Los efectos colaterales de la crisis turca: la banca, el euro y el mundo emergente
Los bancos europeos y entre ellos los españoles son los más expuestos a Turquía. Ello convierte al euro en una moneda vulnerable. Además, hay que vigilar a los otros mercados emergentes, por si la salida de capitales de Turquía acaba afectándoles también.
El fondo de la crisis turca es un modelo de crecimiento basado en una enorme entrada de capital extranjero, deuda externa, en los últimos años que no ha tenido buen destino. Por tanto, si por un lado ello ha generado un gran déficit por cuenta corriente, por otro no ha tenido como contrapartida la creación de una economía más productiva y más fuerte. Ahora que los tipos de interés empiezan a subir en las economías desarrolladas, los inversores sacan su dinero de los mercados emergentes y, para países tan dependientes de la financiación extranjera como Turquía, ello se convierte en un enorme inconveniente.
A estos problemas económicos y de flujos en los mercados financieros hay que sumar otra gran cuestión que engorda su dimensión: los inversores, de las últimas decisiones del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, han leído que su banco central ha perdido independencia y que está más al servicio de los intereses de su gobierno que atento a su mandato de mantener la estabilidad monetaria. Así, la inflación se encuentra en el 15%, tres veces por encima del objetivo del instituto emisor. Ello se debe, en parte, a que la caída de la lira eleva el coste de las importaciones. Subir los tipos de interés podría proteger a la moneda y permitiría contener la inflación. Pero la política de crecer a toda costa de Erdogan impide el endurecimiento monetario que podría ser preciso. Aunque cabe la posibilidad de que ese necesario movimiento (que unos analistas cifran en una subida de tipos de 500 puntos básicos y otros de hasta 1.000) no fuera suficiente: fijémonos en lo que sucedió en Argentina. En todo caso, las intervenciones de Erdogan y su ministro de Finanzas -y también yerno- el viernes, beligerante y sin atisbo de rectificación o enmienda la del primero, vaga la del segundo, no frenaron la inercia en que ha entrado el mercado. La aceleraron. También el anuncio de Estados Unidos de que doblará los aranceles a los metales procedentes de Turquía.
En un mercado interconectado no es de esperar que la crisis se quede quieta en Turquía. Ya vimos el viernes un terremoto en los mercados. El Banco Central Europeo, según informaba Financial Times ese día, ya ha advertido de la vulnerabilidad de algunos bancos europeos, entre los que BBVA sería el más expuesto, al contar con una participación de casi el 50% en la entidad local Garanti y al tener el 15% de su cartera crediticia expuesta al país euroasiático. Ello convierte al sector financiero español en el más ligado a Turquía, con créditos concedidos por valor de alrededor de 80.000 millones de dólares, frente a los 40.000 millones de Francia y a los cerca de 20.000 de Italia. Win Thin, estratega de Brown Brohers Harriman & Co, en declaraciones a Bloomberg, explicaba: "Dado el camino por el que van las cosas, los mercados necesitan estar preparados para un aterrizaje brusco en la economía, impagos de empresas en su deuda en moneda extranjera y posibles quiebras bancarias". De los impagos las víctimas serían los acreedores, es decir, los bancos, sobre todo extranjeros, que han invertido en el país. Aquí se encuentra el primero de los efectos colaterales y la principal vía de contagio desde Turquía al Viejo Continente.
La sombra de la sospecha que se extiende sobre el sector financiero europeo ha convertido al euro en otra víctima de los efectos colaterales de la crisis turca. En la sesión del viernes, cayó desde niveles en el entorno de 1,1540 unidades hasta poner en peligro la cota de 1,14 dólares, algo que no sucedía desde julio del año pasado. Aunque lo verdaderamente importante fue la pérdida del nivel de 1,15, un soporte que los analistas técnicos consideran muy importante. Ello, de acuerdo con los expertos de Crédit Agricole, podría llevarle a niveles de 1,1360-1,1370 unidades. Viraj Patel, de ING, señala que, mientras la lira turca siga sufriendo, hay poca probabilidad de un rebote para la divisa comunitaria. Pero también apunta que el contagio al euro puede ser más limitado de lo previsto, a menos que las implicaciones para el sector bancario europeo se deterioren materialmente.
En el mercado de divisas, según Patel, además del dólar, el yen actuará como activo refugio preferido. De acuerdo con Brad Bechtel, de Jefferies Group, las únicas monedas que hay que tener en cartera en este entorno son el dólar, el franco suizo y el yen.
Además, la crisis turca puede expandirse a otros mercados emergentes. Aunque de acuerdo con Christian Diclementi, de Alliance Bernstein, no hay ningún otro país con el mix político-económico de Turquía, es posible que en un primer momento los inversores no discriminen y vendan todo. Pero, en ese caso, Diclementi, dado el error que sería hacerlo, señala que podrían surgir buenas oportunidades de inversión.
No hay que olvidar, de todas maneras, la existencia de países vulnerables por sus desequilibrios financieros, como Argentina, cuyos activos vuelven a sufrir pese al rescate del FMI; Sudáfrica, donde además de déficit por cuenta corriente pesa la incertidumbre sobre las políticas del gobierno en lo que a minería y tierra se refiere; o Rusia, país afectado de nuevo por sanciones estadounidenses y que ha sufrido la mayor caída semanal para el rublo desde el año 2015, lo que puede hacer daño a bancos como Raiffeisen, Unicredito, ING o Société Générale.
Si la crisis turca continúa generando miedo entre los inversores y el dólar gana popularidad como activo refugio, movimiento que continúa apreciándolo, los mercados emergentes pueden verse penalizados, así como los bancos internacionales que los financian que, además, pueden empezar a recortar estimaciones si la volatilidad persiste. Es una segunda derivada del posible contagio de la crisis turca a otros emergentes.
Al menos, la probabilidad de que haya dos subidas más de tipos en Estados Unidos este año se ha reducido con el estallido de la crisis turca. Ello, junto a la aversión al riesgo, ha hecho posible una caída importante en las rentabilidades de los bonos americanos y también en los alemanes.