Esquizofrenia

Hace alrededor de un año, los analistas hablaban de un "decoupling", de un desacoplamiento de los ciclos económicos de los[…]

Hace alrededor de un año, los analistas hablaban de un "decoupling", de un desacoplamiento de los ciclos económicos de los países desarrollados y los emergentes. En los primeros, la Gran Recesión hacía estragos, mientras que por los segundos, apenas pasaba de puntillas. Ahora, en tiempos en que la recuperación lucha por hacerse paso, a primera vista, parece estar produciéndose una brecha entre el crecimiento de EE.UU. y el de Europa. Los analistas advierten de que la zona euro podría estar frenándose.

Uno de quienes lo ha alertado ha sido el gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, puede estar lanzando un mensaje interesado para que el dinero, en vez de irse a financiar los déficits de la Europa continental, se destine a reducir el de la economía que dirige. Pero, si nos acercamos a los datos puros y duros, avalan la sensación de King. El principal motor de la zona euro, Alemania, se ha gripado, sobre todo por la debilidad del consumo privado y la reducción del gasto público. Con ese freno, la primera aproximación al PIB de la eurozona del cuarto trimestre de 2009 se situó por debajo de las expectativas de los economistas. ¿Un primer resbalón en la recuperación de la zona euro? Veremos. Esta semana, atentos al dato definitivo y a las previsiones del Banco Central Europeo.

En Estados Unidos, el viernes se publicaba la segunda estimación del PIB del cuarto trimestre del año. En tasa trimestral anualizada, la economía estadounidense creció un 5,9%, dos décimas por encima de la cifra que había arrojado su primera lectura. La economía estadounidense no flojea, todo lo contrario. La recuperación en V parece estar confirmándose, sobre todo apoyada en el sector industrial. Más del 60% del crecimiento se explica por la reconstitución de inventarios. Aunque, si se bucea un poco en su descomposición, se descubren sombras. El consumo privado, el pilar fundamental de la economía americana, se desaceleró más de lo previsto y el gasto público ya resta enteros al crecimiento. La duda que surge es la siguiente: si se van reconstruyendo los inventarios pero ni el sector privado ni el público consumen, parece que el crecimiento puede tener fecha de caducidad. Y ello puede contribuir a que el sistema productivo siga sin requerir los servicios de la mano de obra a la que echó a la calle y que supone cerca de un 10% de la población activa.

¿Se está recuperando EE.UU., mientras Europa se detiene? Antes de dar una respuesta, no hay que olvidar que el PIB es un dato atrasado: muestra qué sucedió en la economía en un periodo que comenzó hace casi medio año. Los datos más próximos, correspondientes a lo que sucedió en enero y febrero, son preocupantes a uno y a otro lado del Atlántico. Flaquean las encuestas de confianza tanto en EE.UU. como en Europa. Y en la primera economía del mundo, los datos del mercado inmobiliario, cuya estabilización era una premisa para poder hablar de recuperación, comienzan a decepcionar.

Y otro síntoma de que las cosas no van bien: los precios han frenado su tendencia alcista, que era lenta y muy paulatina, es decir, saludable. Nadie desea un final inflacionista para la crisis, pero una moderada subida de precios ayuda a reducir el endeudamiento de los países, corrige los excesos deflacionistas de la crisis y ayuda a recuperar la confianza. Que en EE.UU. la inflación subyacente cayera una décima en enero implica que la demanda continúa excesivamente retraída. Mal asunto.

Los analistas intentan tranquilizarnos afirmando que tras una crisis tan profunda, la recuperación tendrá altibajos y diferencias por zonas geográficas. Pero el Fondo Monetario Internacional, que tan ortodoxo era hace no demasiado tiempo, ha pedido a los países que no retiren los estímulos o, lo que es lo mismo, que sigan gastando para apoyar a las economías. La deuda con crecimiento económico es un problema, pero con fácil solución. Lo malo sería que los países se queden con estos elevados ratios de endeudamiento y recayeran en la recesión o que mantengan tasas de crecimiento muy por debajo de su potencial. Así, si Standard and Poors no se cree que España vaya a reducir su déficit hasta el 3% en 2013 es porque su débil crecimiento no lo va a permitir.
Con este panorama, es lógico que los Gobiernos den bandazos, digan una cosa y la contraria en el mismo día. Y no ocurre sólo en España. Pasa también en EE.UU. o en el Reino Unido. Allí también se anuncian simultáneamente planes de gasto y de austeridad. Un efecto secundario de la crisis será una epidemia de esquizofrenia.

Por tanto, los inversores se tendrán que acostumbrar a los altibajos en la Bolsa, al calor de los datos económicos que se vayan conociendo. Sígalos de cerca. Para que la renta variable retome su senda alcista de manera sostenida, tendrá que existir la sensación generalizada de que la recuperación económica también se sostiene.

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