Inoportunidad
Junto a todo lo demás, la explosión del problema catalán, por sus posibles efectos sobre la reputación exterior de España,[…]
Junto a todo lo demás, la explosión del problema catalán, por sus posibles efectos sobre la reputación exterior de España, puede recortar (¿arruinar?) la magnífica posibilidad que esta tiene ahora de incorporarse al grupo de países que liderarán el deseado reimpulso de la Unión Europea.
Vayamos por partes. Las últimas semanas han sido pródigas en mensajes de aliento para el proyecto común europeo. Primero Juncker y después Macron han sido muy explícitos, revistiendo de buscada solemnidad en cada caso sus declaraciones. El presidente de la Comisión eligió el plenario del Parlamento de Estrasburgo, con ocasión del discurso sobre el Estado de la Unión, para reclamar máxima ambición «ahora que hace buen tiempo», esto es, los buenos indicadores que arroja la recuperación económica; una «agenda de máximos» que involucre a todos los socios: moneda única para los Veintisiete, conversión del Mecanismo de Estabilidad (Mede) en un Fondo Monetario Europeo, presupuesto para la eurozona y superministro de Finanzas del euro, unión bancaria completada con un fondo de garantía de depósitos común y un fondo de resolución de bancos, ampliación del acuerdo (Schegen) sobre libre circulación de personas, junto con propuestas para afrontar el desempleo (20 millones de parados) y el flujo migratorio. Macron, a su vez, sólo quince días después, seleccionó la noble y hermosa sede de La Sorbona en el centro del viejo París, y con su encendida retórica también pidió la creación de un Fondo Monetario Europeo, un superministro de Finanzas y un presupuesto del euro, pronunciándose a favor de la unión fiscal al tiempo que desgranaba una batería de medidas en materia migratoria, militar y medioambiental.
Y bien, ese no poco enfático relanzamiento del proyecto europeo, si comenzara efectivamente a materializarse, brindaría una excelente ocasión para que España elevase el listón de sus aspiraciones. En una Unión Europea sin el Reino Unido, España tiene muchas bazas para sumarse al «núcleo duro» que normalmente acogerá a Alemania, Francia, Italia y Holanda. La fortaleza de nuestro crecimiento económico nos ha devuelto aprecio y crédito en el exterior. Una oportunidad de oro, quizá equivalente a la que, tres décadas atrás, representó la adhesión al club comunitario, cuando alcanzar lo que había sido un anhelo intergeneracional actuó como palanca de superación.