe resultar más creíble en el exterior que la que aportaba el Banco de España, pese a que los datos los ha aportado esta institución.