Con Renzi en Italia también gana Merkel
Los mercados no engañan. Les ha entusiasmado que el secretario del Partido Democrático italiano, Matteo Renzi, le haya quitado el[…]
Los mercados no engañan. Les ha entusiasmado que el secretario del Partido Democrático italiano, Matteo Renzi, le haya quitado el poder a Enrico Letta, el ya ex primer ministro. A los grandes inversores se les ve el plumero: el Ftse Mib de Milán fue el índice más rentable del viernes, cuando se materializaba la dimisión de Letta y el sueño de un Gobierno liderado por Renzi se convertía en una realidad mucho más cercana. Además, los valores italianos eran los que más subían del Eurostoxx 50.
Entre el desmontaje de un Ejecutivo y la llegada del siguiente no mediará una cita electoral. Ésa es una de las principales claves de que el mercado se lo haya tomado tan bien. A la Bolsa nunca le han gustado las elecciones, porque llevan consigo la incertidumbre de no saber quién ganará y el peligro de que la fuerza más votada no sea la más benévola para ella. O que no haya un claro vencedor, algo muy habitual en Italia, donde la formación de Gobierno suele resultar de la construcción de un puzle muy complicado. Hagan memoria: sólo hay que remontarse a hace justo un año.
Pero es que, en los tiempos que corren, la legitimidad de un Gobierno ya no viene del pueblo soberano que lo ha elegido. Ahora son "los mercados" los que ejercen esa labor. A tenor de lo sucedido en ellos en la última semana, Renzi ya cuenta con su bendición para gobernar. Renzi ya está legitimado. Ya ha logrado el espaldarazo del capital para hacer lo que quiere. O lo que le han ordenado. Porque puede ser sólo un ángel ejecutor.
La democracia representativa estaba tan en crisis que los pueblos que la seguían disfrutando se habían conformado con que fuera sólo formal, sólo un procedimiento para escoger a una de entre diversas opciones que, en la práctica, cada vez se parecían más. Porque los Gobiernos sólo eran agentes o brazos ejecutores de lo que les mandaban "los de arriba". Es algo que venía ocurriendo desde hacía muchos años. Ahora se acentúa. Y se agrava. Porque ya ni se guardan las formas.
Eso es lo que por ejemplo denunciaba Nichi Vendola, de Sinistra Ecologia Libertà y que llegó a concurrir a unas primarias del Partido Democrático con escaso éxito -algo que se entiende porque Nichi es diminutivo de Nikita, por Kruschev-: que se hubieran roto las formas, que no se respetaran. Aunque el fondo de todo este proceso también fuera putrefacto. En ese fondo hay una gran dosis de ambición personal de Renzi, que por eso se presta a ser la mano ejecutora de las transformaciones que se exigen para un país como Italia, el que fuera el hombre enfermo de Europa. Aunque el nuevo primer ministro la disfrace de ambición generalizada de todo su partido y de todo su país.
De democracia a partitocracia
La democracia representativa derivó en una democracia formal y esta última, en una partitocracia. O, quizás, el régimen era ya una partitocracia en su inicio y la democracia formal sólo fue una simulación que, como cualquier disimulo, no podía durar mucho tiempo: estaba obligada a volver a sus principios.
Y es que no ha sido Renzi en solitario el que se ha llevado por delante a Letta. Ha sido el Partido Democrático (centro-izquierda) en una votación celebrada el pasado jueves. Renzi calentó el ambiente, pero sus correligionarios se sumaron a la confabulación.
El partido se ha puesto por encima de la democracia. Y hay Gobiernos que no son resultado de elecciones. En España se ha vuelto algo frecuente y en Italia no es la primera vez que sucede. De hecho, en poco más de dos años, el de Renzi será el segundo Gobierno no electo que padecen los italianos. No olvidemos el Ejecutivo de tecnócratas impuesto tras la expulsión de Berlusconi y presidido por Mario Monti. Pero esto no por habitual debe ser algo admisible.
Renzi, el que resucita a Berlusconi
Por cierto, en uno de estos requiebros de la política, no hay que perder de vista que Renzi ha resucitado a Silvio Berlusconi para la vida pública. A Letta le sostenían los correligionarios de Il Cavaliere que se rebelaron contra su padre político, los que le dejaron caer y convertirse en un cadáver político. Y ahora Berlusconi dice que siente cierta sintonía con Renzi. Pero a los políticos hay que juzgarlos por sus hechos y no por sus palabras: ya a mediados de enero Renzi y Berlusconi pactaron, por ejemplo, la nueva ley electoral, que afianzará el poder de los dos grandes partidos para evitar que cada nueva elección sea un terremoto en los mercados.
Renzi ha dicho que esta legislatura va a ser prácticamente constituyente. Insistimos en lo mismo: ¿Cómo puede ser una legislatura constituyente sin que los italianos hayan votado a sabiendas de que así sería? Su objetivo no será únicamente la reforma política, la instauración de un régimen mucho más predecible por bipartidista. Quiere ir más allá también en lo económico. Renzi es un social-liberal, es decir, un socialdemócrata venido a menos, a mucho menos, como Tony Blair, y parece comprometido a hacer reformas para emular a las políticas aplicadas en los países rescatados. Atacará, es de suponer, los salarios y las condiciones laborales de los italianos, porque sus costes laborales no han corregido nada en los años de crisis, a diferencia de lo que ha sucedido con el resto de las economías periféricas con el objetivo de ganar competitividad.
Ahora que hasta Hollande, la gran esperanza europea, el político que iba a cambiar de dirección el timón del Viejo Continente porque se lo iba a quitar a Merkel, también ha apostado por la política del ajuste, quedaba Italia por embridar. Y Renzi se ha postulado para comandar el proceso.
Angela Merkel tiene que estar contenta. Todo está saliendo según lo planeado. Grecia iba a ser el campo de pruebas y su modelo se está exportando a toda Europa.
Adiós Estado social europeo, adiós democracia aunque fuera sólo formal, adiós a casi todo. Giorgio Gaber, hace muchísimos años, le cantaba Io non mi sento italiano al Presidente de la República. Hoy lo dicen muchos italianos, que tampoco ven esperanza en Nichi Vendola ni en el Movimiento Cinco Estrellas ni en casi nada. Quizás, algunos, sí conservan una cierta ilusión en que Renzi ordene un poco el país para que siga funcionando. Aunque a Italia nunca le ha hecho falta un Gobierno para salir adelante e, incluso, para entrar en el G-7.
Sea como sea, ese Io non mi sento italiano de Gaber podría muy bien convertirse en un Io non mi sento europeo, al menos en esta Europa. Quizás si Gaber siguiera vivo componía una canción con ese título, que, por cierto, también escribió sobre la democracia.
De vuelta a los mercados
Volvamos a lo nuestro, a los mercados. ¿Qué pasará en ellos?
El Ftse Mib de Milán gana cerca de un 8% ya en el año, frente al 2,18% del Ibex-35. ¿Puede seguir ganándole la partida Milán a Madrid con un Renzi recién llegado y con grandes ansias de reformas ante un Rajoy ya más relajado y con promesas de bajadas de impuestos con vistas a las elecciones de 2015?
La prima de riesgo de España está en los 192 puntos básicos. La de Italia no se ha bajado aún de los 200 puntos básicos. ¿Será capaz Renzi de darle la vuelta a la tortilla? Italia tiene más deuda que España, pero ha sido capaz de generar superávit primario históricamente. Quizás tuviera sentido.