Draghi, las palabras ahora no son suficientes

El Banco Central Europeo, al final, no hizo nada. Ni bajó los tipos de interés para poner coto a las[…]

El Banco Central Europeo, al final, no hizo nada. Ni bajó los tipos de interés para poner coto a las derivas desinflacionistas, ni puso el tipo de depósito en negativo para hacer que circule el crédito y, por vía indirecta, conseguir que los precios se reanimen. Pero las Bolsas reaccionaron significativamente al alza. El Ibex-35 alcanzó niveles que no veía desde abril del año 2011. Mario Draghi, el presidente del Eurobanco, volvió a demostrar que se puede hacer política monetaria sólo con palabras sin acudir a la potencia que tiene cualquier banco central y que es casi total. 

La primera vez que demostró Draghi el poder de las palabras fue el 26 de julio de 2012 cuando dijo aquello de que haría todo lo posible para garantizar la supervivencia del euro. "Y créanme, será suficiente", afirmó. Presentó un programa de apoyo a los países de la periferia europea con una condicionalidad muy fuerte. Desde entonces, el selectivo español ha pasado desde los 6.300 hasta alcanzar los 10.600 puntos. Y la rentabilidad del bono a diez años en este periodo se ha reducido a la mitad. Y eso sin gastarse un solo euro. 

Ahora ha anunciado una gran novedad, es cierto: la de que hay absoluta unanimidad dentro del consejo de gobierno de la entidad para tomar medidas no convencionales si fuera necesario. La semana pasada ya lo adelantó el presidente del Bundesbank, Jens Weidman, apuntando, claramente, a la compra de activos, es decir, la expansión monetaria o, directamente, el "quantitative easing". Se ha alcanzado la unanimidad dialéctica, en el discurso. Pero, ¿cuándo se volverá práctica?, ¿cuándo coincidirán todos los miembros del BCE en que las condiciones objetivas de la economía requieren la puesta en marcha de medidas de mayor calado para atajar los primeros síntomas de la peor enfermedad que puede sufrir la economía: la deflación?

En cuanto a esto, el discurso del BCE sigue siendo tranquilizador: en marzo la inflación se ha colocado por debajo de lo previsto, pero se prevé que en abril comience a repuntar hasta llegar al 2% a finales de 2016. Eso, de media en la zona euro. Quizás si los precios siguen esa trayectoria hacia la normalización los alemanes no vean la necesidad de actuar. Aunque han demostrado que ahora que amenaza la caída de los precios están más dispuestos a abandonar su ortodoxia que cuando los países de la periferia estaban en serios aprietos. 

Pero, ¿qué ocurrirá con los precios en España, Portugal, Grecia..., con los de los países sometidos a un ajuste brutal de salarios que, indefectiblemente, provocará caídas de precios? Hay quien dice que en España estamos ya en deflación porque todos los precios bajan a excepción de los regulados. 

La duda, pues, en esta ocasión, está en si será suficiente sólo con las palabras. Y la respuesta es que no. 

La confianza de los inversores se pudo recuperar con la amenaza de que el Banco Central Europeo podría comenzar a utilizar su omnipotente balance para comprar deuda en el año 2012. Los inversores temían que su apuesta a la baja por los activos financieros de la zona euro se topara con la potencia del BCE comprando toda la deuda que fuera necesaria porque tiene el inmenso poder de crear dinero de la nada. 

La de 2012 era una crisis de confianza en ciertos activos financieros, las deudas de la periferia, sobre todo . A la economía financiera se la puede engañar. Pero la economía real es mucho más tozuda. Para crear inflación, para frenar la deriva deflacionista, hace falta crear dinero del de verdad. Eso lo saben la Reserva Federal norteamericana y, sobre todo, el Banco de Japón, que no hicieron uso de tanta palabrería y actuaron a la primera de cambio porque saben que no vale con decir que se va a fabricar. El efecto psicológico que puede derivar en una ligera inflación de activos será, en el mejor de los casos, momentáneo. 

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Draghi también tuvo palabras respecto al euro. Reconoció que el tipo de cambio es una variable muy importante, cada vez más, para la estabilidad de precios. Afirmó, además, que está ganando importancia a medio plazo. Un euro fuerte es, por sí solo, deflacionista. Las palabras del presidente del BCE provocaron que ayer la moneda comunitaria cayera un 0,41% frente al dólar, hasta situarse en 1,3710 unidades. Muy, muy poco. Pero hay que considerar la posibilidad de que los alemanes quieran cobrar las deudas en moneda fuerte. Y ése también es un factor contra los que opinan que la compra de activos que deprecien el euro está a la vuelta de la esquina.

Aunque... habrá que tener esperanza, porque Bank of America Merrill Lynch, dos días antes de la reunión, dijo que aún no, pero ya está más cercano el cambio de sesgo del Eurobanco.

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