Trabajadores del Popular con acciones: los grandes damnificados
El 75 por ciento de los empleados del Banco Popular que a su vez eran accionistas de la entidad son los mayores perjudicados por la quiebra del banco, ya que no solo perdieron el total del valor de sus acciones sino que pueden ser despedidos y, además, no tienen la opción de denunciar al banco por mala praxis porque temen las represalias que esto les pueda acarrear.
El 75 por ciento de los empleados del Banco Popular que a su vez eran accionistas de la entidad son los mayores perjudicados por la quiebra del banco, ya que no solo perdieron el total del valor de sus acciones sino que pueden ser despedidos y, además, no tienen la opción de denunciar al banco por mala praxis porque temen las represalias que esto les pueda acarrear.
"Llevo 13 años trabajando en el Banco Popular y he perdido los 20.000 euros que había invertido en acciones del banco. Pero no soy el más perjudicado, tengo compañeros que invirtieron 100.000 euros y familiares suyos, que aconsejados por ellos, compraron acciones por valor de 500.000 euros y se han quedado sin nada». Estas son las declaraciones de uno de los trabajadores-accionistas que perdieron sus inversiones en Banco Popular la noche del 6 de junio, cuando la entidad fue intervenida por el Frob y la Junta Europea de Resolución lo adjudicó al Santander por un euro. Este empleado prefiere no dar su nombre por si sus declaraciones pueden generarle problemas, más aún cuando la amenaza de nuevos despidos 'sobrevuela' la plantilla del Popular.
Este trabajador y sus compañeros forman parte de los 305.000 accionistas afectados por la venta del Popular, que han perdido entre 3.000 y 4.000 millones de euros.
Como él, tres de cada cuatro trabajadores del banco, tenían acciones del Popular. «Entre toda la plantilla sumamos 84 millones de euros invertidos», apunta. Muchos de ellos acudieron a la última ampliación de capital que, tras la revisión de las cuentas, se descubrió que la entidad solicitó dinero al mercado con información que no reflejaba la verdadera situación por la que atravesaba. Vendió a los pequeños accionistas cerca de 1.500 millones de euros de la ampliación de capital, que fue de 2.500 millones, y entre ellos se encontraban trabajadores del banco a los que la entidad facilitó anticipos de nómina sobre el salario para que pudieran adquirir las acciones.
Nuestra fuente asegura que, aunque no hubo presiones masivas para que los trabajadores compraran títulos, sí hubo casos en alguna región y por parte de determinados directores comerciales en que se presionó a los trabajadores para que compraran. «En la plantilla corrió el rumor de que la dirección tenía muy en cuenta quién compraba acciones y quién no. Todo se hizo casi siempre de manera velada, no querían exponerse a que les denunciaran o que las presiones pudieran trascender a la opinión pública».
Rafael Sánchez, secretario general de la Sección Sindical de UGT de Banco Popular, reconoce que «ha habido presión moral. Se han dado casos en los que se ha comunicado al trabajador que si no compraba quedaba señalado y les recordaban que había en proceso un ERE».
SOSPECHA DE FRAUDE
Nuestra fuente anónima dice que entre los trabajadores existe la sospecha de que no solo en la última ampliación de capital la entidad cometió irregularidades. Si no que estas se remontan a 2007, año en que empezaron los problemas en el banco. «Creemos que, desde entonces, los estados contables anuales han podido ser maquillados, no solo en las ampliaciones de capital, sino en la presentación de los resultados a los analistas en cada ejercicio».
Añade que lo que más indigna a los empleados con acciones es que no se ha tratado de una expropiación de sus acciones, porque «en este caso te pagan algo por ellas», sino que ha sido una «incautación». «Han incautado las acciones de los empleados, de los clientes, de las pequeñas empresas... Ahora, cuando voy al banco y pido un extracto de mi contrato de valores aparecen todas mis acciones menos las del Popular porque alguien se las ha quedado».
Argumenta que es la primera vez que en Europa se toma una resolución de este tipo, por ello «han tenido que existir muchos intereses políticos y empresariales para que se haga la excepción con el Popular y se haya tomado una decisión tan drástica. Europa no ha tenido la misma vara de medir con los bancos italianos. Todos sabemos cómo funciona esto y si no hubiera habido beneficiarios esa decisión no se hubiera tomado. Los que hemos salido perjudicados hemos sido los accionistas y los trabajadores que nos sentimos heridos y traicionados».
