Ahora o nunca

Un axioma político explica que las elecciones, en caso de vuelco, no las gana la oposición sino que las pierden[…]

Un axioma político explica que las elecciones, en caso de vuelco, no las gana la oposición sino que las pierden los gobiernos. Lógico: si los votantes estuviesen satisfechos de su gestión les renovarían el crédito. En Andalucía, sin embargo, el PSOE resistía tanto tiempo porque la gente no encontraba un catalizador de su descontento, y esta vez ha fracasado por la conjunción (astral, casi) de dos excesos: uno de confianza propia y otro de hartazgo ajeno. El segundo está muy explicado: el conflicto catalán y el abuso de Sánchez al atornillarse en el poder a cualquier precio han movilizado a una derecha en monumental trance de cabreo. Pero el primero implica una responsabilidad flagrante de quienes han confundido el estado de ánimo de sus adeptos: los votantes tradicionales de la izquierda estaban aclimatados a la rutina, no contentos, y muchos se quedaron en sus casas creyendo que el triunfo estaba resuelto sin necesidad de contar con ellos. Una mezcla de escepticismo, presunción sobrada, falta de motivación y un cierto desaliento. Alguna vez tenía que ocurrir aunque nadie, salvo el brujo Michavila, fuese capaz, y sólo a última hora, de preverlo. Muchas hecatombes históricas empiezan por un elemento accidental o un detalle en apariencia superfluo, y casi siempre sorprenden a los protagonistas durmiendo.

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