El pecado original

A un partido de la vocación adanista -y algo narcisista también- de Ciudadanos le cuesta entender que en la política[…]

A un partido de la vocación adanista -y algo narcisista también- de Ciudadanos le cuesta entender que en la política haya que ensuciarse un poco las manos porque bajo el poder existe siempre una cierta capa de fango. En Andalucía no ha tenido más remedio que remangarse dado que sus votantes exigen un relevo largamente esperado, pero la colaboración necesaria de Vox le inspira un escrúpulo rayano en el asco. Para repartirse la Mesa del Parlamento, sus dirigentes han hilado con mucha finura un acuerdo muy alambicado en el que recibían el apoyo del nuevo partido sin tener que corresponder votándolo, tarea contaminante que han dejado a un PP menos remilgado. Así pueden disimular que ha habido trato y fingir que su prestigio centrista queda intacto. Sin embargo, nadie debe dar por sentado que en el resto de España vaya a extrapolarse este pacto, forjado bajo las especiales circunstancias de un veredicto social de cambio. Más bien es presumible lo contrario: que allí donde Cs lo pueda evitar va a evitarlo.

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