Este sentimiento de traición viene refrendado, según la fuente, porque la plantilla está convencida de que los responsables de la entidad sabían lo que estaba pasando. «Desde un primer momento lo tenían claro. Saracho sabía que la solución iba a ser la que ha sido. Antes de llegar él y su equipo, para ser miembro del consejo era obligatorio tener acciones del Popular y una de las condiciones que él impuso para ocupar el cargo fue que se cambiara ese requisito. También negoció cobrar 4 millones de euros por venir, pasara lo que pasara con la entidad y tenía una cláusula de que si en los próximos tres años la cosa no terminaba bien, él se iría con unos 4 millones de euros. A esa cantidad ha renunciado por la presión pública y por vergüenza. Estos tres detalles denotan que sospechaba lo que iba a ocurrir y él y su equipo querían asegurarse de que, pasara lo que pasara, iba a ser un buen negocio para ellos».
CON LAS MANOS 'ATADAS'
A pesar de que consideran que lo que pasó con sus acciones no fue legítimo, los trabajadores-accionistas del Popular optan por no demandar. Según nuestra fuente anónima, ha habido miles de demandas por parte de accionistas jubilados o prejubilados del Popular que ya no tienen relación con el banco, pero el problema de la plantilla en activo es que, aunque les gustaría demandar, no lo van a hacer porque no quieren poner en riesgo su puesto de trabajo. «Todos sabemos cómo funciona España y tenemos miedo de sufrir represalias».
DESPIDOS NO DESCARTADOS
Ahora, el día a día en las sucursales del Popular está marcado por la incertidumbre de los 12.000 empleados de la entidad ante la amenaza de que continúen los despidos, debido a que las duplicidades que existen entre las dos entidades originarán cierre de oficinas. A juicio de Rafael Sánchez, «por lógica, Santander cerrará sucursales y mantendrá una sola marca. Basándonos en experiencias anteriores, pensamos que más tarde o más temprano puede haber un ajuste de personal, no sabemos si mediante ERE o prejubilaciones».
Joan Sierra, secretario general de la Agrupación del Sector Financiero Estatal de CCOO, no lo tiene tan claro. «El Santander, por ahora, no ha planteado nada de despidos. Han dicho que quieren integrar los dos bancos en una sola entidad y esto requiere un plazo largo. En ese contexto las dos entidades seguirán funcionando de manera independiente. No obstante, Santander nos ha manifestado que si se hiciera un proceso de ajuste lo harían de forma negociada. El tema de despido no está, por ahora, en nuestra agenda porque no sobra plantilla».
El trabajador del Popular prevé que los despidos no se producirán a corto plazo, pero está convencido de que habrá. «En marzo habrá una junta de accionistas que puede ser el pistoletazo de salida para el ajuste. Hasta entonces puede que haya despidos puntuales o que se externalicen departamentos, pero si quieren negociar algún ERE será entonces».
Apunta que lo que no van a hacer es el ajuste antes de la integración porque esta se vería afectada. «Primero van a intentar que la plantilla esté motivada, darles ilusión, darles esperanza de futuro para que trabajen, para que remen en la misma dirección y una vez que la integración esté completada harán el ajuste de plantilla de las dos entidades». Considera que si el Santander quiere hacer bien ese ajuste tiene plantilla para poder hacerlo de manera no traumática, «con bajas voluntarias y con personas prejubilables».
El ERE presentado por el Banco Popular en 2016 se cerró a finales de junio con la salida de 2.592 trabajadores. Ahora Banco Santander cuenta con una plantilla de 30.000 empleados.
Sánchez cree la situación en la que ahora se encuentran los trabajadores es muy delicada, ya que además de ser quienes vendieron las acciones y fueron los «ejecutores de las ampliaciones de capital» ahora «se ven en la tesitura de aguantar la culpabilidad frente a sus clientes y están sufriendo agresiones verbales y físicas, cuando ellos también lo han perdido todo». Añade que el Santander les ha pedido que recuperen todos los depósitos que se fugaron y provocaron la quiebra del banco y, para ello, «tienen que recuperar la confianza de los clientes».
A estos problemas hay que sumar, según Sánchez, que «estos trabajadores han perdido las acciones pero la deuda se les queda y no saben si Santander va a mantener las condiciones de interés al cero por ciento o si preferirá trasladarlo a un crédito personal con un interés del 4 o 5 por ciento».
