Cómo será la recuperación, en diez puntos

La controversia rodea los últimos datos económicos que estamos conociendo en España

La controversia rodea los últimos datos económicos que estamos conociendo en España. Sobre todo los de empleo. Pero también los de consumo. Y las encuestas realizadas a los gestores de compras de las empresas de los sectores manufacturero y servicios. También, aunque menos, respecto a la evolución de los costes de financiación tanto del sector público como privado: la rentabilidad del bono español a diez años ha caído por debajo del 4% y la prima de riesgo se ha bajado por fin de los 200 puntos básicos.

A la vista de todos estos datos, nosotros nos atrevemos a decir que sí, que la recuperación económica está en marcha. Está llegando. Pero ésta será distinta a la que sucedió a las crisis precedentes, la de finales de los años setenta y la de principios de los noventa. Por eso nos parece que los optimistas nos engañan. Y quizás lo hacen. Porque no nos cuentan cómo será ahora. Esta vez será diferente.

1. Una reactivación económica sin recuperación de derechos laborales. Las sucesivas reformas laborales que se han realizado durante la crisis se han llevado por delante el Derecho Laboral. Ya no existe. Y no se recuperará. Los convenios colectivos son papel mojado. Efectivamente, se ha hecho descansar la recuperación económica en la pérdida de su vigencia.

2. Una recuperación sin empleo de calidad. Más riesgo, más inestabilidad, menos certezas. La desregulación del mercado de trabajo, su liberalización, que todo el poder lo tenga el empresario, que puede ya hacer lo que quiera con sus trabajadores, provocará en éstos mucha mayor inestabilidad. No sólo laboral. También en sus propias vidas. El trabajo fijo a tiempo completo será cada vez más escaso. Será la excepción y no la norma. Si alguien espera encontrar en las estadísticas creación de empleo de calidad para comenzar a hablar de recuperación, que lo haga sentado.

3. Una recuperación con una elevada tasa de paro crónico. Asistimos, según el sociólogo alemán Jürgen Habermas, desde antes incluso del estallido de la crisis económica, a un desvanecimiento de la civilización del trabajo. Con el actual modo de organización del mercado laboral, no hay sitio para todos. Estamos en una sociedad postlaboral, en palabras de Ulrich Beck, y ni los políticos, ni los empresarios, ni los sindicatos se quieren dar cuenta. O, sí, sí se dan cuenta, pero no quieren comerse el marrón de gestionarlo. Ya había indicios antes del estallido de la crisis económica. Lo que ocurre es que ésta ha acelerado el proceso.

4. Una recuperación con salarios bajos y, por tanto, muy lenta. La desregulación del mercado laboral, la flexibilización de los contratos, la proliferación del trabajo a tiempo parcial y la existencia de un voluminoso "ejército laboral en la reserva", según la terminología de Carlos Marx, impedirá subidas de salarios o, más bien, garantiza que seguirán bajando. Tal es así que tener un puesto de trabajo no será garantía de una vida digna. Eso ocurre porque la transmisión del crecimiento los beneficios empresariales al bienestar de la gente será muy lenta. Ya lo está siendo. Normalmente, el incremento de las ganancias se repercutía casi inmediatamente a la creación de empleo y a la subida de la remuneración del factor trabajo. En esta ocasión, no será así. Los empresarios tienen mucho miedo y, sobre todo, tienen la esperanza de que, pese a todo, no habrá estallido social. Aunque no deben confiarse: la historia nos enseña que las revoluciones tardan años en germinar. La rusa, desde mediados del siglo XIX hasta 1917 y la que llevó a la caída del Imperio Soviético, desde 1956 a 1989.

5. Una recuperación sin "clases medias" y, por tanto, sin falsa conciencia. Y eso puede ser hata bueno. El poder ya no necesitará que los trabajadores se crean lo que no son. Ya no quiere que todos nos sintamos clase media, que consumamos como tal y que seamos propietarios. Después de esta crisis seremos conscientes de que estamos con un pie dentro y con un pie fuera del sistema, haciendo equilibrios sobre el alambre para no caernos al abismo. Ello ocurre en parte porque está cundiendo la idea de que la culpa de la última crisis está en que había demasiada democracia económica, en que los de abajo vivieron demasiado bien. No es algo nuevo. Nos hemos enterado en "Autorretrato de un joven capitalista español", de Alberto San Juan, que en el año 1975, un grupo de expertos presentaron a la Comisión Trilateral un informe en que explicaban los males de la democratización económica. Ese discurso caló tras la crisis de principios de los setenta y ahora más, dado que se puede interpretar el origen de la crisis actual en la democratización de la propiedad de la vivienda en Estados Unidos.

6. Una recuperación con menos democracia. En la gestión de la crisis hemos visto cómo se ha suspendido temporalmente la democracia. Esto sucedió de manera muy clara con los Gobiernos tecnócratas que han tenido Grecia e Italia. Pero su alcance irá más allá. Los gobernantes que se vayan a elegir en los países europeos llegarán al poder con las manos atadas: no tendrán libertad en la gestión del presupuesto. Con la aceptación del Tratado de Maastricht y la entrada en la moneda única, ya sucedía, aunque ahora se han fortalecido los mecanismos de control. En España, por ejemplo, con el cambio de la Constitución para primar el pago de la deuda sobre el cumplimiento de otros compromisos sobre los ciudadanos.

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7. Una recuperación con más desigualdad. Hemos dicho que la recuperación no traerá pleno empleo, ni puestos de trabajo de calidad ni subidas de salarios, pese a que los beneficios empresariales crezcan (o quizás deberíamos decir que las ganancias del capital crecerán sobre las espaldas de la pérdida de derechos de los trabajadores). Ello llevará consigo un gran aumento de la desigualdad de ingresos y de riqueza. A una polarización social extrema.

8. Una recuperación de la que muchos quedarán excluidos. Desde siempre el capitalismo ha dejado a gente en la cuneta. Y ahora lo hará con más personas, porque el primer integrador, el trabajo, es cada vez más escaso, y porque los instrumentos con que contaba el Estado para retenerlos están retirándose por el mandato que tienen los Gobiernos de reducir el gasto público. En definitiva, como dice Alain Touraine, la situación actual se caracteriza por la multiplicación de marginales dispersos, fuera del mercado organizado.

9. Una recuperación con aumento del consumo, sí, aunque reducido. Lo estamos viendo ya. Porque llega un momento, quizás éste, en que hay gente que piensa que si ha conseguido mantener su puesto de trabajo hasta ahora, lo mantendrá. Y puede que incluso confíe en que las bajadas de salarios han llegado a su fin. Por eso, se animan a consumir. Será una recuperación del consumo muy pequeña. Y las empresas ya se han inmunizado contra esa parquedad de la mejora reduciendo al máximo sus costes laborales y, además, garantizando la rotación de los consumidores con la contratación precaria. Y, en cualquier caso, Alain Touraine ya habla de que se está produciendo una disociación entre la economía y los trabajadores.

10. Una recuperación en la que los mercados financieros pueden seguir comportándose igual de bien que en 2013, muy especialmente la Bolsa. Porque las empresas cotizadas se han garantizado que en una recuperación tan discreta como la que tendremos sus beneficios seguirán creciendo. 

Ustedes dirán si a todo esto se le puede llamar recuperación, o no. O si comenzamos una nueva era más cercana a la Edad Media que a cualquier otra época histórica.

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