La reforma financiera: una espiral hacia un pozo sin fondo
¡Qué aplicados somos! Ésa es la primera impresión que podemos tener tras observar los términos de la nueva reforma financiera. El Gobierno obliga a la banca a que provisionen sus créditos sanos.
¡Qué aplicados somos! Ésa es la primera impresión que podemos tener tras observar los términos de la nueva reforma financiera. El Gobierno obliga a la banca a que provisionen sus créditos sanos. Como dijo el ministro de Economía, Luis de Guindos, la realidad es dinámica y lo que es sano hoy puede no serlo mañana si la situación económica sigue deteriorándose. Y en estos momentos se encuentra en una espiral destructiva de la que no se atisba el final. Tras la reforma financiera del viernes, según datos de Joaquín Maudos, investigador del IVIE, se reconoce implícitamente que el 70% de los activos de la banca española son problemáticos.
Los bancos necesitan reconocer que sus activos, fundamentalmente los inmobiliarios, valen menos. Es un ejercicio de realismo que quizá debería haberse hecho hace cuatro años. Eso dicen los listos, los del "yoyalodijismo". Pecamos de optimismo, de excesiva confianza en un futuro mejor con brotes verdes que terminarían germinando. ¿Quiénes fueron los pecadores? El Gobierno anterior y el Banco de España, el primero en exceso complaciente, el segundo, con una obsesión patológica con la reforma laboral y la del sistema de pensiones, pero con una dejadez igual de enfermiza por la situación del sistema financiero.
De este "pimpampun" no debemos excluir a las propias entidades financieras. Algunos problemas económicos y políticos vienen de la falta de memoria. Pero, en esta ocasión, conservar recuerdos hace que cometamos errores muy graves: la anterior crisis financiera-inmobiliaria, la de los noventa, se resolvió con tiempo y paciencia. Ahora España no dispone de lo primero porque los inversores ya no saben lo que es lo segundo.
También la realidad o sus reflejos o lo que queríamos considerar como real animaban ese optimismo. Un dato: el gráfico de compraventas de inmuebles parecía tocar suelo en 2009 y se fue recuperando hasta mediados de 2010, cuando el sector sufrió otro shock: la crisis griega pero, sobre todo, la miope insolidaridad del norte europeo, nos hundió para siempre. Lo sigue haciendo, sobre todo la insolidaridad.
Un esfuerzo tan grande de provisiones (30.000 millones de euros, por encima de los 27.000 millones que tuvo el sector en margen bruto de explotación el año pasado -ésa es la partida de la que sale el dinero para cubrir riesgos-) deteriora la rentabilidad de las entidades financieras y les resta capacidad para dar créditos, y eso sin tener en cuenta que muchas entidades no serán capaces de cumplir con la nueva normativa por sus propios medios y tendrán que pagar al Estado intereses del 10%. Además, supone reconocer que el valor de sus activos se reduce, con lo que crece en proporción lo que supone para ellos las deudas. ¡Menos mal que el Banco Central Europeo hizo esas dos adjudicaciones de liquidez ilimitadas! De lo contrario, el sector financiero español no sabría cómo hacer frente a sus vencimientos. Pero es que las prácticas que se imponen al sector financiero tienen un efecto multiplicador sobre el resto de la economía. Ese sentirse más pobres que provoca que se contraiga la actividad.
La última reforma financiera del Gobierno, está claro, acelera el proceso deflacionista. Quizás, incluso, lo profundiza más allá de lo que sería razonable. Es lo que tiene seguirle el juego a los "mercados", carroñeros por naturaleza, que seguirán pidiendo sangre.
Por eso, los inversores internacionales pueden tener la sensación de asomarse a un pozo sin fondo cuando se acercan al sistema financiero español. El esfuerzo en provisiones parece de dimensión infinita: ya llevamos cuatro reformas. Y ya hay muchos analistas que dicen que este Real Decreto tampoco será suficiente. ¿Profecías que se autocumplen? Seguro. Algunos, como Joaquín Maudos, ya se fijan en la cartera hipotecaria de los bancos que, con 650.000 millones de euros, duplica el volumen de los préstamos al sector promotor. Con un paro al alza y la reducción de la protección social, la morosidad seguirá creciendo. Y un punto más de morosidad son 7.000 millones de euros.
Si esta reforma financiera lleva al Gobierno a hacer una multimillonaria inyección de dinero público y los inversores tienen la sensación de que la historia no ha terminado, que habrá más reformas y una mayor necesidad de capital del Estado, y así hasta el infinito, ¿no tiene sentido que, como la semana pasada ocurría, el mercado no comience a comparar España con Irlanda? La banca se puede llevar por delante al Estado. Si lo dudan, echen un vistazo hoy a la prima de riesgo y a cómo cotizan los bonos españoles en el mercado secundario.
Los riesgos para los accionistas están claros: dilutivas ampliaciones de capital y posible reducción del dividendo o su pago sólo en títulos, como explica Alberto Roldán, de Inverseguros, en un informe. Pero los peligros para la economía van mucho más allá.
Pablo del Barrio, de XTB, esgrime el argumento de que lo que se les obliga a hacer a los bancos españoles es similar a lo que hicieron los estadounidenses hace cuatro años. Correcto. Y recibieron su premio a partir del año 2009 cuando, como explica en su blog José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, el Gobierno les permitió no valorar sus activos a precios de mercado, lo que les permitió volver a dar beneficios. Pero es que, además, mientras los bancos americanos hacían esfuerzos por sanearse la política monetaria y la fiscal seguían siendo expansivas, haciendo posible la recuperación económica y la reducción del desempleo. Con crecimiento económico y beneficios, el saneamiento del sector financiero viene solo.
Lo malo es que la banca española registró pérdidas antes de impuestos el año pasado en su negocio doméstico por primera vez desde 1970, como señala Maudos. Y, muy previsiblemente, este año será peor. Y, quizás, también 2013. Si no hay nadie que lo frene.