Cautela y gestión activa, dos claves para invertir en la recta final del año
Los riesgos geopolíticos, la política monetaria y la guerra comercial seguirán provocando inestabilidad en los mercados en los próximos meses
Una ración de más de lo mismo. Eso es lo que los especialistas auguran para el último tramo de este año. Los problemas presupuestarios de Italia, las negociaciones del Brexit, la guerra comercial y los efectos colaterales de las políticas monetarias, entre otros factores, seguirán protagonizando los titulares de la prensa económica y provocando inestabilidad en los mercados. «La volatilidad seguirá presente y serán los resultados empresariales, los tipos de interés y la evolución de la incertidumbre geopolítica los que marquen la tendencia hasta final de año», dice Carlos Farrás, de DPM Finanzas EAFI. En concreto, Farrás cree que la «guerra comercial será el principal riesgo que seguirá el mercado» y, de hecho, «ya está provocando volatilidad y oscilaciones del sentimiento», según explica Anna Stupnytska, economista global de Fidelity: «La escalada de las tensiones comerciales y la consiguiente incertidumbre podrían convertirse en un freno importante al crecimiento mundial. Las empresas automovilísticas y los fabricantes de semiconductores ya han sufrido castigo en bolsa en previsión de que sus cadenas de suministro se vean alteradas», dice. Por este motivo, Schroders ha revisado ligeramente a la baja las previsiones para 2018 y 2019, ante el hecho de que «regiones muy exportadoras como Europa y Japón estén empezando a arrojar un crecimiento más leve del esperado», explica Inés del Molino, directora de cuentas de la compañía. «A pesar de que la demanda interna es fuerte, no termina de compensar el efecto negativo de la guerra comercial, que no va terminar en el corto plazo y se alargará más allá de las elecciones de noviembre en Estados Unidos», avisa.
La política monetaria
Otro factor clave que va a seguir en el radar es la política monetaria de los bancos centrales y sus efectos colaterales: «el aumento de la curva de tipos de interés y la apreciación del dólar», cuenta Farrás. Luna explica tres motivos por los que esto resulta preocupante: «Se incrementan los costes de financiación, sobre todo en dólares» para empresas y gobiernos, se produce «un cambio en los modelos de valoración de la bolsa» (generalmente, se encarecen) y sube el riesgo de un trasvase de flujos hacia la renta fija («unos tipos cada vez más altos suponen una rentabilidad por encima de la rentabilidad por dividendo media de la bolsa americana», relata Farrás). Sin olvidar los perjuicios que está provocando en las economías emergentes, que han visto salidas de flujos de capitales, desplome sus divisas y encarecimiento de su financiación, en los últimos meses.
Pero aranceles y tipos no son los únicos asuntos que preocupan actualmente. «Unas negociaciones sin acuerdo en el Brexit provocarían importantes turbulencias en Europa, así como impactos más localizados. Por ejemplo, Reino Unido es el cuarto socio comercial de España y cualquier desaceleración británica dañaría a muchos exportadores españoles», recuerda Stupnytska. Además, la economía mundial está entrando en la fase más madura del ciclo y siempre existe el riesgo de que se produzca una ralentización en algún punto del planeta, como Estados Unidos, que acumula nueve años seguidos de crecimiento, la segunda fase expansiva más larga de la historia (si bien, Stupnytska recuerda que «la dinámica de mercado en este tipo de periodos suele ser positiva para los activos de riesgo»). Por no hablar de Italia, tercera economía de la Unión Europea, sumida en un conflicto presupuestario; o las próximas elecciones en Estados Unidos y Brasil.
Por todo ello, Farrás, recomienda «mantener una posición de cautela» en las inversiones. «En un situación de reducción de las políticas monetarias expansivas, con valoraciones ajustadas y un ciclo avanzado, la mejor estrategia es la prudencia con el objetivo de incrementar riesgo a futuro aprovechando mejores precios en los diferentes activos de riesgo». Para ello, lo ideal es «reducir el porcentaje de riesgo en las carteras, «duraciones más bajas en la parte de renta fija» y «buscar activos alternativos como el oro o la gestión alternativa ('market neutral' por ejemplo) con menor correlación con la bolsa y la renta fija», opina. Por su parte, Luna es aún más radical con la renta fija, que propone evitar en la medida de lo posible en un escenario de tipos de interés en ascenso. En su lugar, apuesta por la liquidez que, según explica «es una decisión de inversión». «A veces, lo más sensato cuando el mercado está hostil es tener liquidez en cartera. Porque vendrán tiempos mejores para invertir», lanza. También apuesta por productos con orientación de retorno absoluto y por la bolsa. «El activo que nos puede cubrir más el riesgo es la propia renta variable. Aunque se crezca menos, todavía estamos en la última parte del ciclo, que puede durar meses. Que haya correcciones, no pasa nada. Pueden ser saludables y me dan oportunidades para poder comprar», explica. Así, apuesta por productos indexados a la bolsa americana y productos de gestión activa tanto en Japón como en Europa.
Río revuelto
Del Molino se manifiesta en el mismo sentido: «Los fundamentales de las compañías son sólidos, los mercados ofrecen muchas oportunidades y, a río revuelto, ganancia de pescadores». En este sentido, añade: «Cuando sube todo, te da igual estar en gestión pasiva pero, cuando las cosas se ponen difíciles, hay que ser activos». En concreto, Schroders apuesta por la bolsa de la zona euro. «Italia va a darnos muchos dolores de cabeza y el Brexit también. Pero hay oportunidades que merecen la pena. Eso sí, siendo muy selectivo y sin casarse con ninguna moda: ni 'value' ni 'growth' ni 'momentum'. Son carteras que llamamos 'blend', que seleccionan compañías sólidas, con buenos números por fundamentales, balances saneados y preparadas para adaptarse al ciclo». También les gusta la renta fija emergente, que creen que ha tocado suelo y podría rebotar.
Por su parte, en Fidelity apuestan por productos flexibles para combatir la volatilidad y diversificados globalmente porque «siempre hay un tipo de activo que lo está haciendo bien o muy bien en algún lugar del mundo», según Stupnytska.