¿Qué poderes del inversor particular envidian los grandes gestores de fondos?
La libertad total para elegir activos es uno de los privilegios de los minoristas más deseados por los inversores profesionales
La formación y la trayectoria profesional son dos de las principales herramientas con las que cuentan los gestores de fondos de inversión a la hora de valorar los mercados y las compañías en las que invertir. Pero los inversores particulares también poseen bazas muy deseadas por los gurús de la gestión, que si saben jugarlas bien pueden generarles óptimas rentabilidades.
Una de sus principales ventajas es que pueden olvidarse de los vaivenes del mercado a corto plazo, mientras que un gestor profesional no puede.
“El gestor está continuamente sometido al examen del mercado, lo que algunas veces puede distorsionar su política de inversión”, afirma Fernando Luque, editor de Morningstar.
Y pone un ejemplo: “hace algún tiempo un gestor profesional me comentaba que, aunque su filosofía de inversión es de muy largo plazo, si no bate a su benchmark en un periodo de 12 meses algunos de sus clientes institucionales reducen automáticamente su posición en el fondo”. Además, su remuneración depende muy a menudo de los resultados que obtenga a corto plazo, lo que acaba afectando a la gestión del fondo.
También para Miguel Momobela, analista de XTB, esta es una prebenda que el inversor particular tiene sobre el profesional, ya que el dictamen del primero puede variar a placer, no tiene que ceñirse a nada establecido, mientras que el gestor profesional está sujeto a una política de inversión que, en principio, no debe quebrantar.
A su juicio, “si al particular le apetece deshacer posiciones lo puede hacer sin tener que dar explicaciones a nadie. Puede tener un horizonte de compra a largo plazo para determinados activos, pero si en un momento opta por liquidarlos lo puede hacer sin decir nada”.
Elegir los activos
La misma libertad tiene para elegir los activos en los que invertir, mientras que un gestor de fondos o planes de pensiones se tiene que ceñir al instrumento de inversión en el que trabaja y por muy variados y diversificados que sean estos vehículos de inversión no todos los activos en los que estén invertidos serán del gusto del gestor.
Al contrario de lo que ocurre con las carteras de los minoristas “cuya composición la hacen customizada al cien por cien en base a sus gustos e intereses”, señala Momobela.
Optar por las grandes
Otro hándicap del gestor es que suele estar más inclinado a invertir en compañías de gran capitalización, que son las más contratadas y las que más suben de precio, lo que le obliga a invertir en compañías cada vez más caras.
Por lo que “no siempre puede permitirse ampliar su universo de inversión hacia segmentos de menor tamaño donde podría encontrar valoraciones más atractivas, mientras que el minorista sí se lo puede permitir”, señala Luque.
Poder disponer de carteras muy concentradas es otra de las prebendas del particular de la que carece el gestor de fondos que, por ley, debe diversificar su cartera.
Libertad de salida
A ello se suma que el particular puede salirse del mercado cuando lo crea conveniente, evitando los periodos bajistas, mientras que los fondos puros de renta variable tienen el compromiso de estar siempre invertidos.
No obstante, en opinión de Fernando Luque, esto puede llegar a convertirse en un inconveniente para el minorista, ya que, a veces, no lee bien los mercados y puede salirse o entrar a destiempo. Por ello, aunque reconoce que “el particular tiene algunas ventajas respecto a los gestores de fondos, no siempre las aprovecha”.