El «espíritu criminal y la brutalidad» del pederasta de Ciudad Lineal
La Sección Séptima de la Audiencia Provincial de Madrid ha condenado a Antonio Ángel Ortiz Martínez (Jaén, 1972), el conocido[…]
La Sección Séptima de la Audiencia Provincial de Madrid ha condenado a Antonio Ángel Ortiz Martínez (Jaén, 1972), el conocido como pederasta de Ciudad Lineal, a un total de 70 años y seis meses de prisión. Considera probado que es el autor de cuatro «brutales» agresiones sexuales a niñas de entre 5 y 9 años, de otras tantas detenciones ilegales y de un delito de lesiones. Se libra de la petición de tentativa de homicidio de una de las acusaciones particulares y otra popular. La Fiscalía solicitaba 77 años y ocho meses de confinamiento.
El reo fue detenido el 24 de septiembre de 2014 en Santander, tras casi seis meses de investigación policial, y desde entonces se encuentra en prisión preventiva. Solo cumplirá 20 años del total de la pena, por lo que estará en la calle en septiembre de 2034, cuando tenga 62 años. Eso sí, la sentencia refleja otros 40 años de libertad vigilada, a década por víctima.
El fallo se conoció justo el día después del 45 cumpleaños del «monstruo de Ciudad Lineal» y realiza, a lo largo de 126 páginas, un relato pormenorizado de los hechos, sin apenas concesiones a adjetivos, más allá del «acendrado espíritu criminal» del que este sujeto hace gala.
Solo hay que recordar que, durante la vista oral, que se celebró entre octubre y diciembre de 2016, no abrió la boca y llegó incluso a sonreír, pese a la gravedad de los hechos. Cada gesto suyo era escrutado por la sala. Cuando las pruebas le ponían contra las cuerdas, se removía inquieto en el banquillo. Solo hizo uso de su turno de última palabra para recalcar que «era una barbaridad lo que le habían hecho a esas niñas». «Especialmente, en el caso de la menor oriental, no tiene nombre», dijo entonces, ajeno a los hechos. Siempre ha mantenido su inocencia, aunque jamás ha querido declarar, ni ante la Policía, ni ante a juez instructora ni en la Audiencia.
La sentencia considera probado que Ortiz actuó entre septiembre de 2013 y agosto de 2014, siempre utilizando el engaño y tras haberlas vigilado, para raptar a las crías. En todos los casos, las metió en un coche (en algunos, un Toyota Célica y en, al menos otro, un Citroën Xsara), y las agredió. En dos ocasiones, las trasladó a un inmueble: uno de ellos, desconocido, y el otro propiedad de su madre, en la calle de Santa Virgilia, 3 (Hortaleza), el conocido como «piso de los horrores». En cambio, a la primera víctima constatada (5 años) la sometió a vejaciones dentro del coche en la calle de Ríoconejos (San Blas) y a la última (de 7) en un descampado de Canillejas. Ambas son de origen dominicano.
La «firma» del delincuente
Solo ha quedado probado que a una de ellas (la captada en abril de 2014 en el Parque de San Juan Bautista) le suministró tres pastillas tras engañarla con probarle «ropa de modelo». Era por eso por lo que le acusaban de homicidio en tentativa, pero no ha quedado probado que tuviera ánimo de acabar con su vida.
Las niñas más salvajemente ultrajadas fueron las que trasladó a viviendas. Son la referida española de San Juan Bautista, de 9 años, y su siguiente objetivo, dos meses después en la calle de Luis Ruiz (Ciudad Lineal), una criatura china de 6. A este respecto, el tribunal enfatiza que «en la seguridad del espacio que supone estar en una vivienda que puede usar, el acusado pudo prolongar el tiempo de retención y encierro, y cometer las agresiones con mayor intensidad y un resultado más grave; incluso borrar huellas».
Los tres jueces de la Sección Séptima califican de principales pruebas contra Ortiz las propias exploraciones (que es como se denomina a las testificaciones de un menor de edad) y los reconocimientos fotográficos indubitados que todas las chiquillas realizaron sobre el pederasta.
Pero hay más pruebas de cargo. Una de las fundamentales son las huellas halladas en Santa Virgilia, 3, de la niña a la que allí trasladó y del propio Ortiz en el plástico que recubría el colchón. Además, había haplotipo de ADN (el «heredado» por vía paterna) del delincuente (también en la tercera y en la cuarta menor), sangre de la niña y una huella de unas deportivas Nike del modelo «Main Dream», que utilizaba la menor. A ello hay que sumar la prolija descripción del portal, letras en Braille del ascensor y mobiliario de la vivienda que proporcionó la menor, como la matriculación y modelo del Toyota.
La triangulación de los móviles en los cuatro ataques es «compatible» con el posicionamiento del teléfono de Ortiz esas fechas y en aquellas horas determinadas.
Varapalo a la defensa
Todo ello rebate la línea argumental de la defensa, encaminada a la anulación completa del proceso. El abogado pretendía, por un lado, invalidar las ruedas de reconocimiento al considerar que las niñas estaban contaminadas tras la publicación de la imagen de Ortiz en los medios de comunicación.
Tampoco ha conseguido echar por tierra el proceso de la entrada y registro del «piso de los horrores». Es más, el letrado del agresor llegó a manifestar que el resultado de la operación Candy respondía a la «creación artificial del pederasta de Ciudad Lineal, creando un perfil del responsable hasta hacerlo coincidir con el del acusado», arremetiendo contra el trabajo policial. Esta artimaña es afeada por el tribunal en su fallo. El abogado, incluso, llegó a deslizar que los agentes estaban vulnerando el principio de presunción de inocencia por el mero hecho de investigar a Ortiz.
El letrado de la acusación particular de la menor española estudia recurrir en casación la absolución de Ortiz de la tentativa de homicidio que pidió por la sedación da la niña: «Sus padres están moderadamente satisfechos». Para la Fiscalía de Madrid, el fallo es positivo porque «recoge todas sus tesis ante unos hechos execrables».