España no se tiene en cuenta en Europa
En los últimos días, estamos viendo cómo el euro rompe niveles al alza y alcanza máximos no vistos en años[…]
En los últimos días, estamos viendo cómo el euro rompe niveles al alza y alcanza máximos no vistos en años contra el dólar y el yen. El efecto Draghi surte su efecto en el mercado de deuda, aunque esto es ciertamente confuso, porque ni se ha llevado a la práctica ni sabemos si se hará en algún momento.
La verdad es que, desde que anunció la capacidad del Banco Central Europeo de comprar bonos con países en dificultades -siempre y cuando éstos hicieran una petición de ayuda al MEDE-, los bonos periféricos no han hecho más que mejorar y sus rentabilidades caían hasta niveles todavía altos pero no preocupantes.
Este movimiento en el mercado de bonos propició la compra de deuda de países como España e Italia por fondos extranjeros, con la consecuente apreciación de la divisa europea. Pero a este flujo, ciertamente importante, hay que sumarle el producido por la devaluación de la divisa japonesa, que se produce por el cambio radical de la política económica y monetaria de Japón tras la victoria del LDP japonés.
Esta devaluación de la divisa japonesa, en la que todavía no ha habido ni una sola intervención del Banco de Japón, y en la que tampoco se han modificado las cantidades destinadas a compras de renta fija por el Banco de Japón, no tiene precedentes y ha provocado una subida espectacular de alrededor de un 25% del euro contra el yen.
Como indico anteriormente, todo se ha desarrollado sin que medien ni ventas de divisas ni ampliación de QE, solo con declaraciones y promesas. Sin embargo, en nuestra Europa, y cuando todos los países se embarcan en devaluaciones competitivas, no solo no se hace nada por evitar un euro excesivamente fuerte y anticompetitivo, sino que las declaraciones de banqueros centrales vienen a reforzar estas compras indicando que no son preocupantes.
No piensan así algunos países, como es el caso de Francia. El ministro de Industria de este país mostraba su preocupación al respecto e indicaba que el euro se encontraba en niveles preocupantes. Bien es cierto que un euro fuerte nos protege contra las subidas de precios y nos abarata la factura energética, pero el problema de Europa no está en estos momentos en la inflación, por mucho que a los alemanes les preocupe.
De las escasas posibilidades que España tiene en los momentos actuales para incrementar su PIB con la estricta política de recortes presupuestario impuesta por Europa, la más importante quizás sea la de las exportaciones. Y si bien es cierto que la mayor parte se destinan a Europa, también lo es, como recordaba la propia Angela Merkel en Santiago de Chile la semana pasada, España debería hacer el esfuerzo de abrir mercados a la exportaciones en otras zonas como América Latina o Asia. Con un euro por las nubes, el esfuerzo se hace aun más difícil.
No sólo no nos permiten en Europa un aumento de gastos que estimule la economía y cree puestos de trabajos, sino que, además, no se tiene en cuenta una adecuada política de tipo de cambios, como la de Estados Unidos, Japón o Suiza, por poner solo tres ejemplos, que al menos nos obstaculice los esfuerzos titánicos que países como el nuestro tienen que realizar para crecer. Nos lo están poniendo demasiado complicado.