Alexander Payne: «Me encanta el famoso humor negro español»
Una vida a lo grande Alexander Payne sale de su zona de confort en «Una vida a lo grande» para[…]
Alexander Payne sale de su zona de confort en «Una vida a lo grande» para enfrentar un filme que se aleja de su intimismo coloquial y le lleva a pelear con los efectos especiales. Eso sí, sin olvidar el humor negro tan característico en su cine. Si en «Entre copas», «Los descendientes» y «Nebraska» la realidad adquiría su propia dimensión, en «Una vida a lo grande» es la metáfora crítica de la sociedad la que se multiplica exponencialmente encogiendo a los protagonistas.
P - ¿Dónde nace la inspiración para su «Una vida a lo grande»?
R - El hermano de mi coguionista, que tiene ideas extrañas, nos sugirió hacer una historia sobre la vida en miniatura, porque si eres más pequeño puedes tener una mansión en tres metros cuadrados. Al principio no sabía si podía usar esa idea, sin embargo, pasaron los años, tuvimos un gran éxito con «Entre copas» y pensé que tal vez, después de varias películas pequeñas, podría atreverme con una narración algo más ambiciosa y, al mismo tiempo, con cierto bagaje político/social en clave de sátira. Pero necesitaba la metáfora, no puedes hacer algo literal, necesitas la metáfora adecuada. Entonces me acordé de esta idea que, probablemente, los científicos consideran una panacea contra la sobrepoblación. Empecé a darle forma, y entonces, esta sátira social y política se convirtió en una prisión de ciencia ficción que me ha permitido hablar de muchos aspectos horribles de la sociedad contemporánea. Esa es realmente la idea.
P - ¿Llegó primero la situación de la sociedad actual o la ambición del cineasta?
R - Tristemente ningún elemento de la película es nuevo. Escribimos el guion hace ya once años y, desafortunadamente, la imagen del muro detrás del que viven los mexicanos y los salvadoreños se volvió una imagen muy potente. Si es que la película es potente, no lo sé.
P - ¿Le ayudó el formato de ciencia ficción a contar una historia social?
R - Es muy difícil distinguir ficción de realidad. Los hombres, a lo largo de la historia, siempre han tenido ese sentimiento, pero ahora evolucionamos tan rápido que es imposible no creerlo. Además, tenemos un loco en Corea del Norte y un loco en Washington, dos hombres comportándose como niños de cuatro años con sus sonajeros, cuando sus sonajeros son armas nucleares.
P - El existencialismo que guarda su película advierte que, grandes o pequeños, los humanos no tenemos solución.
R - No creo que una película pueda cambiar nada, pero la historia nos ha enseñado que todos tenemos la responsabilidad de poner nuestra pequeña piedra. Es importante para que las generaciones futuras puedan mirar y ver las voces de las personas conscientes con la sociedad.
P - Con esta película y «Suburbicon», Matt Damon parece haberse convertido en el héroe de la clase media.
R - Es un tipo normal que además lo parece, no aparenta ser una estrella de Hollywood. Lo es, pero su ventaja es que mantiene el aspecto de un tipo cualquiera. Es sensacional. La verdad es que los directores hablamos entre nosotros, preguntamos tratando de averiguar cómo se trabaja con tal o cual actor: ese no recuerda sus líneas, a ese otro si le contratas tienes que traer a su maquillador y a su peluquero, la vida es corta para que trabajes con ese tipo... Son cosas que escuchas con frecuencia, pero de Matt Damon solo escuché que era estupendo. Steven Soderbergh fue quien me sugirió que usara a Damon para el papel porque haría cualquier cosa que yo le pidiera.
P - Su humor encaja en la sociedad española y sus películas siempre han funcionado bien en la taquilla de nuestro país.
R - Tal vez sea por el humor, el famoso humor negro español que me fascina.
P - Usted suele borrar la identidad norteamericana de sus películas.
R - Es que no me interesa un bledo. Mira, una de mis grandes influencias es Buñuel. No es que yo me compare con Don Luis, pero fue precisamente en España donde vi una de mis películas favoritas: «Viridiana». De hecho, fui estudiante en España en 1981-82, cuando estrenaron el filme por primera vez, seis años después del destape.
P - ¿Qué recuerdos le quedan de España?
R - Viví con monjes carmelitas, tenía una novia maravillosa y disfrutaba cada tarde en la Plaza Mayor de Salamanca de la gente que paseaba de aquí para allá. También me gustaban las historias de Fray Luis de León. Aprendí muchísimo, bebí muchísimo y empecé a fumar allí, y fumé durante 20 años.
P - Recuerda los pequeños detalles.
R - Claro, qué otra cosa hay en la vida. Y, además, escribí un cuento en castellano titulado «Amor Ciego», que me publicaron en el periódico «El Adelanto» de Salamanca.
P - Continúa escribiendo en español.
R - Me encanta escribir en español, de hecho lo prefiero a hacerlo en inglés. Y, eso que no lo hago lo suficiente. ¿Sabes quién lo hacía también? Nabokov. Él era ruso, pero prefería escribir en inglés. Es un proceso muy interesante, y a mí me gusta tanto el español...
P - ¿Escribiría un guion en español?
R - Sí, y me encantaría rodar en España o en Latinoamérica en castellano. Estoy flirteando con el relato «Final del juego», de Julio Cortázar. No se ha adaptado mucho su obra de Cortázar. Mi película de tesis, aquí en UCLA, fue una adaptación de «El túnel de Sábato». Hice una versión cómica y no he vuelto a la literatura hispana para hacer otra película, pero me encantaría.