El visado
Para despejar los trescientos metros de su breve caminata triunfal entre asesores, turiferarios y colocadores -literalmente- de floreros, Pedro Sánchez[…]
Para despejar los trescientos metros de su breve caminata triunfal entre asesores, turiferarios y colocadores -literalmente- de floreros, Pedro Sánchez rindió ante Quim Torra la dignidad del Gobierno. Otorgó aire de cumbre diplomática a una reunión con la Generalitat como si estuviera de visita en Portugal o Marruecos, volvió a permitir a Torra un lazo amarillo que simboliza el rechazo a la legitimidad del Tribunal Supremo y, a petición de los separatistas, retiró la mención a la Constitución del documento que recogía la expresa bilateralidad del encuentro. Una humillación -suya y de España- a cambio de un paseo con el trayecto blindado por mil policías en medio de una Barcelona semicolapsada por comandos de gamberros. Y a cambio también del voto que le permitía reabrir -sin garantías de éxito- la negociación de los presupuestos. Una claudicación institucional en toda regla para resistir en el poder un poco más de tiempo. Como era de esperar, ni siquiera se la agradecieron: en la misma tarde de ayer Elsa Artadi culpó al Gabinete de las molestias que sufrieron los ciudadanos atrapados en el bloqueo organizado por sus brigadas de agitadores callejeros. El cinismo como pago del sometimiento.