La lira turca, el peso argentino, en caída libre, sí, pero la corona sueca está en mínimos de nueve años, ¿por qué?
La laxa política monetaria del banco central sueco y las inciertas elecciones que se celebrarán el 9 de septiembre provocan una gran tensión sobre la moneda del país nórdico.
Las divisas, muy en especial las emergentes, han sido las grandes protagonistas del verano: los problemas financieros de Turquía, que se han manifestado principalmente a través de la lira, han puesto en el punto de mira del ánimo vendedor y especulador de los inversores también al peso argentino, al real brasileño o al rand sudafricano, entre otros. Aunque ya no crean turbulencias generalizadas en los mercados -en parte porque el dólar se ha relajado-, hay que seguir vigilándolos, porque en los últimos días han vuelto a perder terreno de manera importante.
Pero en los últimos tiempos no sólo están sufriendo las monedas emergentes. También está perdiendo posiciones la corona sueca. De hecho, entre las 16 principales monedas del mundo, la corona sueca es la tercera que peor se comporta frente al euro en este 2018, con una depreciación del 8,3%, sólo por detrás del rand sudafricano (-11,5%) y del real brasileño (-17,7%). Entre las divisas del G-10 es, sin competencia, la peor de todas, con un retroceso del 8,3%, muy lejos de la caída del dólar australiano (-4%).
Con esta depreciación, la corona sueca cotiza en mínimos de nueve años contra el euro, es decir, en niveles que no se veían desde la crisis financiera de 2008. Y ello, de acuerdo con Anders Eklof, estratega de Swedbank, se debe a una combinación de factores: a que los tipos de interés en Suecia estén más bajos que en ningún otro sitio (en el -0,5%), porque el banco central está retrasando la normalización monetaria hasta que haya signos claros de que la inflación se asienta en el 2%; y a que la guerra comercial puede golpear a esta economía más que a otras, debido a que su dependencia de las exportaciones es muy elevada: la sueca es una economía pequeña y muy abierta.
Pero hay un factor también muy importante por delante: las elecciones que tendrán lugar dentro de una semana y media, el 9 de septiembre. Jonas Goltermann, de ING, sintetiza el panorama: ni el actual gobierno de centro-izquierda ni la oposición de centro-derecha es probable que ganen con mayoría suficiente, no van a llegar ninguno de los dos al 50%. Ambos bloques, según las encuestas, están por debajo del 40%, y los partidos mayoritarios de cada uno de ellos, el socialdemócrata y el conservador, van a tener resultados históricamente malos. Sin embargo, a los Demócratas de Suecia, el engañoso nombre del partido de ultraderecha, que entró en el Parlamento en 2010, los sondeos les dan un 20%. De acuerdo con algunas encuestas (las efectuadas on-line), podrían hasta convertirse en el partido más votado (en las estándar, los socialdemócratas siguen primeros).
El peligro de la ultraderecha
La ultraderecha sueca, por sí sola, representa un peligro para la convivencia y para los valores democráticos. Y también lo supone en lo económico: ayer el partido reiteró que quiere celebrar un referéndum sobre la continuidad del país en la Unión Europa y también mantenerse para siempre al margen tanto del euro como de la unión bancaria. Además, propone rebajar el precio del petróleo y el impuesto sobre la renta, así como incrementar el presupuesto en defensa (hasta el 2,5% del PIB) y el gasto social de los municipios.
También suscita una gran incertidumbre el modo en que se podrá formar gobierno porque, en principio, ni los socialdemócratas ni los conservadores están dispuestos a gobernar con la ultraderecha. Parece haberse construido un cordón sanitario que, por ejemplo, se ha roto en Austria donde los conservadores gobiernan ahora (y no es la primera vez) con la extrema derecha, escenario que, en el fondo, no se descarta que llegue a materializarse en Suecia si el bloque conservador suma con los Demócratas de Suecia para poder gobernar. Y hay más bloqueos cruzados que pueden dificultar la gobernabilidad: el centro derecha no quiere cooperar con los socialdemócratas y éstos, a su vez, no permitirán que gobiernen los conservadores.
En 2014 y en 2010 ninguno de los dos bloques logró la mayoría, pero los principales partidos acordaron que el que obtuviera mayor porcentaje de voto formaría un gobierno en minoría, sin tomar en consideración a la ultraderecha. En esta ocasión podría suceder lo mismo, pero, en opinión de Goltermann, parece menos probable que los partidos se comprometan a algo así, teniendo en cuenta que el vacío que se le ha hecho a la extrema derecha ha servido, al final, para favorecerla.
La extrema derecha también ha fomentado, para sacar rédito electoral, el miedo a la inmigración, pese a que, de acuerdo con una historia que publicaba Bloomberg estos días, en la entrada de 600.000 refugiados y migrantes de los últimos cinco años reside el secreto del elevado crecimiento de Suecia en los últimos años (en lo que llevamos de 2018 crece a ritmos del 3%, por encima de la media de la UE). Y los inmigrantes están logrando encontrar puestos de trabajo el doble de rápido que a finales de la década pasada, lo que es síntoma del dinamismo de la economía. La población extranjera que vive en Suecia tiene una tasa de participación en el mercado de trabajo del 82%, cuatro puntos por encima de la media de la Unión Europa, aunque sufre una tasa del 20%, frente al 6,8% en que se sitúa la tasa general del país.
La corona seguirá bajo presión
Con todo ello, Petr Krpata, especialista de ING en divisas, espera que la corona continúe debilitándose. A los factores económicos que apuntaba el experto de Swedbank y a la incertidumbre política, Krpata añade más elementos: la sueca es una economía que se debilita y ayer la evolución de las ventas minoristas dio buena muestra de ello, así como los últimos datos del mercado inmobiliario; y además la balanza por cuenta corriente con la zona euro se está deteriorando.
Krpata señala que, si bien la corona sueca está barata -como también la lira turca en el universo emergente-, esta infravaloración no se va a corregir en ausencia de un profundo catalizador que, de momento, no se atisba.
Karl Steiner, de SEB AB, en declaraciones a la agencia Bloomberg, comenta que el riesgo de caída para la corona sueca persistirá al menos hasta que pasen las elecciones y el banco central se mueva. Y Eklof añade que el mercado parece estar poniendo en precio el elevado riesgo de que el Riksbank retrasará la primera subida de los tipos de interés hasta el año que viene. Y, en su opinión, lo que estabilizaría a la moneda sería que la autoridad monetaria del país se mantuviera firme en su plan de elevar el precio del dinero a final de este mismo ejercicio.
Lo que ocurre es que la incertidumbre política y un posible recrudecimiento de la guerra comercial puede no ser el mejor escenario para endurecer la política monetaria. Sobre todo si hay otros síntomas de que la economía se desacelera.
Krpata, de momento, lo que aconseja es largos en la corona noruega frente a la sueca, puesto que a su vecina le puede apoyar el hecho de que el banco central vaya a subir los tipos de interés en septiembre.
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