El culto omnipresente a Putin

Los dictadores comunistas Iósif Stalin y Mao Zedong no tuvieron a su alcance internet ni las redes sociales para fomentar[…]

Los dictadores comunistas Iósif Stalin y Mao Zedong no tuvieron a su alcance internet ni las redes sociales para fomentar todavía más el pronunciado culto a su personalidad. Pero el presidente ruso, Vladímir Putin, sí.

Siguiendo fielmente la tradición de sus antecesores soviéticos, el jefe del Kremlin ha permitido abiertamente en los últimos años que su retrato se coloque por todas partes, se le dediquen bustos, exposiciones de arte, estampados en las camisetas y hasta calendarios.

A todo ello hay que añadir una omnipresencia absoluta del primer mandatario en todos los medios de comunicación rusos, que escatiman con cicatería inusitada los espacios a los políticos de otras formaciones. Sonadas son sus maratonianas «líneas directas con el presidente», en las que cada año se da un baño de masas televisivo de varias horas respondiendo a las preguntas de la audiencia.


El presidente ruso, con una captura durante una jornada de pesca en Siberia
El presidente ruso, con una captura durante una jornada de pesca en Siberia
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Reuters

Esta apabullante tendencia a estar hasta en la sopa se ha hecho permanente y los intentos de revertirla se contemplan como iniciativas disidentes poco deseables. Los centros sociológicos rusos también contribuyen al frenesí con sondeos abiertamente inflados sobre su popularidad. Como resultado, prácticamente ningún otro líder mundial ha logrado tal realce de su personalidad como Putin, dentro y fuera del país.

Se presenta otra vez como candidato a la reelección dentro de dos meses y medio. Le gusta pilotar aviones de combate, conducir coches de Fórmula-1, montar en Harley Davidson, aunque sea de tres ruedas, realizar inmersiones para recuperar objetos arqueológicos o dedicarse al cuidado de animales en peligro de extinción.

Del judo a los deportes de riesgo

También le encantan los uniformes militares, los perros, los caballos, la pesca, las artes marciales (es cinturón negro de judo), el esquí y los deportes de riesgo en general. Además canta, pinta cuadros y toca el piano. Todo le sirve para estar en el centro del espectáculo. Todo, mucho más allá de la política, lo convierte en un show con él como principal protagonista para promover el culto a su persona.

Como hace notar el veterano periodista georgiano Melor Sturua, autor de reconocidos artículos sobre Stalin, el culto a la personalidad «busca crear artificialmente por medio de la propaganda características ficticias» del líder para elevarlo a un categoría de «semidiós». Esa supervaloración le hace «indiscutible», lo que supone una advertencia subliminal de que no puede ser contestado. De ahí que el culto a la personalidad sea incompatible con la libertad de expresión y con el propio concepto de democracia.

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Vladimir Putin, jugando al hockey sobre hielo
Vladimir Putin, jugando al hockey sobre hielo
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Afp

Desde que hizo acto de presencia, en agosto de 1999, cuando fue puesto al frente del Gobierno a menos de un año de convertirse en presidente, Putin ha monopolizado no sólo la escena política, sino también la mediática. Sin embargo, el verdadero culto a su personalidad empezó a gestarse al traspasar temporalmente el sillón presidencial a Dmitri Medvédev en 2008.

Tal vez por miedo a que pudiera eclipsarle, algo que no llegó a suceder, Putin intensificó medidas para dejar claro que él seguía siendo el líder, aunque cambiase la Presidencia por la jefatura del Gobierno. Así, el 14 de febrero de 2008, el Día de San Valentín, a dos semanas de que Medvédev triunfase en las elecciones, se estrenó la película «Un beso, no para la prensa», sobre la «historia de amor» del presidente y su esposa Ludmila, de la que terminaría separándose y con la que no se le ha vuelto a ver. Tampoco aparece en público con sus hijas ni con ningún otro miembro de su familia.

Mientras Putin fue primer ministro, las encuestas le proclamaron «el segundo hombre más sexy de Rusia». El primero fue el exministro Borís Nemtsov, que sería asesinado frente al Kremlin el 27 de febrero de 2015. El entonces jefe del Ejecutivo pintó también un cuadro, faceta del mandatario ruso desconocida hasta ese momento, y lo vendió en una subasta por casi un millón de euros. Medvédev se limitaba entonces a desempeñar el cargo de jefe del Estado.

En el otoño de 2011, cuando ya estaba decidido que Putin sería de nuevo candidato al Kremlin en los comicios de 2012 y sus índices de popularidad eran aceptables, pese a ser los más bajos registrados hasta ese momento, un percance hizo saltar todas las alarmas. El todavía primer ministro acudió en Moscú a un combate de artes marciales mixtas entre el ruso Fiodor Emilianenko y el norteamericano Jeff Monson. Putin subió al cuadrilátero para felicitar a Emilianenko, momento en el que fue abucheado por el público. Luego estallaron multitudinarias manifestaciones contra él, que, sin embargo, no impidieron su reelección.

Este tercer mandato, que está ahora en su recta final, ha supuesto un recrudecimiento de la represión contra sus adversarios, el regreso a la confrontación con Occidente y más culto a su personalidad. La anexión de Crimea y la ayuda a los separatistas del este de Ucrania, cuyo efecto inmediato fueron sanciones y aislamiento, acrecentaron la deriva autoritaria y militarista del régimen de Putin.

El «padre de la Patria»

Sus acólitos ahora lo presentan como el «padre de la Patria», el único político capaz de hacer frente a los «enemigos externos», la «única garantía de estabilidad y cohesión» frente a una oposición de «aventureros», como Alexéi Navalni, o «inexpertos», carentes de «programas positivos y claros», como Ksenia Sobchak o Grigori Yavlinski.

Estos mensajes se lanzan a diario a través de las televisiones y la prensa oficial, pero también mediante cientos de plataformas de «trolls» que actúan en las redes sociales dentro y fuera de Rusia. Se emplean sobre todo métodos modernos para engatusar a los más jóvenes: camisetas con la imagen del presidente en poses intrépidas, cómics inspirados en héroes como Superman o calendarios.

Almanaques dedicados a Putin se editan en Rusia desde hace tiempo, pero los de 2018 se han agotado nada más ponerse a la venta y por primera vez han suscitado especial demanda en otros países. En Reino Unido han tenido enorme aceptación. Gran éxito está teniendo la exposición «Super Putin» en el centro moscovita «Artplay», hasta el 15 de enero, con cuadros, dibujos, esculturas e instalaciones dedicadas a un presidente que ama los deportes, los animales y las ametralladoras. Nadie duda que aprovechará este año el Mundial de Fútbol para seguir promoviéndose. Ahora como líder global.

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