No es que el BCE no quisiera, es que sería terrible para Bankia

Supuestamente, y decimos supuestamente porque no hay ningún documento que así lo afirmara oficialmente, el Gobierno había propuesto la recapitalización de Bankia con inyección de deuda pública que después podría utilizar la entidad para cambiarla por dinero en el Banco Central Europeo y, con él, recapitalizarse.

Supuestamente, y decimos supuestamente porque no hay ningún documento que así lo afirmara oficialmente, el Gobierno había propuesto la recapitalización de Bankia con inyección de deuda pública que después podría utilizar la entidad para cambiarla por dinero en el Banco Central Europeo y, con él, recapitalizarse.

La operación tendría una cierta lógica: en las operaciones de financiación que realiza, el Eurobanco, a cambio de la liquidez que inyecta toma, por ejemplo, bonos en garantía. Es lo que ha ocurrido con las dos adjudicaciones de liquidez a tres años (LTRO) realizadas a finales de 2011 y principios de 2012 por valor de casi un billón de euros. Pero esas inyecciones en particular, son por tres años. Dentro de tres años, los bancos le tendrán que devolver el dinero prestado. El Banco Central Europeo, como cualquier otra entidad, presta, no regala. Presta con unas condiciones mucho más benévolas, es cierto (en esas operaciones, los bancos reciben todo lo que piden y a un interés de sólo el 1%), pero las entidades, pasado el plazo, tienen que devolvérselo.

¿Qué supondría esto en el caso de que a Bankia se la intentara recapitalizar con bonos? Exactamente lo mismo: Bankia iría con la deuda pública española y, a cambio, obtendría liquidez del BCE que utilizaría para cubrir su agujero de 23.000 millones de euros. Pero, ¿y cuándo le venza el préstamo? Pongamos que la liquidez se la otorga durante tres años. Es verdad que hay analistas que estiman que su beneficio anual, una vez realizado el saneamiento podría superar los 1.000 millones de euros, pero, en ese caso, necesitaría 23 años para poder devolver el préstamo. Y, entonces, una vez devuelto el dinero, estaría tan descapitalizada como antes.

Quien pensó este mecanismo no tenía mucha idea. O sólo quería dar la enésima patada hacia delante: solventar el problema a corto plazo con la esperanza en que la entidad dentro de unos años pudiera, de manera orgánica, solucionar sus problemas incurriendo en el pecado original de la crisis financiera española y que consiste en un excesivo optimismo, en una excesiva confianza en el futuro. Porque el BCE no da ayudas a fondo perdido, como sí puede hacer el Estado con capital puro, con acciones. Por eso Goirigolzarri insistió en que lo que quería era una ayuda a fondo perdido, no un préstamo. De ahí que pidiera una cantidad muy alta, quizás excesiva, para tener una gran capacidad de maniobra y cubrirse las espaldas por si la situación empeora. Pero ahora el Gobierno debería adoptar una actitud fiscalizadora y analizar esas cifras y, además, exigir que accionistas, aunque éstos ya llevan un fuerte castigo, y bonistas cargaran con parte de la factura. Eso debería ocurrir siempre, pero sobre todo en una coyuntura como ésta en la que tan difícil se le hace al Tesoro captar fondos en los mercados mayoristas.  

Pero, volviendo a las operaciones de financiación del Banco Central Europeo, en estos momentos son numerosos los economistas que afirman que los bancos no podrán devolver el dinero de los LTRO dentro de tres años y que la autoridad monetaria deberá renovar esos créditos si no quiere provocar un cataclismo. Como mínimo, para tres años más. Pero, seguramente, hasta que el BCE tome la decisión, dentro de tres años (ya sólo dos años y medio), tendremos bastante tensión en el mercado.

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