Los naranjitos enseñan la patita

Hace ya tres años explicábamos en esta misma tribuna la naturaleza del partido político llamado Ciudadanos. Andaban por entonces los[…]

Hace ya tres años explicábamos en esta misma tribuna la naturaleza del partido político llamado Ciudadanos. Andaban por entonces los analistos y analistas estrujándose los sesos por dilucidar si los naranjitos eran de izquierdas o derechas, como si en esta posmodernidad agónica las cosas fueran de cuerpo entero y no hechas de retales. A mí Ciudadanos me pareció siempre un partido sistémico (esto es, creado para defender los intereses de la plutocracia globalista, en su esfuerzo por esclavizar a las sociedades); y, por lo tanto, de derechas de cintura para arriba (o sea, defensor a ultranza de las formas más extremas de capitalismo) y de izquierdas de cintura para abajo (o sea, defensor a ultranza del supermercado de derechos de bragueta). Si los naranjitos empezaron pescando en los caladeros de la derecha es porque allí se tropezaron con una clientela mollar que, después de traicionar todos los principios que sus antepasados defendieron, necesitaba justificarse defendiendo, a modo de fetiche pauloviano, la «unidad» de España. Una «unidad» que, para entonces, ya no podía ser la unidad moral y espiritual que preconizaba Unamuno, sino tan sólo la unidad fiambre de los cachos de carne putrefacta con los que el doctor Frankenstein cosió a su monstruo; pero esto no importaba a esa derecha que previamente había renunciado a todos los principios morales y espirituales que antaño aseguraban la unidad auténtica de España.

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