Días alternos
Existe en la arrinconada Cataluña constitucionalista cierta corriente de opinión desfavorable a la reunión del Consejo de Ministros en Barcelona.[…]
Existe en la arrinconada Cataluña constitucionalista cierta corriente de opinión desfavorable a la reunión del Consejo de Ministros en Barcelona. Piensan los detractores de la idea que dicha sesión, además de provocar un colapso de la ciudad por las protestas del separatismo borroka, va a proporcionar a los nacionalistas más agresivos la coartada que busca Quim Torra para convertir la visita del Gabinete en una verdadera encerrona. Que los Mozos de Escuadra carecen de cohesión y autoridad para enfrentarse al clima violento de los CDR y sus diversas plataformas, y que la operación de propaganda sobre la actitud «invasora» de Sánchez va a anular su ya de por sí escasa efectividad simbólica. Y todo ello es cierto, o puede serlo, como lo es también la evidencia de que a estas alturas ya no queda margen político para ninguna misión conciliadora. Pero por encima de cualquier consideración táctica existe una lógica que adquiere carácter de axioma en circunstancias de presión intimidatoria: y es que el Gobierno de España tiene perfecto derecho a reunirse en cualquier ciudad española.