Extremismo y verdad
Es habitual en España que quienes más se equivocan sean los que más airadamente expliquen después la realidad que ha[…]
Es habitual en España que quienes más se equivocan sean los que más airadamente expliquen después la realidad que ha ridiculizado su criterio. Por eso es tan de aquí esa bandada de plumillas que lleva meses proclamando a diestro y siniestro que Vox es un grupito de «fachitas enfadados con el PP» que solo conseguirían fraccionar y liquidar a la derecha. Pues tras su patinazo del domingo, escriben tratados de antropología barata para explicar los instintos atávicos del español que le obnubilan, enloquecen y embrutecen para acabar con el voto a «la ultraderecha», «radical» y «extremista». Una enfermedad aterradora. Unos la quieren curar con un cordón sanitario. Otros preparan soluciones más drásticas, según suena esa arenga de Pablemos, tan similar a la tantas veces cumplida amenaza de su camarada, el narcocomunista Nicolás Maduro, del «si no es por los votos, será por las armas». Hay mucha tradición en la izquierda española a considerar la violencia tan aceptable como la legalidad si la demandan sus excelsos fines.