Diez mil pollos muertos, una herencia de 26.000 euros y un preso enterrado en el monte

Fernando Iglesias Espiño, de 63 años, se despidió el pasado 10 de agosto de sus compañeros de la cárcel de[…]

Fernando Iglesias Espiño, de 63 años, se despidió el pasado 10 de agosto de sus compañeros de la cárcel de Pereiro (Orense) hasta el lunes, sin saber que nunca volvería de ese permiso. Les dijo que iba a pasar el fin de semana a la granja de Maside con su amigo Francisco G. H., de 43 años, que estaba en tercer grado. Se habían conocido en la prisión y eran íntimos. El trío lo completaba Óscar G. L., de 38 años, que seguía preso pero también disfrutaba de permisos. Iglesias había salido ya más de ochenta veces y siempre había cumplido. Llevaba entre rejas desde octubre de 1996; entonces ingresó con cortes en los brazos y las muñecas y con las huellas de su alcoholismo dibujadas en la cara. Acababa de matar de una forma salvaje, con un pico de la construcción, a su mujer María Nieves, de 39 años, a su hija Noelia de 18 y a su hijo Fernando, de 12. A ellas las degolló además con un cúter. Desde aquel día en que el pontevedrés vivía en Jinámar, Gran Canaria, c
onducía un taxi y era un maltratador que aterraba a su familia había pasado mucho tiempo.

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