Año XX de la victoria

En los años cincuenta, cuando la Gran Depresión había quedado en el olvido gracias a las políticas de gasto público[…]

En los años cincuenta, cuando la Gran Depresión había quedado en el olvido gracias a las políticas de gasto público inspiradas por John Maynard Keynes y, sobre todo, a las que se derivaron de la Segunda Guerra Mundial, un grupo de economistas de la Universidad de Chicago comenzaban a esbozar unas nuevas teorías a favor de la emancipación del mercado del control estatal. Al principio, nadie les hizo mucho caso. En el pacto tácito entre los socialdemócratas y los conservadores del mundo el respeto al Estado del Bienestar era un elemento esencial contra el enemigo común situado al otro lado del Muro de Berlín.

El estallido de la crisis de 1973 les dio la excusa perfecta para criticar las políticas neokeynesianas y hacerse fuertes. A partir de entonces, sus teóricos, Friedrich Hayek o Milton Friedman, entre otros, comenzaban a ser distinguidos con el Premio Nobel. El Chile de la dictadura de Augusto Pinochet se convertía en el primer campo de pruebas del neoliberalismo. Y, pronto, con Ronald Reagan y Margaret Thatcher en la presidencia de Estados Unidos y el Reino Unido, las teorías de la Escuela de Chicago se convertían en las hegemónicas. También en el Fondo Monetario Internacional y en el Banco Mundial. El espaldarazo definitivo para los "Chicago Boys" llegó en el otoño de 1989: la caída del Muro de Berlín implicaba, sobre todo, el fracaso de la economía planificada que se aplicaba en los países del bloque soviético. La victoria definitiva de sus teorías vino en 1991, cuando se arriaba la bandera comunista del Kremlim. Un año después, Francis Fukuyama proclamaba que había llegado el final de la historia. Su claro ganador sería el liberalismo económico. 

Veinte años después de la caída del Muro de Berlín y tras dos décadas de hegemonía liberal, de liberalizaciones, desregulaciones y adelgazamientos estatales, ¿Qué tenemos? ¿qué balance puede hacer de sí mismo el hegemónico capitalismo? No tiene muchas razones para estar encantado de haberse conocido. La celebración de su veinte aniversario de hegemonía no le ha venido bien colocado en el calendario. Está inmerso en la mayor crisis desde los años treinta. Además, sólo el despreciado Estado ha sido capaz de salvarlo de una reedición de la Gran Depresión. Paradojas de la historia: ahora el gran temor que se cierne sobre los mercados es que la ayuda estatal se retire demasiado pronto y ello provoque una recaída en la recuperación que ya se ha iniciado. El mercado necesita muletas públicas para caminar. ¿Y después? Cada vez son más los que creen que, cuando se afiance la recuperación, cuando el optimismo vuelva a inundar los mercados, el Estado tendrá que hacerse valer en su papel de controlador. Por tanto, veinte años después de la caída del Muro de Berlín, sólo parece haber una clara ganadora: la economía mixta.

Una de las propuestas más interesantes para un futuro sin burbujas ha venido del Reino Unido. Su primer ministro, Gordon Brown, ha rescatado una propuesta de otro premio Nobel, James Tobin: el establecimiento de un impuesto global sobre las transacciones financieras. El objetivo podría ser, por un lado, la reducción de los movimientos de capitales más especulativos y arriesgados y evitar los desmanes que el exceso de capitalismo ha producido ya en dos ocasiones en los últimos ochenta años. Además, con el dinero recaudado se podría crear un fondo de rescate para las entidades que puedan sufrir problemas en el futuro.

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