El 'conundrum' del Banco Central Europeo
La impresión que nos trasmite Draghi en sus intervenciones post-meeting, a los que participamos en el mercado, es la de encontrarse en medio de un laberinto del que trata de salir de la manera más airosa posible
Si Alan Greenspan, el predecesor de Bernanke en la Reserva Federal norteamericana, conocido por su afición a utilizar frases contundentes para definir eventos de mercado, se encontrara en la actualidad al frente del Banco Central Europeo, no dudaría en calificar la presente situación del banco emisor del euro de " conundrum", palabra que se puede traducir por adivinanza o laberinto.
Y, efectivamente, la impresión que nos trasmite Draghi en sus intervenciones post-meeting, a los que participamos en el mercado, es la de encontrarse en medio de un laberinto del que trata de salir de la manera más airosa posible y, para ello, busca soluciones satisfactorias a una compleja adivinanza, que no parece tener un solo y único resultado.
Como ya he comentado en otras ocasiones, el mayor obstáculo con el que el Banco Central Europeo se encuentra es la limitación impuesta por un mandato tan restringido, que condiciona cualquier decisión a un único objetivo, el del mantenimiento de la estabilidad de precios.
Pero la política monetaria, al igual que cualquier otra política económica, influye en múltiples facetas y elementos de la economía, que están interrelacionados y que deben ser tomados en su conjunto. Difícilmente se puede justificar o argumentar una medida de política monetaria, teniendo sólo en cuenta el nivel de precios, y dejando fuera variables como el crecimiento, el nivel de empleo o el tipo de cambio.
Y esto es precisamente lo que viene ocurriendo a nuestro Banco Central, al que hemos visto moverse y evolucionar a lo largo del "conundrum", que supone elaborar la política monetaria de una zona monetaria, constituida por países con distintas realidades económicas y, por ello, con distintas necesidades, y sin poder salirse de un estricto guion impuesto.
Sin embargo, es justo decir que la evolución se está produciendo. En el comunicado de Draghi del pasado jueves, después de que, una vez más, no se tomase ninguna decisión, a pesar que en las últimas reuniones se haya amagado de manera reiterada, el banquero central habló de crecimiento y de empleo, ligándolo más a la política de tipos de interés, algo que, en ocasiones anteriores, y por las razones anteriormente expuestas, se tocaba de manera más neutral
Pero donde se notó, o al menos los que estamos en el mercado notamos, fue en su forma de hablar del tipo de cambio. Esta vez, sus palabras no fueron tan medidas a la hora de hablar del valor del euro.
Anteriormente, cualquier comentario que hacía sobre la cotización de la moneda única iba precedida, a modo de advertencia o de aviso, de la carencia de competencia del banco central para intervenir, regular e incluso opinar, en esta materia. De hecho, no existe organismo ni institución europea que ostente esta función.
Esta vez, Draghi ha admitido que el elevado valor del euro es causa de seria preocupación para el Banco que preside, ya que agrava las presiones deflacionista y limita las posibilidades de recuperación de la Eurozona, dado el carácter restrictivo que tiene para la economía una moneda sobrevalorada. Y la considera sobrevalorada, porque admite la existencia de flujos de compra atípicos.
Dijo Draghi, en una expresión que sonaba algo extraña, que se encontraban preparados para tomar decisiones en junio, si fueran necesarias, después de conocer las previsiones económicas que su equipo haga a principios del próximo mes. Esto lo podemos interpretar como un posible recorte del tipo de referencia e incluso la fijación de tipos negativos en el de facilidades de depósitos. Es lo más probable.
Y, en junio, también podrían seguir hablando del QE para mantener la tensión en el mercado, aunque, posiblemente, todavía no lo tengan demasiado claro. Pero, se les abre un nuevo frente que es el de la divisa, ya que, posiblemente, no sean suficientes las medidas anteriores para, de seguir así, disuadir a los compradores de euros.
Muy probablemente, por la inacción demostrada en el pasado, ahora le resultará más costoso al Banco Central Europeo revertir la perjudicial tendencia alcista del euro, de lo que hubiese sido en meses anteriores. Pero la suerte está echada, el Banco Central ha puesto sus cartas sobre la mesa y ha confesado que no quiere ver más alta su divisa, lo contrario supondría, además de un claro perjuicio para la economía, un deterioro para la credibilidad del banco emisor. No sabría decir cuál de los dos efectos es el peor.