Todas estas circunstancias unidas a la impunidad de los responsables que llevaron al banco a la quiebra aumenta la indignación del trabajador del Popular: «No puede ser que los directivos que llevaron al banco a la ruina se vayan a sus casas millonarios, con planes de pensiones de 80 millones de euros y cobrando cada año millón y medio de euros. La ley tiene que obligarles a devolver los millones que han cobrado por arruinar un banco con casi cien años de historia».
ALBERTO MARTÍNEZ, JUBILADO DEL POPULAR, ENTIDAD EN LA QUE TRABAJÓ DURANTE MÁS DE 46 AÑOS
«HAN QUITADO TODO EL VALOR A NUESTRO ESFUERZO E ILUSIONES»
Alberto Martínez entró a trabajar en el Banco Popular cuando acababa de cumplir 18 años. No conoció en su vida laboral otra empresa y allí permaneció 46 años hasta que en el 2015 se jubiló.
No ha sido nunca un ahorrador o inversor al que atrajera la inversión en Bolsa, aunque a finales de los años setenta compró acciones del Banco Popular, que vendió a los tres años cuando se casó. Compartía durante esa época el sentimiento de que estaba en «el mejor banco de Europa», como le gustaba decir al que fuera su presidente, Luis Valls. Tal vez por eso, no dudó mucho en 2012 en adquirir acciones del Popular, cuando la entidad se vio obligada a hacer la primera ampliación. «Era mi empresa, iba bien y nuestros jefes nos decían que teníamos que ayudar», comenta Alberto para explicar su decisión. Compró entonces a más de 15 euros la acción y aquella adquisición se fue ampliando posteriormente con nuevos valores a medida que el Popular fue realizando nuevas ampliaciones. «Nos llamaban al despacho y nos preguntaban: ¿Y tú no vas a comprar acciones? Lo hacían de forma imperativa, pero sin que pareciera que nos presionaban», afirma.
Nunca pensó que aquellas acciones llegarían a perder todo su valor en algún momento. Consideró que sería algo que podría dejar a sus dos hijos y cuando las acciones se derrumbaron llegó a la conclusión de que ya no le compensaba venderlas por las fuertes pérdidas que había acumulado. Ahora, dice tener el mismo sentimiento que cuando un día llegó a su casa y vio que habían forzado su puerta y le habían robado, llevándose algunas de los recuerdos irremplazables que allí guardaba. «Tenía una puerta blindada -dice- que pensaba que nunca podrían abrir. Pero dio igual. El Popular parecía que nunca podría desaparecer, pero Ron lo puso en suerte y Saracho lo remató. Si don Luis (Valls) levantara la cabeza...».
Se reúne periódicamente con compañeros jubilados de la entidad para compartir el desasosiego unánime por lo ocurrido, pero no tiene muy claro lo que va a hacer. Un antiguo compañero, Fermín Trinidad, que también trabajó 46 años en el banco, les ha hecho llegar una carta que ha enviado a la presidenta del Banco Santander pidiendo una solución para su caso: ha perdido 50.000 euros con sus acciones y, además, tendrá que estar durante seis años pagando al banco que preside Ana Botín 378 euros mensuales por los adelantos que le dio el Popular para comprar las acciones. Por otro lado, ha decidido poner el caso en manos del despacho de Duran&Duran con la esperanza de recuperar algo de aquel dinero. Sin embargo, Alberto no lo tiene muy claro porque su pérdida económica no ha sido tan grande y tiene pocas esperanzas en poder recuperar algo. «El gran daño que nos han hecho a muchos no ha sido económico. Han dejado sin valor, de la noche a la mañana, el esfuerzo y las ilusiones de casi medio siglo de dedicación y trabajo y de eso nadie te puede compensar» señala amargamente Alberto, expresando de forma certera un sentimiento ausente, sin duda, entre aquellos que una noche decidieron que las acciones del Popular valían... nada.
Rafael Rubio
Esta es la carta que un jubilado y accionista del Popular ha escrito al banco para mostrar su «angustia y tristeza» por lo ocurrido con sus acciones. Ha perdido más de 50.000 euros y pide a la entidad que condone los anticipos destinados a la compra de las acciones o que les hagan accionistas del Santander.