La hostilidad entre electores de distinto signo político crece en España hasta niveles cercanos a la intolerancia
La denominada 'polarización afectiva' ha incrementado desde la moción de censura a Mariano Rajoy en 2018
Desde la moción de censura a Mariano Rajoy en mayo de 2018, la ‘polarización afectiva’, es decir, la tendencia de las personas que se identifican o simpatizan con partidos de izquierdas o de derechas a percibir negativamente a los partidarios del otro bloque ideológico y positivamente a sus correligionarios, ha aumentado sustancialmente y la hostilidad entre electores de distinto signo político crece en España "hasta niveles cercanos a la intolerancia”.
Estos son algunos de los resultados de la primera ‘Encuesta Nacional sobre Polarización Política’ elaborada por el Centro de Estudios Murciano de Opinión Pública (Cemop), publicada en el número 45 de la ‘Revista Más Poder Local’ y que hoy se ha presentado en la sede del Instituto Coordenadas de Gobernanza y Economía Aplicada en Madrid.
Advierte que algunos estudios sitúan a España como uno de los más polarizados afectivamente del mundo. “En este contexto de fuerte polarización afectiva, la hostilidad que se produce entre electores de distinto signo político ha crecido hasta niveles cercanos a la intolerancia”, subrayan los analistas.
La deslegitimación de los adversarios políticos
El desagrado hacia los adversarios produce un discurso de deslegitimación de esas opciones políticas y de sus decisiones legislativas y existe una percepción de que el partido contrario y sus políticas amenazan la nación, la democracia y la forma de vida de las personas.
“Son opciones, desde este punto de vista, inadmisibles, que no cabe reconocer, y si algo es hasta este punto intolerable, parece fácil suponer que se derivarán afectos negativos hacia quien lo apoya”, alertan.
La encuesta se realizó entre el 18 de marzo y 7 de abril de este año sobre una base de 1.236 entrevistas a nivel nacional, con el objetivo de radiografiar el estado de la polarización afectiva en España.
El trabajo concluye que las afinidades de los electores con los partidos de un mismo bloque ideológico han aumentado estos últimos años, a la vez que se ha ensanchado más la grieta y la animadversión entre partidos de distinto signo ideológico.
Asimismo, indica que el perfil de la polarización afectiva diferencia la España actual de países con un perfil de polarización afectiva distinto, ya sea alto en los afectos y rechazos (Grecia), o alto en los afectos, pero bajo en los rechazos (Alemania).
El partido político que despierta una mayor simpatía o adhesión entre sus propios electores es ERC, siendo los electores de Ciudadanos los que sienten una menor afectividad hacia su propio partido.
Además, los electores de partidos de ámbito estatal muestran una mayor simpatía hacia partidos que también lo son, aunque pudiesen ser adversarios ideológicos, que hacia los partidos nacionalistas con los que, a priori, se pudiese tener una mayor afinidad ideológica. Lo mismo sucede a la inversa.
Radicalismo ideológico
Existe también una falsa percepción de radicalismo ideológico en el contrario. La polarización ideológica es percibida como mayor por los electores de todos los partidos, en especial por los del PSOE (0,73) y por los de UP (0,78), frente a los electores del bloque ideológico de la derecha (Vox y PP, 0,66 y 0,67, respectivamente). En este sentido, los electores observan un nivel de enfrentamiento y distanciamiento mayor del que realmente existente.
Por otra parte, las personas mayores y las mujeres aparecen como los grupos que más polarización afectiva albergan en nuestro país. Sorprende por cuanto las personas mayores son, a su vez, las que menos usan los medios digitales y las redes sociales.
Las mujeres españolas muestran, en comparación con los hombres, mayores niveles de animadversión hacia los que piensan política o ideológicamente diferente a ellas. Entre las temáticas que fomentan la polarización afectiva se encuentran las cuestiones de género.
El trabajo señala que los sentimientos de los ciudadanos respecto a los líderes políticos son más cercanos al rechazo y a la antipatía que a la adhesión y a la simpatía. Los electorados propios de cada partido sienten una mayor simpatía o adhesión hacia su partido que hacia su líder. Estas diferencias son más notables en el caso de los electores de Unidas Podemos y del Partido Popular.
La pertenencia a un mismo bloque ideológico condiciona el rechazo y la adhesión hacia los líderes de los otros partidos. El menor rechazo sea produce entre los votantes del PP hacia Santiago Abascal y entre los votantes de Unidas Podemos hacia Pedro Sánchez.
Los votantes situados en posiciones de izquierdas perciben a los votantes del PP y Vox en posiciones más extremas que las que estos ocupan, y sucede lo contrario con la percepción que tienen los votantes de derechas respecto a las posiciones de los electores del PSOE y UP.
Además, existe una brecha de percepción, una falsa polarización, que está más presente entre los votantes de las formaciones de izquierda, en especial de Unidas Podemos.
Los simpatizantes de una formación tienden a exagerar el alcance de su desacuerdo con los otros grupos, en especial con aquellos del bloque ideológico adversario, como forma de aumentar su identificación con el grupo de pertenencia y su rechazo al grupo opuesto.
Respecto a las identidades territoriales esencialmente no españolas o predominantemente no españolas están relacionadas con la presencia de sentimientos de rechazo hacia los partidos nacionales de la derecha.
La visión sobre los líderes políticos
Los resultados de la investigación apuntan que los sentimientos de rechazo a Pablo Casado aparecen cuando las posiciones en la escala de identidad territorial tienden al sentimiento autonómico prevalente o excluyente.
En sentido contrario, los sentimientos de simpatía por Pablo Iglesias aumentan cuando en la escala de identidad territorial el individuo se aproxima a las posiciones de identidad regionalista o nacionalista.
Los votantes de Unidas Podemos y Vox son los electores que más rechazo presentan hacia sus rivales ideológicos, los que más lo sufren de los demás y los que más simpatía sienten por su propio partido.
Los electores de estas dos formaciones son más reacios a que sus hijos tengan una pareja de ideología abiertamente contraria a la suya, a contratar a una persona de ideas distintas o a tener amigos con una ideología abiertamente diferente, es decir, discriminan más personalmente por razones políticas, según el estudio.
“Todo apunta a que uno de los efectos del discurso populista sea producir ciudadanos más polarizados y desconfiados o, al menos, sabemos con certidumbre que los votantes nacionales más polarizados afectivamente son los que votan a estos partidos populistas”, concluye.