Eslovenia

Según contaba Pla cada vez que venía de visitar a Tarradellas, presidente en el exilio de la Generalitat, el honorable[…]

Según contaba Pla cada vez que venía de visitar a Tarradellas, presidente en el exilio de la Generalitat, el honorable insistía en que por Cataluña se podía hacer todo menos el ridículo. Rodolfo Martín Villa me contó que Tarradellas había jurado el cargo en la embajada republicana de España en México, porque, con todo su antifranquismo a cuestas, no dudaba de que la institución que iba a presidir era parte de España. Buscó y encontró una forma ingeniosa de no hacer el ridículo, la única posible en su caso. Una Cataluña por libre se convierte automáticamente en la Freedonia de los hermanos Marx, en la Syldavia de Tintín o en la Ruritania de Anthony Hope (no en la de la película de Cromwell y Van Dyke, ni en la de Richard Thorpe, sino en la estrafalaria por autodefinición de Richard Quine). Mejor aún, se convierte en algo como el Gran Fenwick de Un ratón en la luna, la novela de Leonard Wibberley llevada al cine por Richard Lester. Hay que reconocerle a Torra una intuición prerracional de su propia condición cómica. Puesto a hacer el ridículo ha ido a hacerlo al sitio justo: Eslovenia, o sea, a lo más parecido que hay a Ruritania. Se le veía eslovenir.

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