Dobles miserias

Todo es irreparable. Sobre ello se asienta el envite moral de un hombre. Y su grandeza. Y su miseria. Porque[…]

Todo es irreparable. Sobre ello se asienta el envite moral de un hombre. Y su grandeza. Y su miseria. Porque no es fácil decir en qué recodos de nuestras vidas nos equivocamos. Y porque lo es aún menos constatar que no hay error moral que podamos corregir, pues que el tiempo es irreversible. «El mal que hacen los hombres pervive», sentenciaba el clásico. Y uno no tiene más recurso que, o bien saberlo y pagar por él el precio que no se extingue nunca, o bien transferirle la deuda a una entidad trascendente que pueda revertir el tiempo. El primero, es el recurso glacial de la filosofía: no hay cura para el proceder humano, cada actuación es absoluta y eternas son sus consecuencias. En el segundo recurso, busca el creyente participar en un Dios que, por encima del tiempo, pueda restablecer la rota virginidad anímica.

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