El fantasma de la deflación sobrevuela la economía española. ¿Qué consecuencias tiene?
Los precios llevan seis meses en negativo y aunque supone un incremento del poder adquisitivo, frena el consumo
La inflación en España se anota seis meses en negativo, después de que el Instituto Nacional de Estadística (INE) adelantara que los precios se situaron en el -0,4% en septiembre.
Según el organismo de estadística, la caída de los paquetes turísticos se compensó con el alza de los precios de la electricidad que permitieron al indicador adelantado arañar una décima al dato de agosto.
Con seis meses en negativo, se cumple la mitad del tiempo exigido para que una economía entre en deflación, lo que añadiría una preocupación más a la maltrecha recuperación económica.
Meses de inflación en negativo
El fantasma de la deflación ya planeó sobre la crisis financiera. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI) no hace falta que entre en negativo, simplemente que haya una tendencia a la baja (incluida cifras negativas) de los precios durante dos semestres consecutivos.
Erik Weisman, gestor de carteras y economista jefe en MFS Investment Management, señala que la actual evolución de los precios se debe a una negativa evolución de la economía junto con una brecha de producción y un descenso del petróleo en torno a un tercio desde comienzos de año”.
El gestor, por lo tanto, no ve una rápida subida de los precios a corto plazo.
Peder Beck-Friis, portfolio manager en PIMCO, explica sobre las expectativas de inflación y las implicaciones para la inversión. “Con las expectativas de inflación bajas en el horizonte cíclico actual, la “duración” debería permanecer firme desde un punto de vista inversión. El riesgo de una mayor inflación llegará si la política fiscal sigue siendo expansiva después de la recuperación del Covid-19".
Desventajas
Pero, ¿cuáles son los motivos por los que la palabra deflación causa tanto miedo en la economía? Fundamentalmente que se aplazan las decisiones de compra.
“No tanto para los bienes de consumo inmediato, como la alimentación, como para los bienes duraderos, como electrodomésticos, coches, etc”, explica Javier Rivas, profesor de finanzas de EAE Business School.
El profesor señala que los consumidores lo piensan mucho antes de comprarlos porque tienen un precio unitario mayor. “Hemos visto economías que han tenido deflaciones muy largas, como la japonesa, en las que se difiere el momento de compra creando un círculo vicioso: si no se consume el precio sigue cayendo aún más”.
Y el consumidor pospone estas decisiones de compra porque prevé caídas de precios mayores.
Si las empresas venden menos, reducen la producción, al reducir la producción es necesario la eliminación de costes y una de las medidas más utilizadas es la reducción de personal. Pero, al mismo tiempo, mayor desempleo también implica menor consumo.
También se genera otro sentimiento. Si el consumidor percibe que los precios seguirán a la baja espera que caígan más antes de acometer este proceso
No todo es negativo
Una inflación no tiene por qué ser negativa. En primer lugar porque aumenta el poder de compra de los ciudadanos. Y, sobre todo, porque con los tipos de interés al 0%, una inflación negativa hace que los productos de ahorro más conservadores, como depósitos, y que ofrecen rentabilidades mínimas incrementen la rentabilidad real al sumar la rentabilidad nominal el dato de inflación.
Así, la rentabilidad media de los depósitos en España se sitúa, según el Banco de España, en el 0,04%, que si se suma la inflación, ofrece una rentabilidad del 0,44%.
¿De la deflación a la hiperinflación?
El gestor de PIMCO considera que “la inflación permanecerá débil en los próximos años” y advierte que los bancos centrales han perdido la capacidad de influir decisivamente en la inflación. “Las perspectivas de inflación son más importantes desde el punto de vista fiscal que desde el monetario.
A diferencia de la política monetaria, que funciona principalmente a través de los tipos de interés, la política fiscal influye directamente en la demanda agregada a través del gasto público y la política fiscal”.
Weisman cree que finalmente las políticas expansivas de los bancos centrales tendrán un efecto inflacionista, y no descarta un vuelvo de los precios hasta niveles de entre el 4% y el 5%.
El BCE ya tiene puesto el pensamiento en la inflación
El Banco Central Europeo (BCE) precisamente se ha encontrado como uno de los grandes problemas de su gestión la incapacidad de elevar la inflación hasta el objetivo del 2%, a pesar del quantitative easing.
Es por esto, que su actual presidenta, Christine Lagarde, anunció una revisión estratégica de la política monetaria del BCE para que no estuviera supeditada a este objetivo, revisión que se vio interrumpida por el estallido de la pandemia.
La propia Reserva Federal está dispuesta a que la inflación suba más del 2% para apoyar la recuperación y el mercado laboral.