Doble riesgo para el ahorro en España
Una vez más, la Reserva Federal norteamericana toma la iniciativa. Ha considerado que ha llegado el momento de vender buena[…]
Una vez
más, la Reserva Federal norteamericana toma la iniciativa. Ha considerado que
ha llegado el momento de vender buena parte de los activos que adquirió para
dar liquidez y estabilidad a los mercados. Es un paso previo a la subida de
tipos que deberá producirse antes de fin de año. El Banco Central Europeo se
verá, sin duda, obligado a seguir esta senda más pronto que tarde.
Esta
decisión, adoptada al otro lado del Atlántico, afecta a las expectativas de
nuestros ahorradores e inversores. No es buena para los mercados de renta
variable, precisamente en un momento en el que los principales índices de la
Bolsa baten récords de cotización y tampoco lo será para las Bolsas europeas.
Pero al ahorrador/inversor le queda poco margen de maniobra: su rentabilidad
final depende del riesgo que asuma y de su buen ojo a la hora de colocar una
parte de su dinero en renta variable. La renta fija no es alternativa y los
depósitos bancarios tradicionales sólo aseguran perder capacidad de compra,
dada su exigua retribución. Estamos, más que nunca, a merced de la política de
los bancos centrales, que en su momento actuaron para evitar una posible
tragedia en los mercados, que habría tenido un alto coste para el ahorro.
En el caso de España
dependemos, además, de cómo se vaya resolviendo el conflicto catalán, que en la
última semana ha comenzado a cotizar de forma clara en los mercados. Ha sido
llamativa la recomendación de alguna entidad, como Bankinter, sugiriendo reducir las posiciones en la Bolsa española y
secundando lo que otras instituciones internacionales habían ya adelantado. En
los últimos tres meses, el Ibex-35 registra una caída cercana al 5 por ciento,
mientras que el Euro Stoxx apenas pierde un 0,5 por ciento, pese al lastre que
supone el peso de los propios valores españoles. Esperemos que, cuando el Banco
Central Europeo decida quitar las muletas a la economía, no nos sorprenda
todavía cojeando como consecuencia de esa enfermedad de la que Manuel Azaña
dijo, hablando del problema catalán, que "no tenía solución" y que
cada cierto tiempo se reaviva.