Covid-19: ¿a qué se enfrentan los inversores en el largo plazo?

El brote de Covid-19 cambia el mapa de riesgos que tienen que enfrentar los inversores durante la próxima década

El Covid-19 tiene un importante efecto humano y económico que podría acelerar algunas de las verdades ineludibles a las que tendrán que enfrentarse los inversores en la próxima década.

La primera tiene que ver con el escenario de bajos tipos de interés. El brote de Covid-19 refuerza la visión de Schroders: los tipos se mantendrán reducidos en términos reales durante un período de tiempo considerable.

La combinación de unas tasas de ahorro más elevadas y una menor inversión de capital apuntaría a un crecimiento más lento y a un tipo de interés de equilibrio más bajo (cuando el desempleo está en su tasa natural y la inflación es estable).

También será clave el nivel de gasto público en salud, que tendrá una mayor repercusión para las economías.

Esperamos que los gobiernos destinen más fondos para reforzar la sanidad, lo que les llevará a aumentar los impuestos y, probablemente, a recurrir a la represión financiera (a mantener los tipos de interés muy por debajo del crecimiento del PIB nominal) para reducir la proporción de deuda sobre el total de ingresos.

Esa política se aplicaría mediante una combinación de compras de bonos del Estado por parte del banco central, el control directo de la curva de tipos y alguna medida que obligue a los inversores a tener bonos del Estado.

A su vez, pensamos que la represión financiera puede dar lugar a más movimientos populistas.

El populismo en este contexto se traduciría en una pérdida de la independencia de los bancos centrales a favor de los gobiernos, alejándose de los objetivos de inflación fijados y adoptando políticas como la teoría monetaria moderna (MMT) o helicóptero del dinero (dar directamente el dinero a los ciudadanos para gastarlo directamente en la economía).

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El resultado sería una mayor inflación y, posiblemente, una hiperinflación si se lleva lo suficientemente lejos.

La relación entre deuda y PIB disminuiría, pero esas políticas no hacen que los gobiernos sean muy populares. De hecho, golpearía con más fuerza a una parte clave del electorado al erosionar el valor real de sus ahorros y pensiones.  

Impulso tecnológico

Por último, consideramos que el actual contexto va a suponer un impulso para la tecnología.

El cierre de las tiendas, oficinas y grandes almacenes ha obligado a las empresas a innovar y a hacer viable el trabajo a distancia. Creemos que este efecto continuará a largo plazo, ya que la actual experiencia con esta pandemia obliga a las empresas a replantearse sus cadenas de producción y a que aparezca una mayor diversidad de proveedores.

En este sentido, es probable que la inteligencia artificial y la robótica sean las ganadoras, acelerando la cuarta revolución industrial.

A su vez, esta transformación tecnológica probablemente aumentará la productividad, ya que reducirá muchos de los insumos asociados a los negocios, como los gastos de viaje y el mantenimiento del espacio de oficinas. Sin embargo, de manera más inmediata, conllevará la pérdida de puestos de trabajo en determinados sectores.

En conclusión, creemos que es probable que el virus refuerce las tendencias que ya impulsaban la actividad antes de que se produjera el brote, al desafiar la senda del crecimiento, crear una mayor presión sobre las finanzas gubernamentales y aumentar la desigualdad a medida que la tecnología se generalice.

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