Ideas de bombero
Mientras los Mossos de Trapero se entregaban a una temprana siesta del carnero (costumbre por cierto muy española), fueron los[…]
Mientras los Mossos de Trapero se entregaban a una temprana siesta del carnero (costumbre por cierto muy española), fueron los bomberos de la Generalitat los que se erigieron en fuerza viva y uniformada de la causa «indepe» durante el 1-O, abriendo «cordones humanitarios» para facilitar la participación en una consulta anulada por la Justicia, comprometiendo así la labor de Policía y Guardia Civil que trataban de que se cumpliera la ley. En vez de apagar los ánimos, fueron entonces los bomberos parte de la pirotecnia empleada por los cabecillas del «procés» para que hubiera jaleo. Ayer, trece meses después, el jaleo lo montaron a las puertas del Parlament, donde protestaban por la gestión de la Generalitat, entregada a los recortes en lo que les es útil y provechoso a los catalanes mientras despilfarra recursos públicos a manos llenas abriendo chiringuitos separatistas por medio mundo o, por ejemplo, pagando con dinero público los viajes de Torra y su «cohorte indepe» a Waterloo para asistir de ánimo a los fugados, entre otros muchos dispendios vergonzosos. Con lo que costó darle un empleo a la hermana de Guardiola en la «embajada» nórdica, por ejemplo, se podían proveer varias plazas de pediatra en los hospitales públicos.
A las puertas del Parlament coincidieron los bomberos con los médicos y demás profesionales sanitarios, que llevan tres días de huelgas exigiendo el fin de los recortes, y con un nutrido grupo de estudiantes, también en contra de las políticas de la Generalitat. Hoy se unen a la protesta los profesores. Suma y sigue. De esta forma, la calle muta y ya no es solo el plató de la banda del lazo, que ha querido hacer suyo el espacio público desde aquella primera Diada separatista a la que asistió hasta Durán Lleida (hoy prejubilado) a la pata coja. Los catalanes, inclusos los afines a la independencia, están hartos de que Torra no haga nada por ellos, más allá de haberles prometido una república que hoy por hoy no es más que un espantajo político para que Puigdemont entretenga sus sueños y sus delirios durante la fuga.
Un año después del 1-O el Parlament sigue paralizado, tan aturdido por su fracaso como un boxeador sonado que no sabe qué hacer en el ring más allá de quejarse y aparentar que sigue en pie. En un año no ha entrado en vigor ninguna nueva ley, con la única excepción de una que modifica las lenguas extranjeras en la universidad y algún decreto del Ejecutivo catalán, dos de ellos para prorrogar los presupuestos. Nada más. Game over. Se acabó el juego. Cuando tengan a bien ustedes se ponen a gobernar, a intentar arreglar los problemas de los ciudadanos y dejan de inventar patrias que nunca existieron partiendo por la mitad una sociedad. Ideas de bombero.