China y Rusia doblan su gasto militar en una década
El gasto militar conjunto de China y Rusia se ha duplicado en la última década, una tendencia que se prevé[…]
El gasto militar conjunto de China y Rusia se ha duplicado en la última década, una tendencia que se prevé al alza en el próximo lustro. Francia ha revertido ya la curva decreciente debido a sus operaciones aéreas en Irak pero también por el despliegue militar en su propio territorio, con la denominada «operación Sentinelle». El resto de países de la OTAN, espoleados por los EE.UU. de Donald Trump, ya se preparan también para elevar su gasto hasta el 2% del PIB, un objetivo a alcanzar en 2024 (habrá que ver si se consigue).
Australia también ha lanzado en los dos últimos años un ambicioso programa naval para crear una flota oceánica con doce nuevos submarinos que construirá el astillero francés DCNS, nueve fragatas (programa al que opta Navantia), dos buques logísticos y doce patrulleros; además recibirá 72 aviones de combate F-35 estadounidenses de Lockheed Martin antes de 2020. Las autoridades australianas prevén incluso llegar a doblar su presupuesto en una década hasta los 21.000 millones de dólares anuales.
Repunte nórdico
En la idílica Escandinavia, Suecia o Noruega ven las amenazas rusas a su espacio aéreo y en el Ártico como una serie cada vez menos de ficción y en el caso sueco se ha anunciado la recuperación del servicio militar obligatorio e importantes aumentos del presupuesto de Defensa.
Y, para terminar con la fotografía global, países de Oriente Medio como Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos o Qatar siguen anunciando este mismo año importantes contratos militares que les convierten en clientes anhelados por las principales compañías de armamento. Todo ello a pesar de la bajada del precio del petróleo.
¿Los últimos acuerdos? La compra de Qatar a Reino Unido de 24 cazas Eurofighter tan solo dos años después de que este emirato anunciase la adquisición de 24 aviones de combate Rafale franceses por 3.700 millones de euros y 36 cazas F-15 estadounidenses el pasado mes de junio por 15.000 millones de dólares; o el acuerdo de 110.000 millones de dólares entre EE.UU. y Arabia Saudí, anunciado por Trump en marzo (restan aún por conocer los detalles).
Por cierto, el país saudí podría suscribir próximamente el mayor contrato militar de la historia de la industria española si decide adquirir cinco corbetas al astillero Navantia, valorado aproximadamente en 2.000 millones de dólares.
Todos estos anuncios, unidos a la determinación del presidente Trump por lograr un aumento «histórico» del gasto militar en los próximos presupuestos de Defensa, mermado un 20% desde 2010, no hacen sino presagiar que una nueva carrera de armamento puede haberse iniciado en el mundo.
«Por ejemplo, en 2016 asistimos al primer incremento del presupuesto de Defensa estadounidense tras seis años seguidos de caída. Fue de 1,6%», informa Pieter D. Wezeman, uno de los investigadores del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri, en inglés) que analiza anualmente la evolución del gasto anual militar.
«Aunque hay cierta incertidumbre sobre cómo evolucionará el gasto militar en EE.UU., las estimaciones del presupuesto de defensa nacional anticipan un modesto crecimiento en 2017, con aumentos más sustanciales en el periodo 2018-2021», se constata en el último informe del Sipri que sitúa a EE.UU. con el 36% del gasto total (611.186 millones de dólares); seguido de lejos aún por China, con el 13% del total (215.176 millones); Rusia, con el 4,1% (69.245 millones); Arabia Saudí, con el 3,8% (63.673 millones); e India, con 3,3% (55.923 millones).
Todo hace prever que China esté llamada a disputar la hegemonía militar de EE.UU. en este siglo, siempre claro está a expensas de la evolución de los acontecimientos internos. El Gobierno chino este año ha «ralentizado» el crecimiento de su presupuesto militar a un «modesto» 7%, tras años de alza de dos dígitos durante la última década. No obstante, la carrera espacial, programas como el caza J-20 invisible al radar, nuevos submarinos atómicos o la construcción de un segundo portaaviones elevarán de nuevo la curva de su gasto anual militar. El objetivo anunciado por el presiente chino Xi Jinping es equiparar tecnológicamente a su Ejército de Liberación Popular al de las potencias occidentales en 2050.
«En septiembre de 2015 China anunció un plan para reducir el número de militares de los 2,3 millones de efectivos a los 2 millones pero acompañándolo de una modernización que da más influencia al poder aéreo, naval, a las unidades balísticas (incluidas aquéllas que controlan las cabezas nucleares) y a la recién creada fuerza de apoyo estratégica, que controla el espacio, la ciberdefensa y la guerra electrónica», explican las mismas fuentes del Sipri, como una tendencia de la futura inversión china hacia un más sofisticado poder militar.
Claro está, este hecho desatará el expansionismo de los presupuestos militares en la zona. Por ejemplo, Japón quiere cambiar su doctrina militar, enfocada a la mera defensa tras la Segunda Guerra Mundial, para hacerla más «flexible» de cara a la amenaza norcoreana y el poderío militar chino.
El factor Pyongyang
¿Y Corea del Norte? He aquí la equis a despejar en toda esta ecuación. La amenaza del régimen de Pyongyang, cuyo gasto en armamento no se computa por su opacidad, puede desatar la verdadera carrera de armamento asiática y mundial.
Japón, Corea del Sur o Filipinas hacen planes de fortalecimiento militar con presupuestos de defensa récord para atender una posible crisis. Seúl incluso ha desplegado el «escudo antimisiles» desarrollado por la compañía estadounidense Raytheon. Y en su última visita Trump ha prometido armar a Japón ante tal amenaza con «la compra de un montón de equipamiento militar adicional de EE.UU.».